El libro del Dr. Carlos Yelin (un maestro de la medicina) | 21 NOV 16

¿Por qué somos clínicos los clínicos?

Un libro que reflexiona sobre la práctica con inteligencia y sensibilidad

Se presenta un nuevo libro del Dr. Carlos Yelin donde la práctica médica se encuentra con el pensamiento reflexivo y la sensibilidad humana de un verdadero maestro. La presentación será el día jueves 15 de diciembre en el auditorio Defante: Avenida Ovidio Lagos 1350 Rosario-Argentina.


Carlos Yelin: Nacido en Santiago del Estero hace muchos años; vive en Rosario desde el inicio de su carrera. Comenzó la docencia al año siguiente de ingresar a la Facultad de Medicina, y no la abandonó, hasta la baja dictada por el proceso militar de marzo de 1976. Apasionado por la tarea de consultorio, la realiza hasta el presente con el entusiasmo intacto. Además de docencia de grado, dirigió en postgrado hasta hace 2 años, la actividad académica del Doctorado de Medicina en la Universidad Nacional de Rosario. Ha publicado en el país y en el exterior ponencias científicas diversas. Fundador de la Sociedad de Medicina Interna, continúa con el dictado de conferencias y cursos, intentando renovar y actualizar el estilo de la enseñanza de la medicina. La divulgación médica, destinada a un mejor conocimiento de la medicina tradicional, es un tema que lo apasiona, y que constituye la temática del presente libro.


"Que 101 años no es nada" descargue un capíutulo del libro en formato pdf acá


Prólogo

Vida de médico

Corren tiempos complejos en la cultura y en la medicina. Una época turbulenta en la que la novedad arrasa con la reflexión y la información con el conocimiento. Siempre, en la larga historia de la humanidad, han sido los maestros los encargados de enlazar lo mejor del pasado con lo más valioso del presente. Hay cosas que cambian y otras que perduran. Pero se nos muestran mucho más las primeras que las segundas. El culto maníaco a la novedad les otorga una visibilidad que deslumbra y un valor que muchas veces no tienen. La idea de que la información –y su incontrolable multiplicación neoplásica-  debe ser el objeto primario de la educación profesional en todas sus instancias, es un concepto contaminado de consumismo y empobrecido en valores. Lo que nos hace buenos médicos no es –únicamente- el monto de la información sino aquello que somos capaces de hacer con ella. Ni el deslumbramiento ingenuo por la novedad ni la inercia de la repetición de lo mismo. Lo que hace valioso un conocimiento médico es el grado en que puede ayudar a las personas a vivir más y mejor, el resto es bibliografía, o futilidad, o la consecuencia de un sistema que obliga a publicar o perecer y que todo lo convierte en mercancía.

Umberto Eco contó una anécdota. Un alumno universitario pidió la palabra, se puso de pie y le preguntó: “disculpe profesor, pero en tiempos de Internet, ¿para qué sirve un maestro? Eco se quedó en silencio unos minutos reflexionando y le respondió: “Tal vez para que nadie rebuzne una pregunta tan estúpida como esa”. Cada vez que la vida me ha permitido estar en contacto con Carlos Yelin recuerdo esa historia. Lo he visto en el aula desplegando una pasión encendida, un conocimiento sedimentado por los años de práctica cotidiana y de estudio sistemático. Pero también me he detenido a escuchar el silencio estremecido y la mirada hipnótica de sus alumnos. Como pocos, Carlos sabe transmitir a los más jóvenes la inmensa felicidad de ser médico. El privilegio de esos “hombres afortunados” de los que habla John Berger en un libro inolvidable. Algo que no se encuentra en ningún manual ni se aparece si se lo busca en Google. Carlos enciende una llama que les durará toda la vida. 

 La medicina se ejerce todos los días al lado del enfermo. No es pura declamación en escenarios five stars. Es un servicio destinado a quien padece, no un modo arrogante de acumular datos, papers, citas y aplausos de la tribuna. Lo que se aprende es un modo de aprender, de pensar, de actuar; un repertorio de valores y de formas de ponerlos en práctica. No hay modo en que el acceso a la información sustituya a la figura del maestro. Es al lado de la cama del paciente donde lo que leímos cobra sentido.  Ninguna innovación, ningún conocimiento nuevo puede ser útil desconociendo el contexto de aplicación. Las habilidades y las competencias se aprenden, se entrenan, se automatizan; pero el sentido de la oportunidad de su aplicación es siempre nuevo, siempre único y singular.

 

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