Consultamos a las Dras. Mónica Katz y Patricia Sangenis | 11 MAY 15

Obesidad: dieta y ejercicio, ¿cómo se arma el rompecabezas?

Asistimos a una controversia como jamás antes se había planteado, ¿están equivocadas las guías nutricionales vigentes? ¿hay que demonizar nutrientes? ¿cuál es el valor del ejercicio para bajar de peso? IntraMed consultó a dos expertas, Dras Mónica Katz y Patricia Sangenis, que aportan claridad en medio de la confusión.
Fuente: IntraMed 
INDICE:  1.  | 2. Atrapados en eternas dicotomías, Dra. Mónica Katz | 3. Rol de la actividad física en la lucha contra la obesidad, Dra. Patricia Sangenis
Atrapados en eternas dicotomías, Dra. Mónica Katz

Atrapados en eternas dicotomías
Dra. Mónica Katz

¿Podremos algún día superar las simples dicotomías y abordar al paciente desde el paradigma de la complejidad?

Los humanos vivimos muchas veces atrapados en eternas dicotomías. Cuando de obesidad se trata, todo se torna más bizarro aún. ¿Ingesta o gasto como determinantes del exceso de peso? ¿Prevención o tratamiento? ¿Dieta alta en carbohidratos o grasas? En salud estas dicotomías solo generan errores en la toma de decisiones y riesgo para el paciente.

Un Editorial del Dr Malhotra publicado recientemente en la revista British Journal of Sports Medicine (“Es hora de derribar el mito de la inactividad física y la obesidad: nada puede superar una mala dieta”), ha generado una verdadera polémica en la comunidad científica. Básicamente este autor propone que por un lado el ejercicio no es una herramienta eficaz para perder peso y por el otro, que las dietas hiperproteicas, hipergrasas son los aliados ideales para los pacientes con obesidad o diabetes. Lo interesante es que este paper que  despertó tanto interés, no se trata ni de una revisión sistemática, ni de un metanálisis, ni de un ensayo clínico RCT. De todas formas, creo que es un buen pretexto para instalar en la agenda pública científica algunos temas que nadie cuestiona abiertamente.

"Toda dieta saludable debe incluir proporciones balanceadas y suficientes de los tres macronutrientes"

En principio cabe aclarar que la obesidad y sus comorbilidades son patologías de etiología compleja. Y como tales, su abordaje dispara una eterna búsqueda, la del santo grial nutricional: la dieta ideal. En ese sentido es muy interesante la publicación en los últimos años, de numerosos artículos científicos proponiendo el uso de dietas hipergrasas e hiperproteínas y bajas en hidratos de carbono para el tratamiento del sobrepeso y su relación con riesgo cardiometabólico.

Debemos recordar que los humanos necesitamos alrededor de 60 nutrientes. Estos están contenidos en tres grupos de alimentos que aportan los tres macronutrientes existentes: hidratos de carbono, proteínas y grasa. No hay más que estas tres opciones. Por lo que, indudablemente, si en una dieta aumentamos la proporción de uno, deberemos reducir otros. Y allí precisamente radica el problema. Toda dieta saludable debe incluir proporciones balanceadas y suficientes de los tres macronutrientes.

Sin embargo, asistimos a un proceso secuencial de demonización y entronización de diferentes nutrientes o alimentos, al ritmo de  “tendencias” o “modas científicas”. Alternadamente por ejemplo, mientras en los 1970, los hidratos eran el enemigo del pueblo, en los 1980 lo fue el colesterol, en los 1990 la grasa y ahora, el azúcar.

Esta alternancia es tan absurda como las recomendaciones basadas en ella. De hecho, ninguna dieta con diferente proporción de macronutrientes demostró ser superior a otra en el largo plazo para perder peso1 2.    

A pesar de ello, es sorprendente como algunas dietas muy reducidas en hidratos de carbono, hipergrasas/híperproteicas se presentan en algunas publicaciones como más efectivas para la pérdida de peso y con efectos beneficiosos sobre el riesgo cardiovascular. 

Este punto merece un análisis y debate exhaustivo.

Las dietas hiperproteicas e hipergrasas aportan altos niveles de colesterol y grasas saturadas.  El colesterol no viene solo en la naturaleza, sino “empaquetado” en alimentos que simultáneamente son altos en proteínas y grasas saturadas como las carnes, los quesos, los embutidos, los fiambres, la manteca y la crema, entre otros.
Luego de una fuerte demonización de años llevada a cabo por expertos y entes regulatorios, seremos espectadores los próximos meses de la entronización del colesterol.

¿Como hará un consumidor para ingerir alimentos que contengan colesterol pero reducidos en grasas saturadas, si ambos están contenidos en los mismos alimentos?

No solo la Sociedad Americana de Cardiología sino las nuevas Guías de Alimentación de USA, proponen que el colesterol no es un nutriente crítico para riesgo cardiovascular.  Por ende, ¡no debería limitarse su consumo! Entonces me pregunto, ¿como hará un consumidor para ingerir alimentos que contengan colesterol pero reducidos en grasas saturadas, si ambos están contenidos en los mismos alimentos? ¿Qué sentido tiene esta recomendación? ¿Estaremos en términos sanitarios, colaborando con la disminución de las enfermedades crónicas cardiovasculares? O ¿Confundiremos aun más al pobre consumidor inmerso ya en una cacofonía nutricional?

Los defensores  de las dietas hipergrasas/ hiperproteicas sostienen que son más efectivas para perder peso y que disminuyen riesgo cardiovascular y previenen  diabetes. Sin embargo, más allá de una mayor eficacia en el corto plazo- seis meses-  no se hallaron diferencias significativas en la perdida de peso o en los factores de riesgo cardiovascular en el seguimiento a 2 años3.

En un metanálisis realizado por Noto y col. no se logró demostrar protección cardiovascular, sin embargo se verificó incremento de riesgo cardiometabólico a largo plazo con el uso de estas dietas4.  En un estudio sueco con un universo de 43,396 mujeres de 30-49 años y un seguimiento de 15.7 años, se  evidenció que las dietas altas en proteínas y grasas y bajas en carbohidratos se asocian a un incremento de riesgo cardiovascular5.  Mientras que en una revisión sistemática con estas dietas se verificó ausencia de impacto en el mediano y largo plazo tanto en la pérdida de peso como en la mejoría de riesgo cardiometabólico6

En el DIOGENES, un estudio de intervención a gran escala en el que se separaron los efectos sobre la pérdida de peso de los correspondientes a la composición dietaria de macronutrientes, las dietas de bajo índice glucémico y bajo contenido proteico, se asociaron a reducción de los marcadores inflamatorios y las comorbilidades en los adultos con sobrepeso y obesidad7.  

Por otra parte las dietas hiperproteicas/hipergrasas implican una reducción máxima de carbohidratos que obliga a restringir no solo la ingesta de vegetales y frutas sino de cereales integrales y legumbres, todos ellos aportes fundamentales de fitoquímicos, antioxidantes y fibra. 

Si analizamos la histórica dieta Atkins, madre de las “novedosas” Dukan, Paleo, etc, la importante pérdida de peso inicial se debe principalmente a perdida de agua y glucógeno. Luego el adelgazamiento se relaciona con la restricción calórica causada por la monotonía alimentaria y la cetosis crónica.  Uno se cuestiona, ¿es recomendable una dieta opuesta a la recomendación actual de consumir al menos 20 alimentos diferentes por semana, rica en fibra y fitoquímicos? ¿Es saludable un exceso de ingesta de hierro asociada al alto consumo de proteínas animales que puede incrementar la peroxidación de las lipoproteinas?

 

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