La verdad y otras mentiras | 23 JUL 13

Usted es un placebo

Acerca de los misteriosos efectos que producen las personas.

"Es médico quien sabe de lo invisible, de lo que no tiene nombre ni materia, y sin embargo, tiene su acción." Paracelso

Soy médico y me ha ocurrido -cientos de veces- que mientras asisto a una persona internada, sus familiares y amigos atan cintas rojas a las patas de la cama, pegan estampitas de santos en la cabecera, arman altares en la mesita de luz, dejan botellas con líquidos bendecidos, ramitas de olivo o de hierbabuena debajo de la almohada, rezan, cantan, bailan. He atendido a gitanos mientras su comunidad entera acampaba en las puertas del hospital en una vigilia de multitudes y hasta que el paciente no era dado de alta no se movían de allí. He aprendido el lenguaje de los presos y la jerga de las prostitutas. He visto a un detenido sobornar a un policía para que no le quitara una imagen de “Gilda”, y al miserable aceptar un billete arrugado de diez pesos que escondía dentro de la media para hacerlo. Me he hecho el distraído mientras una madre le “tiraba el cuerito” y rodeaba con una cinta el abdomen de su hijo minutos antes de entrar al quirófano con los intestinos perforados. He ingresado a la habitación de un paciente con la lentitud suficiente como para que su esposa ocultara una caja con gorgojos que le colocaba sobre la espalda cuando yo no la veía. He permitido el ingreso a la sala de internados de sacerdotes, curanderos, chamanes, un “pai” Umbanda que danzó alrededor del moribundo, y no sé cuántas cosas más. He compartido pacientes con el Gauchito Gil (muchos), con la Virgen Desatanudos, San La Muerte, Pancho Sierra, el padre Mario, la Madre María, y otros tantos colegas. Formamos un buen equipo. Entre todos, hacemos lo que podemos.

A mí siempre me resultó incomprensible que las personas vinieran al hospital al sentirse enfermas pero que al mismo tiempo confiaran en que alguno de esos recursos místicos ayudarían a sanarlos. Si era así, ¿por qué no se internaban en sus templos?

Hace unos años una señora correntina a quien se lo pregunté me dijo: "No se enoje doctorcito, lo que pasa es que estamos enfermos de más cosas de las que ustedes pueden curar y confiamos en la medicina menos de los que ustedes pueden soportar" Se llamaba Herminia y murió a los pocos días. Todavía pienso en ella a menudo. Pero ya no me hago esa estúpida pregunta.

Ningún médico se sorprendería si se le dice que él produce efectos en las personas mediante el uso de remedios. Pero es posible que más de uno se inquiete si le decimos que él mismo es un “remedio”. El acto médico emplea una enorme diversidad de recursos, entre ellos, la propia figura de quien lo ejerce. La presencia, la palabra, la actitud y una multitud de misteriosos recursos que operan en el encuentro entre médico y paciente ejercen su efecto terapéutico sobre la persona que padece.

La consulta médica se desarrolla en un escenario ritualizado con una larga tradición cultural. Los enfermos le hablan a la persona que tienen frente a ellos, pero responden al arquetipo profesional con el que socialmente se encuentra investido. Saberlo o ignorarlo puede ser parte del problema o de la solución.

Usted es un placebo

La palabra placebo, derivada del verbo latino placere, que significa “complacer”, se usaba en la Edad Media para designar los lamentos que proferían las plañideras profesionales en ocasión del funeral de alguna persona. Puede gustarle o no, pero es indudable que complacer consuela y que el llanto compartido atenúa el dolor. Y no es tan extraño finalmente ya que el dolor más grande que la muerte produce es el de quedarnos más solos que antes.

El “efecto placebo” suele ser interpretado como ausencia de efecto. Sin embargo lo único que está ausente es el principio activo, lo que de ninguna manera implica que no se produzcan efectos. Las vías a través de las cuales es posible inducir modificaciones sobre otras personas no se limitan a los agentes farmacológicos activos tal como los conocemos. Ya nadie ignora que el énfasis que un médico pone en el momento de realizar una prescripción incide en la magnitud de los resultados clínicos que produce.

La práctica médica no constituye una situación experimental sino una interacción social dotada de múltiples dimensiones. Es en el ámbito de la investigación donde se deben realizar los mayores esfuerzos por aislar toda situación que pueda interferir con la acción “pura” del agente utilizado. En el consultorio ni el paciente ni el médico están “ciegos”. Ambos conocen las herramientas que emplean y saben que una parte considerable de lo que ocurrirá con el tratamiento que hayan decidido utilizar dependerá del tipo de relación que entre ellos sean capaces de establecer.  

 

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