Aorta, traumatismo de aorta | 15 ABR 09

Traumatismo cerrado de aorta

El gran avance sobre los traumatismos cerrados de aorta se logró con la incorporación de los estudios por tomografía computada y el tratamiento con endoprótesis.
Autor/a: Dres. Neschis DG, Scalea TM, Flinn WR, et al. N Engl J Med 2008;359:1708-16.

Introducción

El traumatismo cerrado de aorta es responsable del 1% de los accidentes automovilísticos, pero representa el 16% de sus muertes y hasta un 80% de los pacientes muere antes de llegar al hospital. De los que son hospitalizados, la mayoría fallece sin haber recibido tratamiento definitivo. Estas cifras no mejoraron en los últimos 12 años.

Fisiopatología

El traumatismo cerrado de aorta se presenta por desaceleración brusca del vehículo, o por impacto de la persona contra una superficie dura, especialmente los impactos laterales.

La aorta descendente está fijada a la pared torácica mientras que el corazón, la aorta ascendente y el cayado son móviles. La desaceleración brusca produce un desgarro entre la porción fija y la móvil de la aorta, pero también se puede producir en la aorta ascendente y en la aorta torácica y abdominal.

Existen diversas teorías sobre la fisiopatológica del traumatismo cerrado de aorta, además del tironeo por la desaceleración brusca. Un mecanismo podría ser el llamado “martillo de agua” que es la combinación de aumento brusco de la presión intraabdominal, la oclusión de la aorta, el aumento súbito de la presión arterial y la compresión contra las vértebras.

Cualquiera sea el mecanismo, se produce la ruptura de las capas íntima y media de la aorta y luego de un período de tiempo impredecible, se rompe la adventicia.

Diagnóstico

Aproximadamente el 30% de los pacientes hospitalizados fallecen dentro de las 24 horas del accidente. La aortografía constituye el mejor método diagnóstico, pero es un procedimiento invasivo y requiere de un equipo médico especial. Por lo tanto, los esfuerzos se volcaron a la interpretación de las imágenes de la radiografía simple de tórax antes de realizar una angiografía.

Se considera que la ausencia de los siguientes signos es importante para excluir el diagnóstico de traumatismo cerrado de aorta:

· Desaparición de la ventana aortopulmonar.

· Alteraciones del arco aórtico.

· Desviación hacia la derecha de la traquea.

· Ampliación de la línea paravertebral izquierda en ausencia de fractura.

De todas maneras, la radiografía simple de tórax detecta solo un porcentaje de lesiones de aorta (entre el 7,3% y el 44% de los pacientes presentan un mediastino normal en la imagen radiográfica) y los expertos recomiendan el empleo de angiografía de rutina (Figura 1).

Actualmente, el estudio de referencia es la tomografía computada (TC). La TC helicoidal con una sensibilidad del 100% es superior a la angiografía.

Otras opciones diagnósticas son la ecocardiografía transesofágica, la ecografía intravascular y la imagen de resonancia magnética.


Figura 1. Aortografía que muestra una disección a partir del desgarro típico a nivel de la aorta fija con la móvil.

Lesión aórtica mínima

Gracias a las nuevas tecnologías por imágenes, se lograron identificar lesiones cada vez más pequeñas. El término lesión aórtica mínima describe una lesión de la aorta por traumatismo cerrado que presenta un riesgo relativamente bajo de ruptura. Un 50% de estas lesiones no son detectadas por la angiografía y sí por la TC. El término lesión aórtica mínima no efectúa una distinción clara entre una lesión de la íntima y un pequeño seudo aneurisma. Alrededor de la mitad de estas lesiones de la íntima terminan produciendo seudo aneurismas dentro de las 8 semanas después del accidente.

Cuando la TC sólo muestra un desgarro de la íntima, se puede controlar al paciente con TC seriadas y si aparece un trombo importante, un hematoma periaórtico, estrechamiento de la luz o seudo aneurisma, se procede a un tratamiento intervencionista.

Tratamiento

Cuando los pacientes tienen politraumatismo y su estado es de gravedad se ha postulado un tratamiento diferido con beta bloqueantes para reducir la fuerza de cizallamiento manteniendo la presión arterial sistólica en 100 mm Hg y la frecuencia cardíaca en < 100 latidos/minuto. Según algunos autores este tratamiento diferido no produjo roturas cataclísmicas de la aorta mientras el paciente esperaba el momento quirúrgico.

 

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