El pensamiento y la pasión | 14 JUN 06

Fútbol y literatura: con los pies en la cabeza

¿Qué piensan del deporte de los pies los que juegan con la cabeza?
Autor/a: IntraMed 
Las voces del fútbol (Mabel Gándaro)

Por Mariano García

Coincidencia o no, este 2006 mundialista también comienza con un nuevo libro de cuentos de Roberto Fontanarrosa (“El Rey de la Milonga”, Ediciones de la Flor). Inmejorable oportunidad, entonces, para rescatar del archivo una charla mano a mano que El Negro tuvo con Soles en 1998, a pocas semanas del inicio del Mundial de Francia. Un reportaje a uno de los escritores que (a través del humor) mejor ha logrado unir esos polos opuestos que habitualmente (desafortunadamente) parecen ser el fútbol y la literatura. Su pasión Canalla puesta sobre el papel, en una charla donde las letras simpre tienen forma redonda.

Hincha se nace (o se hace)

¿Cómo fueron tus primeros contactos con el fútbol?

Podemos arrancar de la cuestión de por qué alguien se hace hincha de un equipo, que es como el primer contacto con el tema. No es extraño sentirse un poco envuelto por el fútbol en una ciudad como Rosario, que es esencialmente futbolera y muy virulenta, porque hay nada más que dos clubes y mucha rivalidad. En el caso mío, paradójicamente, mi viejo no era un fanático del fútbol, sino del básquet. Aparentemente jugaba muy bien, en una época en que los partidos terminaban 12 a 8 y sacaban del medio cada vez que hacían un tanto. O sea que mi viejo no me llevaba mucho a la cancha. Tampoco era muy definido como hincha, pero estaba más cerca de Central que de Newell´s porque mi viejo era una especie de “peronista emocional”, e históricamente Central ha sido el equipo del pueblo y Newell´s el de las clases altas; aunque ahora está todo mezclado. De todas formas, había un entorno familiar de hinchas de Central.

¿Quién te llevó por primera vez a la cancha?

Mi viejo, porque yo le hinchaba las pelotas para que me llevara alguna vez. A él mucho no le entusiasmaba; a pesar de que veía muy bien el fútbol, porque era un tipo muy analítico (después fue técnico de básquet). Ahí uno se da cuenta, porque yo lo repetí con mi hijo, que se debuta en partidos que no son importantes -me acuerdo que fui a ver Central y Tigre-; nunca te van a llevar a un clásico. Después, en la escuela primaria, que ahí es donde creo que brota todo, yo tenía a mis amigos más cercanos que eran todos hinchas de Central. Había dos hermanos a los cuales el padre los llevaba invariablemente a la cancha de Central, y entonces me empezó a llevar a mí también. Ese fue el primer contacto concreto como espectador.

Vos dijiste alguna vez que si habría que ponerle música de fondo a tu vida, serían los relatos de los partidos de fútbol...

Yo creo que eso corresponde un poco a la cultura de todos los argentinos futboleros. Ahora tal vez los chicos crecen con la televisión y el relato de la televisión, pero históricamente lo que uno recuerda son las transmisiones de fútbol por radio. Incluso cuando era muy chico y no escuchaba los partidos, pero siempre los domingos estaba la radio prendida, lejos, y uno escuchaba como el “cantito”. Y a mí me tranquiliza escuchar fútbol... (risas)

¿Cómo?

No es que me tranquiliza, me pone muy nervioso escuchar partidos de Central porque no ves lo que pasa y siempre parece que las jugadas son de peligro. Pero si yo estoy pasando estaciones en la radio y de golpe encuentro una transmisión de fútbol que yo no esperaba, es como que me da la tranquilidad que todo anda bien... en el mundo.

¿Tu hijo también es así?

A Franco no le gusta el fútbol (tiene 15 años). Él hace Tae Kwon Do, por ejemplo, y toca música, le gusta mucho la música. Y yo los fines de semana lo veo tan tranquilo, mientras yo sufro como un pelotudo por la cuestión de Central, que por ahí lo envidio. De todas maneras, cuando ya pasan dos domingos sin fútbol te empezás a dar cuenta que la vida es un aburrimiento, que no tiene sentido.

¿Cómo manejás ese fanatismo?

Yo me doy cuenta que con los años las manías y las locuras se acentúan, es mentira que uno se convierte en más sabio. Yo no se si sufro más ahora con Central que cuando era chico, a veces me pregunto “¿cómo puedo ser tan pelotudo?” Creo que si no se entiende que esto es una pasión, y las pasiones son bastantes inexplicables, no se entiende nada de lo que pasa en el fútbol.

La pluma y la pelota

¿Cuándo empezás a unir tu pasión por el fútbol con tu actividad como escritor?

En el año ´72 o ´73, cuando escribí unos cuentos que fueron bastante experimentales (publicados actualmente en el libro “Los trenes matan a los autos”), aunque no sé por qué se me ocurrió escribir sobre temas relativos al fútbol.

¿Eran cuentos humorísticos?

No expresamente humorísticos. Te diría que en el librito ese había como una pretensión humorística, pero la mayoría de los temas eran bastante dramáticos. Eso fue lo primero que escribí sobre fútbol, pero eran cuentos con muy poca estructura. Después empecé a escribir con más continuidad. Lo que yo nunca tuve previsto era desembocar en esto de acompañar a la Selección y escribir las notas de la Hermana Rosa (NdR: mentalista experta en errar pronósticos sobre los partidos). En realidad, no te voy a decir que sean casuales las cosas que se dieron en el trabajo mío, pero no fueron buscadas. Porque esto de las notas del Mundial empieza con una artículo que Clarín me pide cuando Colombia le gana a Argentina 5 a 0 acá en el Monumental. Esa nota se publicó en el diario El Tiempo de Bogotá; y entonces Cambio 16 de Colombia me propone que yo vaya al Mundial (de Estados Unidos ´94) a escribir ese tipo de notas, pero siguiendo a su selección.

Es curioso que el personaje principal de esas crónicas sobre fútbol fuera una mujer.

Por eso te digo que fue todo muy casual. Cuando después

 

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