El pensamiento y la pasión | 14 JUN 06

Fútbol y literatura: con los pies en la cabeza

¿Qué piensan del deporte de los pies los que juegan con la cabeza?
Autor/a: IntraMed Fuente: IntraMed 
Ideas y goles...

Nadie puede quedar ajeno a las pasiones que despierta el deporte. Por la afirmación o por el repudio, intelectuales de los más diversos orígenes hacen explícitas sus opiniones sobre el tema. Resulta siempre revelador conocer el pensamiento de quienes, por su formación y su talento, pueden expresar sus ideas con claridad y belleza.

IntraMed ofrece una recorrida por originales trabajos que abordan el tema desde las más diversas perspectivas. Un viaje a menudo tormentoso al país de las ideas de la mano de quienes conocen la pasión que el deporte genera ya sea por compartirla o por rechazarla.

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El fútbol salió redondo (Orlando Barone)

El fóbal es el fóbal. Lo sé. Lo sabe el planeta. En el Arca de Noé no iban tantas especies como las que hay en las tribunas. Su pluralidad es superior a la de la democracia porque es infinita: no discrimina entre niños inocentes y killers . Al fútbol no le importa: es neutro como una patria. Contiene al bien y al mal. Todo junto. Y permite la imposible cruza de individuos que fuera del fútbol se desconocen, se prejuzgan o se evitan.

Otros deportes convocan públicos más, o menos numerosos. Pero presumen de algún distingo: sea social o económico. Sugieren alguna pertenencia y a veces alguna ideología. No son iguales las hinchadas del polo que la del box, ni la del tenis que la de bochas. El fútbol se propaga por transmisión oral. Atraviesa a la sociedad desde el macho a la hembra, como pasa en la vida. Tiene para los hombres el mismo peso que tiene para la mujer el amor. Digo el amor: no la muñeca. La "Barbie" se abandona, la pelota no.

Hace algún tiempo invité a mi mujer y a una amiga a ver un partido en la Bombonera. Todavía no habían terminado de sorprenderse de aquella fantástica diversidad de la condición humana, cuando enseguida hay un gol de Boca. El estadio estalla. Mi mujer y su amiga no entienden qué acababa de pasar que ellas se habían perdido. "¿ Hicieron un gol?", dice la amiga con carita de pájaro interrogando al aire en voz alta. "Yo tampoco lo vi", agrega mi mujer. "Qué rápido fue: no alcancé a verlo". Pero cuando la amiga le echó la culpa a la pelota diciendo que era muy chiquita para poder verla, sentí que no había retorno.

Los vecinos de platea las oyeron y empezaron a reírse. Intenté decirles a mi mujer y a su amiga que así eran los goles. Que cuando uno menos se lo espera ¡zaz! la pelota entra. Pero no tuve tiempo. Desde la fila de atrás una voz gritó: "¡El replay! ¡Que les pongan el replay a las chicas!" Alrededor era una fiesta. Ellas acostumbradas por la televisión a la repetición de los goles en continuado, se lo habían perdido. Primera enseñanza: así se pierde uno en la vida los goces para los que no está preparado. Llegan y pasan sin que logremos capturarlos. En el amor es igual. Ambos son difíciles aunque igualmente masivos, porque su atracción tienta a cualquiera. El amor y el fútbol son las dos grandes tentaciones colectivas.

No hay ningún otro arte que se cree o se ejecute con los pies.

Con las extremidades llamadas inferiores. Superiores son las manos. Es menos excepcional ser Ginóbili o Federer que Maradona. Y desde esa inferioridad, desde esa modestia operativa, se les exige a los pies la sensibilidad de la lengua, del paladar, de la yema de los dedos, del pubis. Además de aguantarse los golpes del rival y las zancadillas. Y hasta se les exige la aptitud de oír. Sí: porque los pies de los jugadores artistas tienen el oído absoluto de un concertista. Y hay pies tan exquisitos que escuchan no ya por dónde anda la pelota sin necesidad de tocarla ni de verla, sino que escuchan dónde se esconde. Y hasta dónde está por irse. Saben qué está pensando la pelota: son pies adivinadores.

Por eso se cotizan en igual cantidad de millones de dólares un cuadro de Picasso y las extremidades inferiores de Ronaldinho o de Messi. Si la filosofía piensa a todas las otras ciencias: el fútbol es pensado por los aficionados de todos los deportes. También por los que no son aficionados a nada. Hasta los que lo odian viven el odio sin poder salirse del fútbol.

Y está la pelota. Una esfera. La pelota prehistórica debió haber empezado siendo algún fruto redondo, después habrá sido la cabeza de un enemigo decapitado y más tarde el bollo de papel, el atado de trapo, la pelota de goma. Hasta la actual pelota tecnológica.

Es que la esfera es importante: allí están la esfera del mundo y la esfera celeste y la de Pascal, que es infinita. Y la "pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor" de "El Aleph". Y está la boca abierta como una "O" gritando un gol o un orgasmo. O un asombro.

El fútbol lo inventó un genio. Le salió redondo.

Por Orlando Barone
LA NACION

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No sólo de fútbol vive el hombre, por Beatriz Sarlo

¿Alguien sueña con pedirse el día para ver un torneo de tenis por tevé? No, porque la gran mayoría futbolera discrimina a otras minorías deportivas.

La semana pasada hice una propuesta acerca de los contenidos didácticos que, para tranquilizar la conciencia de las autoridades educativas y asegurar la paz en las escuelas, podrían repartirse a los chicos antes de que se sentaran a mirar por televisión los partidos de fútbol que jugará la celeste y blanca. Pero seguí pensando en el asunto y me saltó a los ojos la injusticia que se comete con los aficionados a otros deportes. Sé que el fútbol televisado es global y compararlo con otros deportes es incorrecto en términos cuantitativos. Los norteamericanos podrán seguir considerando que un domingo de febrero, cuando se juega el Superbowl, la fecha es tan importante como el Día de Acción de Gracias. Pero, incluso allí, en el país del fútbol americano, nuestro fútbol ya está pisándole los talones.

Tampoco quisiera discutir cual será el deporte favorito del planeta en el siglo XXI, sino referirme a los sufrimientos de las “minorías deportivas” cuyos derechos no son respetados como los de las mayorías futboleras. Los espectadores que forman parte de las “minorías deportivas” son cruelmente discriminados, porque tienen otra orientación deportiva y han construido su identidad de un modo diferente al mainstream. Pocos parecen darse cuenta de que los sentimientos de los espectadores de las minorías deportivas deben ser tan respetados como los de cualquier otra minoría. Se podrá decir que las minorías deportivas son prácticamente residuales, pero eso no liquida la cuestión de la igualdad de derechos entre minorías y mayorías.

Por ejemplo, ¿con qué razonamientos podrá el director de una escuela convencer a dos chicos dedicados al atletismo que no pueden mirar el segundo salto de la tesonera garrochista argentina en los próximos Juegos Olímpicos, aunque ese evento se superponga con las horas de clase? ¿Qué injusticia privará a los niños nadadores de seguir las pruebas olímpicas, y quedar condenados a ver una repetición televisiva incierta puesto que no se trata de un partido de fútbol protagonizado por la albiceleste? ¿Quién podrá amonestar a un adolescente que no hizo los deberes porque juega al rugby y la noche anterior se transmitió una final mundial con los Pumas? Estas inclinaciones minoritarias hacia deportes también minoritarios tienen hoy menos derechos que las opciones mayoritarias por el deporte rey.

Sin ir más lejos, mañana comienza Roland Garros, torneo que ganó un argentino y en el que fueron finalistas otros dos en el último par de años. Allí estarán las mejores raquetas de este país. Por la diferencia horaria con Francia, los partidos suelen transmitirse a la mañana. Me pregunto cuántas horas desesperadas tiene por delante la minoría de niños

 

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