Controló el VIH naturalmente | 04 DIC 21

Claves del caso de la paciente “Esperanza”

Las científicas argentinas Natalia Laufer y Gabriela Turk explicaron el caso de la joven argentina controladora de élite excepcional. ¿Qué enseñanzas dejó y qué debería hacer un médico frente a este tipo de hallazgos?

La infección por VIH aún no tiene cura. Sin embargo hay casos que ameritan más estudio por ser diferentes y así ser capaces de abrir una llave al conocimiento. Por ejemplo, los controladores de élite, esos pacientes que representan menos del 0,5% de los que viven con el virus pero que mantienen una carga viral indetectable sin haber recibido tratamiento con antirretrovirales. Dentro de ese conjunto, hay un subgrupo mucho menos frecuente, de solo dos pacientes a nivel mundial. Una está en San Francisco y otra en Argentina. El último caso, que cobró relevancia pocos días atrás, fue conocido como el de la paciente “Esperanza” (por el nombre de la ciudad de la cual proviene y por brindar, justamente, un mensaje alentador). ¿Pero que son precisamente los controladores de élite expcecionales? Aquellos que además de tener cargas virales indetectables sin tratamiento, tienen muy pocas copias del virus en sus reservorios, y además son defectivas y por tanto, imposibles de replicarse.

En el caso de la paciente “Esperanza” (cuya identidad se mantiene en reserva), se habló de que podría haber alcanzado una “cura esterilizante”, pero aún analizan por qué ocurrió. Para ello no solo analizan su sangre, sino otros tejidos como el de su placenta (fue madre durante la pandemia, ahora espera su segundo hijo, los concibió de manera natural y su pareja se mantiene VIH negativo).

Su caso fue publicado de manera exhaustiva en el journal Annals of Internal Medicine y lleva las firmas de las científicas argentinas Natalia Laufer y Gabriela Turk, del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS) y Xu Yu (esta última del Instituto Ragon, de Harvard y el MIT), entre otros.

Las científicas argentinas coautoras del trabajo brindaron una entrevista a periodistas de la Red Argentina de Periodismo Científico (RadPC), de la que participó IntraMed, con el fin de aportar claves para entender el caso de esta paciente. Aquí los detalles.

Cómo llegaron a ella

El profesional que trataba a la paciente “Esperanza” notó que su caso era singular. Con serología positiva, su carga viral permanecía indetectable tras años sin recibir tratamiento. Más tarde se supo que es solo la segunda descripta en la literatura científica que, además, no presentaba genomas del VIH intactos en reservorios luego de estudiar más de 1.500 millones de células sanguíneas.    

“En el 2016, presentamos junto con el doctor Daniel Salomón algunos casos de controladores de élite en el Simposio de la Fundación Huésped. Ahí se nos acercó su médico, para hablarnos de una paciente, porque no podía terminar de saber si estaba infectada o no. Le pedimos que nos contactara con ella y que nos mostrara sus análisis. El diagnóstico era positivo porque su serología era positiva. Y el Western blot, por definición de los CDC, también era positivo porque tenía dos bandas. Lo real es que el Western blot tiene muchas más bandas, por eso el profesional tenía sus dudas”, recordó Natalia Laufer, investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS).

A su vez, la científica aclaró que, en la actualidad lo primero que se hacen son los ELISA y la prueba confirmatoria es la carga viral que sirve en el 99,9% de los casos. “En la época que a ella se le detectó la infección se usaba el Western blot siempre, ahora se reserva para casos en que el ELISA da positivo y la carga viral es no detectable”.

Diagnóstico positivo, pero con un caso excepcional

Natalia Laufer: Cuando nos contactamos por primera vez con la paciente, le comunicamos por primera vez que la considerábamos positiva, lo cual fue todo un shock para ella, porque desde 2013 tenía un diagnóstico dudoso en el cual no le terminaban de confirmar la infección. Era una angustia continua que había llevado por años y le llevó un tiempo procesar la idea. Cuando empezamos a analizar su carga viral, todos los estudios nos daban no detectables. Los recuentos CD4 (también conocidos como linfocitos T4, glóbulos blancos que combaten infecciones y que se usan para vigilar la salud del sistema inmunitario en personas infectadas con VIH) eran normales, la relación CD4-CD8 que estaba conservada, la cual se altera con el contexto general de una  infección por VIH y ahí ahondamos un poco más en la búsqueda de los reservorios, que son estas células en que el virus queda en forma silente.

Los primeros estudios los hicimos en Australia y nos daban todos cero. Fuimos a otro congreso en México y conocimos a la doctora Xu Yu de Boston, compartimos con ella el caso y la evaluamos más. Incluso, cuando la paciente tuvo su bebé (sin el virus) en marzo del 2020, durante el inicio del confinamiento por la pandemia, su hermano nos trajo la placenta en tiempo récord –conservada en hielo seco– para analizarla. La procesamos durante toda la noche, sacamos todas las células que pudimos y después hicimos una leucoféresis de la que  obtuvimos 3.000 millones de células.  Las enviamos a EE. UU. para que hicieran una forma de evaluación del reservorio muy especial en donde se analiza cada célula por separado y se buscan las secuencias de virus que puedan estar integradas. De todas las células que ellos estudiaron, encontraron solo 7 copias totalmente defectivas. Y ninguna de esas secuencias era capaz de generar un virus viable, competente, infectivo.

Gabriela Turk: El hecho de haber encontrado estas 7 secuencias, a pesar de que están absolutamente defectivas, ya no dejan ningún tipo de dudas que ella en algún momento estuvo infectada, que el virus se replicó en su cuerpo, pero de alguna manera logró eliminarlo. Además la persona de la cual ella adquiere la infección tenía una infección activa, se diagnosticó con alta carga viral, tenía enfermedades marcadoras de sida y murió al poco tiempo.

 

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