En estado de shock, azorados, silenciosos, meditabundos..., así hemos estado los pediatras desde que los medios difundieron la noticia hace unas pocas horas.
Un hecho policial, tal vez uno de los más deleznables, relacionado con el abuso infantil y perpetrado por un pediatra.
Los interrogantes de los padres, amigos y hasta de nuestra propia familia, por un momento nos mostraron que alguien mancilló con vileza nuestra profesión. Tanto nos golpearon los hechos que esa “tarde negra”, puso un manto de duda en nuestra modalidad de atención. Por un momento se quebró la confianza de la sociedad hacia la figura de quien desde hace más de un siglo vela por la salud de los niños y adolescentes y orienta a las familias.
El Tribunal de Honor de nuestra Sociedad se expidió en una primera instancia decidiendo la suspensión como miembro activo y exclusión en todas las actividades académicas y científicas institucionales.
Un hecho al que estadísticamente consideraríamos como un “outlier”, no puede deshonrar al resto, quienes consistentemente elegimos y desarrollamos esta especialidad con el alma. Por eso en estos momentos de desconcierto, desde la Sociedad Argentina de Pediatría, destacamos la tarea de los miles de pediatras que anónimamente honran su profesión.
Honran esta bendita especialidad los que se levantan a diario para brindar lo mejor de sí a sus pacientes...
Los que en las salas de partos asisten al recién nacido y guían a la mamá en los primeros cuidados, dándole el consejo adecuado que dejarán su impronta a lo largo de su vida...
Los que reciben con calidez a padres y abuelos y los invitan a que le comenten las dolencias del niño o la situación que causa preocupación en la familia...
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