Lo que nos mantiene vivos puede matarnos | 21 ABR 19

La ciencia de los deseos

El psicobiólogo Ignacio Morgado publica un libro sobre la biología del deseo y el placer y cómo explica la obesidad, las adicciones o las diferentes inclinaciones sexuales
Autor/a: Daniel Mediavilla  El País, Madrid

Una rata con un cable conectado a la región del cerebro que activa el deseo desvela la fuerza de los mecanismos que nos empujan a vivir y también sus peligros. Si cada vez que activa una palanca recibe un estímulo eléctrico, seguirá haciéndolo compulsivamente hasta caer rendida por inanición. Y ni siquiera habrá sentido placer. La dopamina que libera con las descargas está en la raíz del deseo, de la motivación para buscar sensaciones agradables, y solo eso parece suficiente para que el animal olvide el resto del mundo.

Durante millones de años, el deseo y el placer han mantenido la vida en el planeta. La sed para no morir deshidratados, el hambre para no olvidar comer o el apetito sexual para transmitir nuestros genes a la siguiente generación. Los humanos queremos creer que podemos sobreponernos o al menos encauzar esos impulsos básicos, pero ignoramos hasta qué punto dependemos de una programación biológica que nos determina desde el nacimiento hasta la muerte.

En su libro Deseo y Placer (Ariel), el director del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ignacio Morgado, repasa los precisos mecanismos que nos mantienen con vida y ayuda a entender los equilibrios que fueron útiles durante millones de años de evolución y pueden volverse peligrosos en el mundo moderno.

Entre dos gemelos idénticos, si uno es homosexual, la probabilidad de que el otro también lo sea es del 48%

Por ahora no existen narcosalas con adictos enganchados a electrodos para activar las regiones del cerebro que azucen su deseo, pero existen drogas como la cocaína que activa el sistema motivacional de la dopamina y produce efectos similares. Las sustancias ilegales, no obstante, no son las únicas que asaltan las vías del deseo y el placer para poner en riesgo nuestro bienestar y nuestra libertad.

Nuestro organismo incorpora un sistema de señales que avisa de la necesidad de comer y de dejar de hacerlo. La grelina es una hormona que produce el estómago y nos da hambre. Su concentración en el plasma sanguíneo aumenta cuando estamos en ayunas y disminuye cuando hemos comido. Su presencia en la sangre también depende de la cantidad de grasas del cuerpo, algo que, según explica Morgado, puede indicar que tiene un papel en la regulación del peso. Un efecto similar, aunque en sentido contrario, es el de la leptina, que se libera para indicar al organismo que el cuerpo ya tiene bastantes reservas y hace cesar el apetito.

La programación genética nos empuja hacia un peso y eso hace que sea tan difícil mantener el peso perdido con las dietas

Pese a que tengamos la sensación de que la solución para combatir la obesidad es relativamente sencilla y bastaría con comer menos y hacer ejercicio, el sistema de señales de cada organismo individual hace que varíe la dificultad de la tarea. Como recuerda Jeffrey Friedman, el descubridor de la leptina, la programación genética nos empuja hacia un peso y, aunque temporalmente sea posible adelgazar, las señales hormonales nos harán sentir que algo no va bien con nuestra dieta si nos mantiene por debajo de nuestro peso programado.

 

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