Conferencia Internacional de la Asociación del Alzheimer | 27 JUL 15

El ejercicio y la dieta podrían proteger de los síntomas del Alzheimer inicial

La actividad física vigorosa beneficia al cerebro que envejece.

El ejercicio regular podría ser la mejor medicina para las personas mayores que se enfrentan al inicio de la demencia, según tres ensayos clínicos recientes.

La actividad física mejoró el estado de ánimo, la memoria y la capacidad de pensar en los participantes de los tres estudios.

Un estudio encontró que el ejercicio aeróbico intenso mejora el flujo sanguíneo en áreas clave del cerebro, y parece reducir los nudos de proteína tau que son característicos de la enfermedad de Alzheimer. El Alzheimer es la forma más común de demencia.

"El flujo sanguíneo se reduce en esas áreas a medida que envejecemos, pero el ejercicio lo aumentó", dijo la autora líder, Laura Baker, neurocientífica cognitiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de Wake Forest en Winston-Salem, Carolina del Norte. "Me parece que estamos cambiando los efectos relacionados con el envejecimiento, y quizá estemos cambiando los efectos asociados con el Alzheimer, ambas cosas mediante el ejercicio".

La nueva investigación se presentará este jueves en la Conferencia Internacional de la Asociación del Alzheimer (Alzheimer's Association) en Washington, D.C. Los hallazgos presentados en reuniones por lo general se consideran preliminares hasta que se publican en una revista médica revisada por profesionales.

Los tres estudios "nos ofrecen información sobre la vida con la enfermedad", dijo Heather Snyder, directora de operaciones médicas y científicas de la Asociación del Alzheimer.

"El ejercicio físico otorga un beneficio potencial a las personas que viven ahora con Alzheimer", dijo Snyder. "Incluso si ya sufre un deterioro cognitivo, la actividad física sigue siendo beneficiosa".

Las investigaciones anteriores han mostrado que el ejercicio puede mejorar la capacidad de pensamiento en los adultos sanos, así que Baker y sus colaboradores abordaron a personas con un deterioro leve para ver si la actividad física también podía ayudarlas. Las 65 personas del estudio de Baker tenían entre 55 y 89 años de edad, y no hacían ejercicio antes. También sufrían de prediabetes, que puede aumentar el riesgo de contraer la enfermedad de Alzheimer.

Los participantes se asignaron al azar a uno de dos grupos durante seis meses. El primer grupo realizó ejercicios de estiramiento que no aumentaban mucho su ritmo cardiaco, mientras que el segundo grupo tenía que hacer al menos 45 minutos de aeróbicos de alta intensidad cuatro veces por semana.

El grupo de aeróbicos tenía que permanecer en un rango del 75 al 85 por ciento de su ritmo cardiaco máximo durante al menos 30 minutos de su sesión de ejercicio, que la mayoría de veces se realizaba en una cinta caminadora. "Para una persona típica de 70 años, eso significa un ritmo cardiaco de al menos 130 latidos por minuto", dijo Baker.

El 92 por ciento de las personas permanecieron en el programa de ejercicio, y al final tenían una mejor forma física y unos mejores niveles de azúcar en sangre, encontraron los investigadores.

Algo más importante aún es que unas IRM cerebrales revelaron que el flujo sanguíneo había aumentado de forma significativa en los centros de memoria y procesamiento del cerebro de los participantes, con una mejora correspondiente en su capacidad de planificar, organizar y prestar atención.

Unos análisis que usaron muestras de líquido cefalorraquídeo de los pacientes también mostraron una reducción significativa en los nudos de proteína tau, y el efecto más pronunciado se observó en los mayores de 70 años de edad.

"Esos hallazgos son importantes porque sugieren de forma contundente que una intervención potente en el estilo de vida, como el ejercicio aeróbico, puede tener un impacto sobre los cambios en el cerebro relacionados con el Alzheimer", señaló Baker. "Ningún fármaco que esté aprobado ahora puede rivalizar con esos efectos".

En otro ensayo clínico, 200 personas de 50 a 90 años que sufrían de Alzheimer se asignaron al azar a un programa de ejercicio aeróbico o a un grupo de control que no hizo ejercicio adicional. Se pidió a los que hacían ejercicio que llegaran a una intensidad objetivo del 70 al 80 por ciento de su ritmo cardiaco máximo.

Los investigadores daneses hallaron que los que hacían ejercicio sufrían de menos problemas del estado de ánimo, como ansiedad, irritabilidad y depresión. Las personas que hacían ejercicio con más frecuencia y mayor vigor también lograron mejoras significativas en la velocidad mental y en la atención.

El tercer ensayo se realizó en Canadá, con 71 personas de 56 a 96 años que habían sufrido mini accidentes cerebrovasculares (ACV), lo que disminuyó su capacidad de pensar y recordar. La mitad se asignó a un grupo que participó en clases regulares de aeróbicos.

Los investigadores encontraron que los participantes que tomaron clases de aeróbicos con regularidad mejoraron su memoria y atención selectiva, en comparación con aquellos a quienes no se pidió que hicieran ejercicio regular.

Snyder y Baker dijeron que la mayoría de adultos mayores deberían ser capaces de encontrar una actividad física que puedan realizar, aunque sufran de algunas dolencias relacionadas con la edad.

"No hay que hacer ningún ejercicio en particular", aclaró Baker. "Se trata de cualquier cosa que aumente el ritmo cardiaco hasta que uno jadee y sude".

Pero anotó que las personas mayores deben consultar al médico antes de comenzar un programa de ejercicio, y comenzar poco a poco. El estudio danés ofreció a los participantes cuatro semanas para adaptarse antes de pedirles que hicieran un ejercicio más intenso.

Si una persona ya sufre de demencia, aún puede beneficiarse del ejercicio, pero es probable que necesite de alguien que guíe su calendario de ejercicios, añadió Baker.

"Pero esa supervisión puede ser en forma de ejercicio grupal", dijo. "No tiene que ser individual".

FUENTES: Laura Baker, Ph.D., cognitive neuroscientist, Wake Forest School of Medicine, Winston-Salem, N.C.; Heather Snyder, Ph.D., director, medical and scientific operations, Alzheimer's Association; abstracts, July 23, 2015, presentations, Alzheimer's Association International Conference, Washington, D.C.


Una dieta sana le podría ayudar a protegerse contra el envejecimiento cerebral
Las personas mayores que comían mejor mantuvieron las habilidades de resolución de problemas y de planificación, según un estudio

Comer una dieta más sana podría reducir el riesgo de sufrir problemas con ciertas funciones cerebrales a medida que se envejece, según sugieren los hallazgos de un estudio reciente.

Las personas mayores con dietas más sanas redujeron sus probabilidades de sufrir un deterioro de la "función ejecutiva" en un 35 por ciento. La función ejecutiva se refiere a una serie de cosas realizadas por el cerebro, lo que incluye la memoria, el razonamiento, la realización simultánea de múltiples tareas, la resolución de problemas y las habilidades de planificación.

"La dieta sana podría afectar a la cognición [las habilidades de pensamiento] mediante varios mecanismos", dijo la coautora del estudio, Carol Derby, profesora de neurología y de epidemiología y salud de la población del Colegio de Medicina Albert Einstein, en la ciudad de Nueva York.

"La dieta sana se asocia con una reducción de las tasas de enfermedades cardiovasculares, con un peso más saludable y un riesgo más bajo de diabetes, los cuales son factores de riesgo de deterioro cognitivo y demencia", explicó.

Pero este estudio no fue diseñado para mostrar que comer de forma más sana realmente cause una mejor función cerebral, o que una buena dieta podría prevenir el Alzheimer o la demencia. El estudio solamente fue diseñado para encontrar una asociación entre una dieta sana y una mejor función cerebral.

Los investigadores presentaron los hallazgos esta semana en la Conferencia Internacional de la Asociación del Alzheimer (Alzheimer's Association) en Washington, D.C. Los hallazgos presentados en las reuniones normalmente se consideran preliminares hasta que se publiquen en una revista médica revisada por profesionales.

Para realizar el estudio, los investigadores realizaron preguntas sobre sus dietas a casi 550 personas mayores. Su edad promedio era de 80 años. Ninguna de ellas mostraba signos de demencia.

Se pidió a los voluntarios del estudio que recordaran cuántas porciones comían semanalmente de granos, alimentos fritos, refrigerios, dulces, refrescos, grasas, alcohol, frutas y verduras, y productos lácteos y de carne específicos.

Cada participante también realizó varias pruebas para determinar las habilidades de memoria y de pensamiento, junto con la función ejecutiva. Se consideró que los participantes tenían una función deteriorada si obtenían una puntuación sustancialmente más baja que el promedio con respecto a una serie particular de habilidades.

Tras tomar en consideración la edad, la educación, el sexo, la raza y las afecciones cardiacas de los participantes, los investigadores determinaron que los que seguían una dieta más sana tenían un 35 por ciento menos de probabilidades de presentar una función ejecutiva deteriorada. No se encontraron vínculos entre la dieta y la memoria o el pensamiento en general, dijeron los investigadores.

Cuando los investigadores observaron las diferencias entre los participantes negros y blancos, no encontraron ningún vínculo entre la dieta y alguna prueba de salud cerebral en los negros. La ausencia de diferencia podría deberse a que los individuos negros tienden a tener un riesgo más alto de sufrir afecciones vasculares, dijeron los investigadores.

En los blancos, las puntuaciones más sanas sobre el total de ingesta de grasa se relacionaron con un 52 por ciento menos de probabilidades de presentar una función ejecutiva deteriorada. Las puntuaciones más sanas por la ingesta de grasas saturadas se relacionaron con unas probabilidades un 66 por ciento más bajas de una función ejecutiva deteriorada, halló el estudio.

"Sabemos que una dieta que sea demasiado calórica o demasiado cargada de azúcares puede llevar a la resistencia a la insulina y a enfermedades vasculares que, a su vez, no son buenas para el cerebro", dijo la Dra. Marie Csete, presidenta y científica jefa de los Institutos de Investigación Médica Huntington en Pasadena, California.

"Sabemos que el estado de ánimo se ve afectado por el contenido de la comida, y el estado de ánimo afecta a los patrones de sueño, y el sueño es un factor importante en la mantención de la salud cerebral", añadió Csete, que no participó en el estudio.

Aun así, hay otras explicaciones para los hallazgos sobre el hecho de que una dieta más sana provoque una mejor salud cerebral, sugirió Csete, como, por ejemplo, que las personas que también comían dietas más sanas llevaran estilos de vida más sanos en general.

"Se podría pensar que las personas que estén interesadas en preparar alimentos saludables para sí mismas también estarían interesadas en tener una mayor actividad física, en no fumar y en controlar sus niveles de colesterol", dijo Csete. "El ejercicio es un factor modificable muy positivo que contribuye a evitar la pérdida de la función cognitiva".

Tampoco está claro lo que conforma específicamente una dieta sana, aunque hay algunas directrices generales que tienen sentido, dijo el Dr. Luca Giliberto, médico investigador en el Centro de Investigación Litwin-Zucker para el Estudio de la Enfermedad de Alzheimer del Instituto Feinstein de Investigación Médica en Manhasset, Nueva York.

"Se podría suponer que una dieta rica en vitaminas naturales, baja en grasas saturadas y rica en grasas omega 3, baja en azúcares refinados y rica en proteínas de alta calidad solucionaría el problema", dijo Giliberto. "En realidad, probablemente se trate del equilibrio de todos estos aspectos y la calidad de vida, la actividad física y mental, y la satisfacción personal asociadas a ellos lo que completa la receta para la buena cognición".

Mientras tanto, un exceso de azúcares refinados, grasas saturadas y una cantidad demasiado baja de vitaminas naturales aumentan el riesgo de aterosclerosis y el estrés oxidativo en el cuerpo, que pueden contribuir al deterioro mental, explicó Giliberto.

"Nunca es demasiado tarde para empezar la prevención, sobre todo con respecto a la alimentación y la actividad física", dijo Giliberto. "Las dos cosas a menudo van de la mano".

FUENTES: Carol Derby, Ph.D., associate professor of neurology and of epidemiology and population health, Louis and Gertrude Feil Faculty Scholar in Neurology, the Albert Einstein College of Medicine, New York City; Marie Csete, M.D., Ph.D., president and chief scientist, Huntington Medical Research Institutes, Pasadena, California; Luca Giliberto, M.D., Ph.D., investigator physician, The Litwin-Zucker Research Center for the Study of Alzheimer's Disease, the Feinstein Institute for Medical Research, Manhasset, N.Y.; July 21, 2015, presentation, Alzheimer's Association International Conference, Washington D.C.

 

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