*Por Dr. Gerardo Spatola | 01 DIC 14

El modelo del territorio vigilado en el campo de la salud mental

Los territorios vigilados que fragmentan la posibilidad de un campo integrado de diferentes disciplinas “antagónicas pero complementarias”.
Autor/a: Dr. Gerado Spatola 

Desde hace unas décadas se fue imponiendo progresivamente el paradigma de la salud mental como un campo interdisciplinario de teorías y prácticas que pretende una democrática horizontalidad epistemológica y no una autoritaria verticalidad hegemónica. Sin embargo, todavía persiste un represivo modelo oculto y encubierto de la salud mental, donde predominan los territorios vigilados que fragmentan la posibilidad de un campo integrado de diferentes disciplinas “antagónicas pero complementarias” según Morin.

Dichos territorios vigilados representan paradigmas en pugna por la hegemonía del saber / hacer que se caracterizan por su reduccionismo, su impenetrabilidad y su aislamiento, más allá de las profundas diferencias conceptuales en conflicto. Este modelo territorial vigilado involucra de distinta forma a todos los actores profesionales del campo de la salud mental, enfocándose en esta oportunidad en los psicólogos, trabajadores sociales y psiquiatras. Cabe destacar que en los paradigmas basados en los territorios vigilados resultan imposibles los intercambios con “el afuera” y las autocríticas desde “el adentro”, siendo igualmente dogmáticos con argumentaciones diversas pero con la misma finalidad omnipotente de custodia y de censura.

Si bien el primer territorio vigilado fue el paradigma de la psiquiatría clásica que fundó la primera disciplina científica dedicada a la salud mental y se dedicó a combatir al psicoanálisis y a la sociología; hoy se rescata su irreemplazable saber / hacer mediante el eterno aporte de sus principales autores y no constituye un modelo vigente en la lucha por el poder paradigmático actual. En cambio, hay otros tres territorios vigilados contemporáneos que se vienen entrecruzando o enfrentando desde mediados del siglo XX hasta la actualidad en orden cronológico, según su momento histórico de surgimiento y apogeo: el paradigma del psicoanálisis, el paradigma ideológico / político / económico / social y el paradigma de la neurobiología. Por supuesto que estos tres beligerantes territorios vigilados fragmentan en forma conflictiva el campo de la salud mental.

El paradigma del psicoanálisis en sus orígenes significó una revolución epistemológica en la psiquiatría, la psicología, la sociología y la filosofía. Luego se fue instalando en el poder central de la salud mental hasta tornarse reaccionario a cualquier cambio o crítica. El endiosamiento del inconciente interpretado provocó su paulatino retraimiento paranoide del resto de las disciplinas científicas dedicadas a las patologías mentales, agregándose el desprecio por el cerebro del paciente y la sociedad en la que vive. El trabajo psicoanalítico se consolidó en la interacción individualista entre el terapeuta y el consultante sin interferencias neurobiológicas ni socio-históricas, custodiando un hermetismo con pretensión de pureza subjetiva. Este territorio vigilado se encargaba también de adoctrinar a sus seguidores en formación para que rezaran los dogmas incuestionables hasta que la propia pulsión de muerte los autodestruya. Y así sucedió en la época del surgimiento de la psicofarmacología que inició el primer proceso de desmanicomialización de pacientes en todo el mundo, gracias a que muchas enfermedades mentales graves dejaron de requerir prolongadas internaciones y pudieron deambular por los consultorios externos; mientras muchos psicoanalistas criticaban de irrelevantes levantamientos sintomáticos a la eficacia terapéutica de los psicofármacos.

Hoy cierta versión fundamentalista del psicoanálisis basado en el estructuralismo sigue defenestrando los avances de las neurociencias como si las investigaciones del cerebro fueran falaces / cosificantes y la misma prescripción medicamentosa fuera una generosa creación de un paraíso bioquímico a disposición / demanda del usuario, gracias a un psiquiatra intermediario para la satisfacción neuronal ilusoria del paciente como nueva presentación del goce placentero por su inmediatez sintomática. Sin embargo otras tendencias psicoanalíticas contemporáneas ya empezaron a dialogar con las neurociencias en un pie de igualdad epistemológica que enriquece a ambas disciplinas científicas.

El paradigma ideológico / político / económico / social en sus orígenes significó otra revolución epistemológica en la asistencia institucional de los pacientes internados durante décadas en los manicomios de la cronificación masiva. Fue un verdadero estallido institucional a favor de los derechos humanos de los pacientes que permitió indispensables reformas de mayor o menor envergadura según los casos. Pero cayó en una suerte de voluntarismo ingenuo donde los diagnósticos clínicos y las patologías mentales eran solamente consideradas construcciones culturales atravesadas por la historia, la política, la economía y la sociedad que crea una locura peligrosa a la medida de una sospechosa normalidad. Así fueron defenestradas la psiquiatría como seudociencia opresora al servicio de la explotación capitalista y la psicopatología como seudodisciplina clasificadora de la arbitrariedad prejuiciosa en manos de los especialistas de la nada misma. El psicoanálisis se alió parcialmente a este paradigma, pero mantuvo algunas diferencias al verse cuestionado como disciplina burguesa y burocrática al servicio de determinada clase social y de algunas prácticas en manicomios respectivamente. Hoy este territorio vigilado impugna saberes científicos diversos en nombre de una concepción integral de la salud mental, donde se combinan diferentes problemas sociales a resolver como el derecho a la vivienda y al trabajo, sin contemplar la especificidad de las ciencias humanas para subordinarlas a las reivindicaciones más generales de la sociedad. 

 

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