Un empresario dona 482 millones de euros | 23 JUL 14

Acabar con medio siglo sin nuevas drogas psiquiátricas

Muchas enfermedades mentales como la esquizofrenia o el autismo comparten factores de riesgo genético.

Daniel Mediavilla

La donación, la mayor para investigar enfermedades mentales y una de las mayores de la historia, puede ayudar a acabar con medio siglo de sequía en la creación de fármacos para estas dolencias

Desde los años 50, no se han desarrollado fármacos realmente nuevos para tratar enfermedades mentales. Uno de los medicamentos introducidos en aquella época, el litio, que se empleó por primera vez para combatir desórdenes psiquiátricos en 1949, es uno de los protagonistas de un hito que puede ayudar a acabar con este bloqueo creativo.

Ayer, el Instituto Broad del MIT y Harvard, un centro estadounidense dedicado a la genómica, anunció la mayor donación de la historia para investigar enfermedades mentales y una de las mayores para la ciencia en general. Ted Stanley, un empresario que hizo fortuna tras fundar la compañía de coleccionables Danbury Mint, se ha comprometido a dedicar 482 millones de euros a la investigación para comprender la base molecular de las enfermedades psiquiátricas y poder desarrollar nuevos tratamientos.

El interés de Stanley por la enfermedad mental y la importancia del litio en esta historia se unen en su hijo Jonathan. Con 19 años, cuando estaba en la universidad, le diagnosticaron trastorno bipolar grave. Tras varios años de lucha contra la enfermedad, y con ayuda del litio, el joven se pudo curar, regresó a la universidad y hoy es un abogado de éxito. Ahora, su padre quiere poner su fortuna al servicio de los científicos para que otros puedan beneficiarse de innovaciones como la que salvó a su hijo.

Varios descubrimientos casuales de nuevos fármacos en los 50 y 60 cambiaron la psiquiatría

Durante décadas, las causas biológicas de los trastornos psiquiátricos como la depresión o la esquizofrenia han eludido los esfuerzos de los científicos por comprenderlas. En los 50 y los 60, varios descubrimientos de chiripa transformaron la psiquiatría y permitieron empezar a tratar la bipolaridad de gente como Jonathan o las alucinaciones de los esquizofrénicos. La revolución, sin embargo, no tuvo continuidad. Pese a los beneficios, los pacientes debieron conformarse con fármacos que no atajaban algunos de los síntomas más graves de las enfermedades e incluso tenían importantes efectos secundarios.

Aunque otros grupos de enfermedades como el cáncer también se han revelado como demenciales rompecabezas biológicos, al menos los investigadores que tratan de resolverlos cuentan con tejidos que estudiar. En el caso de las enfermedades mentales, no se puede estudiar la bioquímica del cerebro humano en vivo. “Nuestros cerebros son sacrosantos y están protejidos tras un cráneo de hueso”, ha afirmado al Boston Globe Steven Hyman, director del Centro Stanley para la Investigación Psiquiátrica del Instituto Broad. Así, solo el estudio de la genética, en el que está especializado este centro, parece un camino factible para conocer las bases moleculares de las enfermedades y lograr curas más específicas y con menos efectos secundarios.

 

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