Por los Dres. Carlos Trotta y Andrés Carot | 03 OCT 13

Profesionales para el siglo XXI en un mundo global

Dos Médicos sin Fronteras analizan el perfil de profesional que necesita un mundo global, en particular cirujanos y anestesistas.
Autor/a: Dres. Carlos Trotta y Andrés Carot 
INDICE:  1.  | 2. 

Profesionales para el siglo XXI en un mundo global: necesidad y desafío

El propósito de esta presentación es plantear la necesidad de un nuevo perfil de profesionales para un mundo interconectado, global, necesitado de valores humanitarios; anestesiólogos y cirujanos  preocupados y ocupados por lo que sucede no solo dentro de nuestras fronteras sino por lo que sucede más allá de ellas.

En el contexto de lo que se ha dado en llamar epidemia global de desigualdad en salud, es evidente que hay países con acceso dispar a un tratamiento quirúrgico y anestésico eficaz;  lo que debiera ser un auténtico tema de salud pública no ha sido reconocido como tal ni se ha visto reflejado en la formación y actuación de nuestros profesionales. 

La Federación Mundial de Sociedades de Anestesiólogos  dice  por ejemplo - (The Lancet, enero de 2011) - que la mortalidad por anestesia en los países desarrollados es 1 cada 185.000 operaciones, mientras que en los países de bajos ingresos es 1 cada 133.

Con respecto a lo que es considerado un requerimiento mínimo del monitoreo en anestesia, el oxímetro, los países de altos ingresos tienen oxímetros en prácticamente el 100% de sus salas de operaciones; el promedio mundial es del 80 %;  en los países del África sub-sahariana es de solo 30%. (1)  

Se estima que 2.000 mil millones de personas en el mundo no tienen acceso a servicios elementales de cirugía, y 35 millones reciben anestesia sin equipo o personal adecuados  (2).

Ahora bien, cuando se abordan temas de salud pública global o internacional se piensa  por lo general en grandes epidemias; el acceso a cirugía y por ende a anestesia no figura entre esas inquietudes, no es una prioridad (3) a pesar que ya en 1980 el  Dr. H. Mahler –que entonces presidía  la Organización Mundial de la Salud –OMS- las relacionaba con el lema de Alma-Ata “Salud para todos.

Decía allí –hablando en un Congreso Internacional -……”la distribución de los recursos quirúrgicos en los países y en el mundo debe ser analizada detenidamente de la misma manera que cualquier bien intelectual, científico, técnico, social o económico” (4).

Recién en diciembre de 2005 la O.M.S. lanza la llamada Iniciativa global para el cuidado en cirugía (GIESSC, por sus siglas en inglés)   (5).

La O.M.S. estima que solucionar las enfermedades quirúrgicas-dentro de las cuales el abordaje anestésico es fundamental- es tan costo efectivo como una campaña de vacunación (6) y agrega  que la incidencia de patologías pasibles de cirugía –sea por incidentes de tránsito, por urgencias obstétricas o por conflictos armados, donde mas del 90% de las víctimas son civiles (7) –aumentará dramáticamente, aun más, hacia el 2020 (8), afectará principalmente a la franja etárea que va de los 15 a los 44 años (9) y será más evidente y letal en los países menos desarrollados y en los sectores más empobrecidos donde faltan recursos humanos y físicos, configurando así una crisis humanitaria y de salud colectiva de  magnitud.

Estas cifras y estos datos denuncian inequidad y desigualdad entre países (10) y dentro de un mismo país (11):  el World Journal of  Surgery no duda en hablar de la “obscena combinación de cirugía y anestesia de alta tecnología para los ricos y prácticamente nada para los pobres” (12).

Sin embargo a pesar de su contundencia esta problemática merece entrar dentro del grupo de las llamadas enfermedades olvidadas (DNDI) (13) ya que no se la encara como un objetivo humanitario prioritario.
Las disparidades existentes son inaceptables.

Ante esa realidad, es necesario pensar un cambio en nuestra  formación y en nuestra actuación como profesionales de la salud?

Hemos respondido a esas necesidades y a esos desafíos?

Es evidente que nuestro accionar como médicos, como profesionales, no puede limitarse a la especialidad ni a nuestro radio de acción; es evidente que debemos ampliar nuestra mirada porque ahora vivimos en un mundo interconectado, interdependiente y conocemos y sabemos estadísticas, datos, hechos, como los ya mencionados, ante los que no podemos permanecer indiferentes sin ofrecer una respuesta (14). Sería renegar de nuestros compromisos éticos, negar la salud como derecho (14 a) y  tener una visión pequeña del mundo que limitaría seriamente no solo nuestro desarrollo humano sino también el profesional “porque, además del imperativo moral,  hay una enorme caudal de conocimientos y experiencias que pueden ganarse con el intercambio de ideas y prácticas” (traducción libre del antes mencionado comentario editorial del World Journal of  Surgery).

 

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