Lo que decimos cuando no hablamos | 15 JUL 13

Comunicación no verbal en el consultorio

El lenguaje que habla más allá de las palabras en la relación médico / paciente.
Fuente: Dr. Rubén Mayer 

Una propuesta informal para empezar a reflexionar sobre la comunicación no verbal del médico es ver en youtube al Dr. Vaca, el personaje de Peter Capusotto. En la parodia, el doctor toma el pulso, ausculta, ve una radiografía,  y sólo atina a emitir un sonido poco alentador mientras una voz en off sentencia: “porque cuando de salud se trata la expresión del facultativo es el mejor diagnóstico”.

En su libro “Comunicación no verbal”, Sergio Rulicki la define como un lenguaje  complementario al de las palabras y transmitido a través de canales distintos: se habla pero a través del cuerpo.

Constantemente los pacientes ponen a prueba el potencial no verbal del médico por su capacidad de generar reacciones con casi todo lo que traen a la consulta: su particular problema, su modo de relatarlo, sus explicaciones e interpretaciones, sus preguntas, su apariencia física y sus sentimientos. También los hallazgos del examen físico, los resultados de los estudios y los familiares del paciente son fuente de reacciones.

Este enorme caudal de emociones ejerce una presión fisiológica y psicológica que se exterioriza corporalmente en gestos, posturas, modos de hablar, ademanes, que el médico expresa sin parar, la mayoría de las veces de manera inconsciente y sin llegar siquiera a darse cuenta ni tener posibilidad alguna de controlar o evitar.

Las personas, en este sentido, somos el conjunto de las expresiones heredadas más las adquiridas a través de nuestra particular cultura (familia, país, región, género, status económico y de poder); piso de gestualidad sobre el que se agregan aquellas que son características de nuestra profesión y, por supuesto, las de nuestro repertorio personal. Se superponen a todas las anteriores las del momento particular que estamos atravesando, las expresiones que hablan de lo que nos pasa en nuestra vida personal y profesional, así como del grado de placer o insatisfacción con lo que estamos haciendo o con el lugar donde trabajamos.

Emociones, presión fisiológica / psicológica y movimientos corporales, todo el tiempo. Siguiendo esta vía se construyen y transmiten mensajes ocultos que refuerzan o contradicen lo que nuestras palabras quieren significar. Otras veces -cuando es mejor no decir o cuando no sabemos cómo- las sustituyen.

Nuestra comunicación no verbal, a través de sus diferentes modalidades, le habla a los pacientes acerca de cómo nos sentimos interactuando con ellos, si nos caen bien o nos producen rechazo, si estamos atentos o dispersos, cómo valoramos lo que vemos y escuchamos, si estamos siendo sinceros o simulando.

La relación médico-paciente es una relación cara a cara, directa y de alto contenido emocional y, como tal, los pacientes buscan (y muchas veces encuentran y en otras creen encontrar) en el rostro, la mirada, en los gestos y movimientos del médico la información que no comprenden a través de un lenguaje verbal encriptado o aquella otra que sospechan se les está ocultando. Quieren dar, en última instancia, con alguna señal de receptividad: ¿habrá prestado atención a lo que dije?, ¿me habrá entendido?, ¿ha llegado a comprender lo que siento?

El contexto en que nos movemos, es sabido, es propicio para la sospecha: existe en estos tiempos que nos han tocado una desconfianza basal en los sistemas y en los profesionales de la salud, desconfianza que es potenciada por consultas cada vez más breves, y por ansiedades y temores cada vez mayores.

De ahí que todo o casi todo puede ser fuente de información –objetiva o subjetivamente-. Algunas tienen por sí solas un peso específico como portadora de mensajes; sin embargo, en la mayoría de los casos los pacientes arriban a una conclusión mediante la integración de indicios y aplicando una lógica o unos códigos difíciles de expresar en palabras pero que dan a la persona la sensación de certeza sobre lo percibido y de la presencia o no de una gestualidad que refleje claramente la intención del médico de acompañar e involucrarse:

  • Cómo damos la mano al recibir y al despedir al paciente: mirando o no mirando a los ojos, con el cuerpo de frente o de perfil, intenso o débil, breve o prolongado, con el brazo flexionado o estirado.
     
  • Con qué velocidad hablamos, interrogamos, revisamos, vemos los estudios o hacemos las recetas.
     
  • Si hacemos contacto ocular al escuchar al paciente o al comunicarle información y decisiones relevantes, o nos distanciamos mirando la pantalla de la computadora.
     
  • Si lo revisamos completa y sistemáticamente, o apenas insinuando la mano o el estetoscopio a través de sus ropas; o directamente ni lo hacemos.
     
  • Si nos posicionamos físicamente por encima o a su mismo nivel.
 

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