Aunque el médico diga que no son necesarios | 04 ABR 13

Los padres exigen medicamentos

Una encuesta presentaba un diagnóstico hipotético de un trastorno digestivo en un niño pequeño.

Cuando los médicos utilizan categorías rápidas y fáciles para resumir los síntomas preocupantes en un bebé que por lo demás está sano, los padres son más propensos a desear que su hijo sea tratado con algún tipo de medicamento, aunque se les diga que los fármacos no ayudarán, señala una investigación reciente.

El hallazgo proviene de los resultados de una encuesta administrada en clínicas pediátricas generales. La encuesta también preguntó a los padres cómo reaccionarían si se les dijera que el llanto y la salivación excesiva de su hijo resultaban de un diagnóstico de enfermedad del reflujo gastroesofágico (ERGE), en lugar de no recibir un diagnóstico específico de una enfermedad.

El estudio resalta el potente impacto que la forma de expresarse de un médico puede tener sobre la toma de decisiones de los padres, al mismo tiempo que enfatiza la importancia de la comunicación entre médicos y padres.

"La categoría diagnóstica parece transmitir el mensaje de que hay una enfermedad que amerita tratamiento médico", explicó la autora líder del estudio, Laura Scherer, profesora asistente del departamento de ciencias psicológicas de la Universidad de Missouri. "Pero dependiendo de la situación, los tratamientos médicos podrían resultar necesarios o no. En el caso de ERGE, un bebé por lo demás sano probablemente no se beneficie de un medicamento. Así que en este caso, [esa] categoría podría resultar engañosa".

Scherer y colegas publicaron sus hallazgos en la edición de mayo de la revista Pediatrics.

Aunque los resultados de la encuesta hablan sobre un impacto potencial de las categorías diagnósticas en general, los autores anotaron que el problema es de interés específico respecto al ERGE. Una creciente preocupación es que esta afección en particular se diagnostica y se trata de más en niños que básicamente están sanos.

Entre 2011 y 2012, los investigadores encuestaron a 175 padres (con una edad promedio de unos 35 años) en la sala de espera o en la sala de exámenes de una clínica pediátrica. La mayoría de las participantes eran madres, a quienes se describió con un alto nivel educativo. La edad promedio de sus hijos era 4.5 años. Alrededor de una quinta parte de esos niños habían sido diagnosticados con ERGE anteriormente.

Los padres recibieron al azar uno de cuatro escenarios hipotéticos: el bebé tenía ERGE y los medicamentos existentes no eran efectivos; el bebé tenía ERGE pero no se comentó nada sobre los medicamentos; no se ofreció ninguna categoría diagnóstica en el contexto de unos medicamentos no efectivos; o no se ofreció ni una categoría diagnóstica ni información farmacológica.

El resultado: los padres que recibieron un diagnóstico de ERGE terminaron interesados en tratar al bebé con medicamentos, a pesar de que se les advirtiera específicamente que no funcionarían.

Al contrario, los padres a quienes no se ofreció una categoría diagnóstica para describir los síntomas de llanto y salivación de sus bebés solo expresaron interés en un tratamiento farmacológico si el médico no planteaba el tema de la falta de efectividad de los fármacos. Esto hizo que los padres supusieran que los fármacos relevantes funcionaban.

Cuando la falta de efectividad médica se discutió, esos padres no expresaron interés en comenzar un tratamiento farmacológico.

"Es importante que tanto los pacientes como los médicos sepan que estos tipos de categorías diagnósticas pueden influir sobre la forma en que los padres o los pacientes responden a los síntomas", señaló Scherer. "Las palabras tienen el poder de hacer que un proceso normal parezca algo que amerita una intervención médica", explicó.

Añadió que "también es importante que los padres o los pacientes escuchen toda la historia. ¿Está el médico diciendo que los síntomas desaparecerán solos, o que los medicamentos disponibles no funcionan tan bien? Esa información es igual de importante que la categoría diagnóstica".

Por su parte, el Dr. David Dunkin, profesor asistente de pediatría de la división de gastroenterología pediátrica de la Facultad de Medicina Icahn de Mount Sinai, en la ciudad de Nueva York, dijo que los hallazgos de la encuesta llegan al núcleo de la relación entre médico y paciente. Dunkin no participó en el nuevo estudio.

"El trabajo del médico es convertirse en socio del padre, y darle la información que necesita sobre la afección del niño, pero también sobre los efectos secundarios, riesgos y beneficios del tratamiento", dijo Dunkin. "En mi caso con frecuencia veo a pacientes que ya han sido remitidos por un pediatra, y que ya llegan con la idea de que su hijo tiene reflujo [ERGE], sin que en realidad se les haya explicado la situación del todo", anotó.

"Pero mientras se conversa al respecto, es muy importante que los médicos tengan mucho cuidado sobre lo que dicen y cómo lo dicen", añadió Dunkin. "Tenemos que asegurarnos de explicar las cosas de forma completa, y en un lenguaje que los padres no malinterpreten. Y si no entienden, hay que darles a los padres la oportunidad de hacer preguntas. Porque aunque uno recomiende algo de forma contundente, al final en realidad hay que tomar la decisión juntos".

FUENTES: Laura Scherer, Ph.D., assistant professor, department of psychological sciences, University of Missouri, Columbia, Mo.; David Dunkin, M.D., assistant professor, pediatrics, department of pediatric gastroenterology, Icahn School of Medicine at Mount Sinai, New York City; May 2013 Pediatrics

 

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