Hamburguesas y pollo frito en el corredor de la muerte | 02 OCT 12

¿Qué piden los condenados a muerte en su última cena?

Los condenados a muerte en EEUU eligen para su última cena grandes cantidades de comida basura, según el primer estudio que analiza los platos reclamados en varios estados.

by Javier Salas

¿Qué sabor de boca llevarse al otro mundo? El privilegio de los condenados a muerte en EEUU de pedir una última comida especial puede ofrecer algunas claves inesperadas sobre los mecanismos de una mente humana enfrentada de forma inequívoca a su propia muerte. Un grupo de investigadores de la Universidad Cornell analizó por primera vez en profundidad las comidas escogidas por estos presos y, para su propia sorpresa, descubrieron que había un patrón común. Estudiado a fondo, el listado de últimas comidas no era una relación aleatoria de menús, sino que conformaban un conjunto de platos que dicen mucho sobre “el surrealismo de las ejecuciones contemporáneas”.

Para empezar, los investigadores descubrieron que las comidas que piden los reos no se parecen en nada al tópico extendido en libros y encuestas entre celebridades sobre cuál sería su última cena. Ni jugosos filetes de carne roja, ni bandejas de delicioso marisco. Los condenados eligen comida rápida, en muchas ocasiones de marcas populares; mucha caloría concentrada en importantes cantidades de comida basura. “La elección de marcas que encontramos en nuestro análisis podría venir impulsada por un anhelo de familiaridad, de confort asociado con su pasado”, explica Kevin Kniffin, uno de los investigadores.
 
El 40% de los presos reclamó en su menú alguna marca concreta. La más popular de todas es Coca-Cola, presente en el 16% de los 247 casos estudiados (de 2002 a 2006). Las preferencias entre compañías de fast-food están muy repartidas (McDonalds, KFC, Wendy’s…) y tienen una importancia vital para ese paladeo, último consuelo antes de afrontar su castigo. Tanto es así que, por ejemplo, Thomas Grasso -ejecutado en Oklahoma por ahogar a una anciana con un cable de bombillas de Navidad- quiso que sus últimas palabras en este mundo antes de morir por inyección letal fueran para quejarse del menú: “No me dieron SpaghettiOs [una marca de pasta], me pusieron espaguetis. Quiero que la prensa lo sepa”. 

De media, los condenados a muerte pidieron comidas que superaban las 2.700 calorías, más de lo que necesita un adulto a lo largo de un día. En Texas, se acercan a las 4.000 calorías en sus últimas voluntades alimenticias.
 
Los reos tienen dos únicas restricciones: nada de alcohol y un tope de gasto (flexible en función de la disponibilidad) que ronda los 40 dólares. Este detalle sería una traba importante para quien quisiera pedirse alguna delicatessen, pero la relación de peticiones indica que no van por ahí las voluntades de los condenados. De entre docenas de casos analizados, sólo un preso de Ohio incluyó algo que pudiéramos denominar comida de gourmet: salteado de setas, brócoli, ensalada de lechuga verde con aliño francés, col, queso y filet mignon.
 
Lo cierto es que la apuesta es ultracalórica, ya que de media las peticiones suman más de 2.700 calorias en una sola comida: por encima de la ingesta recomendada para todo un día para un adulto sedentario. Los texanos hacen honor al estereotipo y los reos ejecutados en el estado de la estrella solitaria pidieron menús que de media se aproximaban a las 4.000 calorías; alimento suficiente para alimentar convenientemente a un hombre durante dos días.
 
Mención aparte merece Gary Simmons, El Carnicero, quien logró que las autoridades de Misisipí le sirvieran una merendola de 29.000 calorías. El piscolabis incluía una ración doble de Pizza Hut Suprema con champiñón, cebolla, jalapeños y pepperoni; una porción de pizza con tres quesos, aceitunas, pimiento, chorizo, tomate y ajo; 10 paquetes de ocho onzas de queso parmesano; un paquete familiar de Doritos de queso; ocho onzas de nachos con jalapeños; cuatro onzas de jalapeños en rodajas; dos batidos grandes de fresa; dos coca-colas de cereza; patatas fritas supergigantes de McDonald con extra de ketchup y mayonesa; y dos barriles de helado de fresa.
 
Un mensaje en el menú
 
Nada de tofu, nada de yogures, nada de frutos secos, poca verdura… Los presos estudiados (sólo dos mujeres) se quisieron despedir con la barriga llena de carne, esencialmente, y de comestibles poco recomendables para el consumo habitual. El alimento que más aparece (37,3%) es uno tan común como el pollo (ya sea frito, alitas, en sandwich…), seguido de hamburguesas (23,8%), filetes (21,8%), bacon (17,3%) y pescado o marisco (8,8%). Además, dos tercios de los ejecutados pidieron postre y en la mayoría de los casos no se conformaban con uno solo: tartas, bollos, helados y chocolate, pedido por el 17% de los presos y que los investigadores relacionan con el uso que se hace de este alimento para enfrentar situaciones de estrés. 

 

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