"Ciencia a lo loco" por Diego Golombek | 30 ENE 12

En un abrir y cerrar de ojos

El parpadeo es una acción que no registramos, pero que realizamos todo el tiempo. ¿Con qué situaciones tiene que ver la frecuencia de este acto?¿Con la atención que uno prese o es un reflejo de lo que ocurre en el cerebro ?

Por Diego Golombek 
Foto: Martín Lucesole

Nuestra vida está llena de maravillas de las que ni siquiera nos percatamos. Una de ellas es tan pero tan común que nos pasamos más de una hora diaria (o unos 19 días por año, si lo prefieren) haciéndolo y nada, no nos damos cuenta. Efectivamente, parpadeamos unas 15.000 veces al día y cada parpadeo dura en promedio unas tres décimas de segundo, así que a hacer las cuentas de todo lo que nos perdemos de mirar. Y esta obligación de parpadear tal vez sea la explicación de por qué es tan difícil el juego de mirarse a los ojos a ver quién dura más sin cerrarlos.

Es cierto, el parpadeo es necesario para limpiar y lubricar el ojo, pero hay más ciencia escondida en este abrir y cerrar de párpados. Por ejemplo, la frecuencia no necesariamente se altera si estamos en el desierto, en un sauna o en un baño de vapor. Ahora prendan los cronómetros, el párpado -ese pedacito insignificante de piel- comienza a bajar lentamente, se acelera en la mitad y luego se enlentece antes de cerrarse del todo. Luego de 1/20 segundos cerrado, se abre de nuevo y para el cerebro aquí no ha pasado nada. Eso sí, si se apaga la luz por esta fracción de segundo, nos percataremos de inmediato.

Una observación de lo más interesante es que la frecuencia del parpadeo tiene que ver con lo concentrados que estemos: los pilotos de aviación o de autos parpadean menos cuando están en situaciones que requieren mucha atención, e incluso todos reducimos esta frecuencia si estamos leyendo o haciendo cálculos artiméticos. ¿Y saben lo que todos ustedes acaban de hacer? Parpadearon al llegar al punto de la oración anterior, como si el parpadeo acompañara la pausa de la actividad mental. Así, este movimiento de morondanga parece estar reflejando lo que pasa dentro de nuestro cerebro con la información que le llega.

Si estamos hablando con alguien y parpadea impúdicamente, puede que no nos esté llevando mucho el apunte, porque está en una especie de pausa mental mientras nosotros le decimos todo lo que tendría que estar haciendo.

No estamos solos en esto, los animales también parpadean y hasta hay diferencias de acuerdo con su modo de vida. Hay observaciones de los años 20 que indican que los herbívoros son más parpadeadores que los carnívoros. Entre el bichaje, los gatos son buenos en esto del parpadeo, y como lo hacen más lentamente, es fácil observarlo y estudiarlo. Tal vez sea que hablan más, ya que al menos en los humanos se comprobó que el lenguaje hablado aumenta este abrir y cerrar de ojos. Asimismo, los nervios o la ansiedad suelen aumentar la frecuencia de parpadeo; hay quienes dicen reconocer las mentiras por cómo parpadea el interlocutor.

 

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