Liderado por la Dra. Mónica Katz | 16 OCT 11

Con 400 personas, debutó el primer grupo anti dieta del país

Como alternativa a las formas de bajar de peso, proponen comer de todo, pero en menor cantidad.

Por Gisele Sousa Dias

La semana pasada, mientras estaba al aire, alguien le dijo a Susana Giménez lo que se supone que, en su lógica, es el mayor de los elogios: que estaba delgada. Ella, en vez de agradecer, sonreír o negarlo con falsa modestia, se puso seria y contó cuál era el precio de esa belleza: “Para estar así –se recorrió a sí misma con una mano–, tengo que andar en la cinta, tomar nada más que agua, comer lechuga y ... no hacer el amor”. En el piso se hizo un silencio espeso. Nadie supo si reírse o darle el pésame. Ese modelo de dietas esclavizantes, sin embargo, parece estar quedando fuera de juego. Y ayer, por primera vez, unas 400 personas protagonizaron el primer movimiento “No dieta” del país.

El encuentro, guiado por la médica nutricionista Mónica Katz, comenzó con un monólogo humorístico a cargo de una actriz: una mujer que probó con las plantillas quemagrasas/con los aritos reductores/ que pasó tanta hambre que terminó viendo un tupper de arroz blanco como un objeto de deseo/ y que veía porciones en vez de personas.

Tanto instinto asesino para bajar 250 gramos.

“El médico me dijo que es porque tengo metabolismo lento. Qué me parió, yo las tengo todas: pie plano, pelo rebelde y metabolismo lento”.

Katz, directora de la Carrera de Especialista en Nutrición de la Universidad Favaloro y fundadora del equipo de trastornos alimentarios del Hospital Durand, aprovechó el grotesco para desarrollar la filosofía “No dieta”. “Está demostrado que no es el alimento el que genera adicción sino la forma en la que comemos. Evitar completamente o comer de manera intermitente lo que más nos gusta es contraproducente porque, en los días permitidos, uno se descontrola y termina comiendo el doble”, explicó sobre el escenario. “Cuando uno legaliza el placer y come todos los días una porción moderada de lo que más le gusta, la obsesión por esa porción de pizza prohibida o de torta de chocolate se reducen de una forma increíble”.

La lógica que propone es la antítesis del “dietante” (el que vive empezando y rompiendo dietas). “Uno está frente a esa comida que le gusta, pero no es ‘la última cena’. Si quiero, mañana puedo volver a comer una porción de milanesa o de brownie. Y mañana. Y pasado. Y al día siguiente. Entonces ¿por qué comerlo todo hoy?”, preguntó, como si para los asistentes que trajeron todos los kilos de más que tienen, la respuesta fuera obvia. En este contexto, entonces, no hay más “alimentos permitidos ni prohibidos. Sí, en cambio, alimentos o porciones convenientes y no convenientes”.

 

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