Escepticemia, por Gonzalo Casino | 19 SEP 11

Slow journalism

Sobre el peligro de las prisas en la comunicación y el periodismo médicos.

El público parece cada vez más interesado en conocer los últimos descubrimientos médicos, especialmente los que pueden afectar a su salud. El común de la gente tiene fe en la ciencia y confía en que los avances médicos pueden mejorar su bienestar. No en vano, los científicos y los médicos ocupan las primeras posiciones en la escala de confianza entre los diferentes profesionales e instituciones de una sociedad democrática (así lo indica, por ejemplo, un sondeo de Metroscopia de 2011 referido a España, publicado en El País del 14 de agosto). Sin embargo, muchas de las noticias sobre hallazgos médicos que difunden los medios de comunicación no merecen esa confianza por tratarse de investigaciones preliminares que no están maduras para el consumo público.

La cobertura mediática de estos resultados preliminares, generalmente presentados en congresos y otros eventos médicos, puede trasladar al público la falsa impresión de que los datos ofrecidos son válidos y consistentes, que la metodología empleada en el estudio es fiable y que los resultados son ampliamente aceptados. Pero esto no suele ser así, porque las reuniones científicas están para avanzar líneas de investigación, ofrecer los primeros resultados, avanzar hipótesis, concertar intereses comunes e intercambiar opiniones. Y lo cierto es que muchas de las comunicaciones presentadas en congresos tienen un diseño imperfecto (estudios no controlados o controlados pero no aleatorizados), se basan en muestras pequeñas (menos de 30 sujetos), o en estudios de laboratorio o con animales.

Con el tiempo, los hallazgos iniciales de muchas investigaciones no se llegan a confirmar y algunos estudios ni siquiera concluyen o se publican. La cuarta parte de los trabajos presentados en congresos que han recibido atención mediática permanecen sin aparecer en la literatura médica tres años después de su difusión. Y el 41% de los que sí se acaban publicando en alguna revista científica, presentan discrepancias significativas con los datos iniciales.

A pesar de ello, esta especie de congresitis que favorece la difusión de hallazgos preliminares está muy extendida. Casi la mitad de las noticias de biomedicina que saltan a primera página de los periódicos no están basadas en investigaciones revisadas por expertos. Algunos periodistas, motivados por ser los primeros, se saltan el principio periodístico de contrastar la información con diversas fuentes y se lanzan a la publicación de una noticia con el único aval de una fuente interesada que difunde sus ideas e hipótesis sin el necesario contraste. Pero la culpa no es exclusiva de los medios de comunicación: el ansia de autopromoción de algunos investigadores, de figurar como los autores de algún avance y de salir cuanto antes en los medios, les lanza, peligrosamente, a avanzar resultados preliminares.

 

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