Del romanticismo a la resistencia | 15 AGO 11

Tuberculosis: por qué sigue siendo un problema

Sus orígenes en el romanticismo desembocan en un presente de multirresistencia y formas clínicas graves. Una historia repleta de metáforas y celebridades: Kafka, Chopin, Keats.

Por Marcelo Rodriguez

Imagen: FRANZ KAFKA, FREDERIC CHOPIN Y JOHN KEATS, TRES GRANDES ARTISTAS TISICOS.

“Ahora es el cáncer la enfermedad que entra sin llamar, la enfermedad vivida como invasión despiadada y secreta (papel que hará hasta el día en que se aclare su etiología y el tratamiento sea tan eficaz como hoy en día llegó a serlo el de la tuberculosis).” Cuando en 1978 Susan Sontag escribió La enfermedad y sus metáforas, no existía el temor que existe hoy por las superbacterias, ni por las formas resistentes de esta última. Durante las primeras décadas del siglo XX fue la enfermedad que más gente mató; en 1929, Alexander Fleming concretó su famoso descubrimiento “casual” de la penicilina, y poco más de una década después la tuberculosis era firme candidata a convertirse apenas en un recuerdo gracias a uno de los mayores inventos de la historia: los antibióticos. Los mismos a cuyo uso indiscriminado se atribuye ahora, justamente, la proliferación de nuevos microorganismos que causan formas de tuberculosis –y de muchas otras enfermedades bacterianas como la malaria, la gonorrea, las neumonías o la sífilis– resistentes al tratamiento habitual: “Queremos hacer un llamamiento para que el mundo entero se movilice y haga un mejor uso de estas poderosas armas mientras exista la oportunidad, y antes de que retrocedamos a la era anterior a los antibióticos”, llegó a decir el director del Departamento de Enfermedades Infecciosas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), David Heymann, cuando presentó en 2008 el Informe sobre la tuberculosis multirresistente en el mundo.

Los motivos para preocuparse surgían del hallazgo de poblaciones en las que más del 10 por ciento de los casos no respondían al tratamiento estándar con isoniacida y rifampicina. El promedio mundial de esta forma multirresistente a drogas (MDR, multi-drug resistant) era menor al 5 por ciento (como referencia, la Argentina registra entre un 3 y un 4 por ciento de MDR en su población con tuberculosis). Se había detectado un record del 22 por ciento en Bakú (Azerbaiján), pero en la versión 2010 del Informe esa cifra es superada (28% de MDR al noroeste de Rusia) y se consigna, además, que en el mundo sólo un 7 por ciento de los casos resistentes son diagnosticados. Y los centros de vigilancia epidemiológica de al menos 59 países ya registran algún caso de tuberculosis XDR o ultrarresistente, a la que tampoco hacen mella las caras y poderosas drogas de segunda opción (amikacina, kanamicina, capreomicina), ni las fluoroquinolonas.

SIEMPRE UNA BISAGRA

Destinado a marcar hitos en la historia médica, el Mycobacterium tuberculosis fue el primer microorganismo señalado como causa de una enfermedad. Es un bacilo –término que deriva de “bastoncillo” en latín, una bacteria de forma alargada– que recibió el nombre de su descubridor, Robert Koch (1843-1910). Su aparición bajo el microscopio, en 1882, fue piedra fundacional de la microbiología, el tiro de gracia para las concepciones místico-mágico-religiosas de la medicina, y abrió esa enorme puerta que hoy sigue abierta.

Aún aparecen anualmente en el mundo casi 10 millones de nuevos casos, y casi 2 millones de personas mueren a causa de ella, a pesar de la eficacia del cóctel de drogas usado como tratamiento estándar, que sólo cuesta en total unos 25 dólares. En la Argentina, la epidemia tuvo en esta pasada década una especie de meseta con 10 a 12 mil casos nuevos por año, y el tratamiento está totalmente cubierto por un programa nacional, pero no es fácil controlarla por la falta de llegada a poblaciones vulnerables y sobre todo por la evidente dificultad de los pacientes para seguir el tratamiento, lo cual aumenta el riesgo de que proliferen las formas resistentes.

La mitad de los casos se encuentra en el área metropolitana, pero hay áreas del Noroeste donde la proporción de casos triplica el promedio nacional.

ORGANISMOS SIN COMPETENCIA

La zona oscura que se vislumbra en esa puerta abierta son las “superbacterias” que basan su éxito en tener a los antibióticos como aliados.

Tan común como el uso de antibióticos sin prescripción médica –hay países donde ni siquiera es necesaria– es recetarlos sin necesidad. Ante una afección de origen viral, por ejemplo, un antibiótico es inútil –ningún virus es sensible a ellos– y, en todo caso, no actúa más que como placebo. Un placebo con serios efectos colaterales y riesgos.

Otra práctica frecuente es la de suministrar antibióticos a pacientes hospitalizados para “cubrir todo el espectro posible de gérmenes patógenos”. Lo describe Mónica Müller en su libro Pandemia (2010), en el que trata diversas aristas del problema de la gripe A H1N1: quien en realidad se “cubre” con esta práctica no sería el paciente sino el médico que lo trata, ya que se asegura de “haber hecho todo lo posible” por el paciente si es que al final las cosas no salieran bien para este último.

Como todo organismo, las bacterias pueden mutar ocasionalmente. Y así protegerse de la acción de antibióticos que matan a la mayoría de sus pares. Pero estas bacterias “mutadas” serán insignificantes en condiciones normales. En cambio, cuando un antibiótico barre con las condiciones de vida de una cepa bacteriana, sólo las que han adquirido esa resistencia tendrán probabilidades de sobrevivir y reproducirse transmitiendo esa característica.

Por esto se considera que el uso indiscriminado de antibióticos activa este bien darwiniano mecanismo de “selección natural” que favorece la creación y proliferación de cepas bacterianas MDR y XDR.

UN EXTRAÑO CULTO DE LA ENFERMEDAD

El bacilo ingresa por la vía aérea y, librado el ataque a su curso natural, provoca lesiones en el tejido pulmonar que pueden ir desde un infiltrado intersticial hasta la pérdida del tejido alveolar y la formación de las características cavernas (semejantes a tubérculos) que a veces se comunican entre sí. Hoy es importante detectar la enfermedad a tiempo para no llegar a esos estados, ya que esas perforaciones son irreversibles, aunque el paciente se cure.

 

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