La verdad y otras mentiras | 09 MAY 14

El horror a la incertidumbre

La absurda creencia de que los estudios de diagnóstico por imágenes superan y reemplazan el razonamiento médico.
Un paciente está sentado frente a mí en el consultorio.

–Tengo que comunicarle que usted padece la "enfermedad de Silberman".

Me mira, está perplejo...

-¿Y eso es muy grave, doctor?

Apoyo mi mano sobre la suya.

Todavía no lo sabemos, "Sr. Silberman", pero lo averiguaremos juntos.

Nadie soporta la incerteza respecto de su propio destino o el de sus seres queridos. Pero la medicina no ofrece milagros.

Lejos de lo que suele creerse, el diagnóstico médico no consiste en la aplicación automática del conocimiento científico a las personas. La medicina no es una ciencia, sino una disciplina humana sustentada en el vínculo y mediada por la comunicación.

Un consultorio no es un laboratorio experimental aislado del mundo. Por el contrario, es un espacio inmerso en la inabordable complejidad de la vida, donde se produce el encuentro entre alguien que sufre y alguien que está dispuesto a ayudarlo.

Diagnosticar es una operación cognitiva del más alto nivel que se sirve de la información general -proveniente de estudios de grandes poblaciones- para aplicarla a casos singulares, únicos e irrepetibles. No asistimos enfermedades, sino a enfermos. Las patologías se nos presentan bajo las más diversas formas. Esculpidas por la experiencia, la historia personal, las habilidades expresivas, lingüísticas y culturales de un individuo. Se trata de biografía tanto como de biología.

No hay manera de convertir este encuentro en la mera reproducción de algoritmos y cursos preestablecidos de acción sin privarlo de su propio fundamento. La palabra, los gestos y la observación son las tecnologías de mayor complejidad de la que los médicos disponemos para formular una hipótesis diagnóstica. Resulta ingenuo, y a menudo peligroso, suponer que la relación construida entre médico y paciente puede ser reemplazada por los exámenes complementarios más sofisticados.

Eso que algunos llaman "ojo clínico" es el producto de la interpretación del significado de aquellos estudios que una persona capacitada hace subordinándolos a la historia individual de un enfermo. El resto es secundario, muchas veces prescindible o superfluo.

El auténtico talento clínico consiste en la selección que se realiza del infinito menú de posibilidades con que un médico cuenta hoy para estudiar a un paciente más que en la mera lectura de sus resultados. La tecnología dio a la medicina herramientas poderosas nunca antes imaginadas. Pero ninguna de ellas podrá sustituir la atenta escucha de una narración ni el enorme poder que reside en la palabra para comprender, acompañar y sanar.

 

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