Y hoy gana ultramaratones | 30 ABR 11

Le sacaron parte del cerebro por su epilepsia

Diane Van deren sufre pérdidas de memoria y tiene problemas con el manejo del tiempo, pero no se arrepiente.

Por Enrique Garabetyan

Preparada. Van Deren participará en una carrera de 80 kilómetros en Salta.

Hasta cumplir 27 años, la vida de Diane Van Deren era completamente normal: vivía en un pequeño pueblo al pie de las montañas Rocallosas, en los EE.UU., donde cuidaba a sus dos hijos pequeños, atendía a su marido, entrenaba y practicaba con pasión múltiples deportes, algo que hacía desde que fue tenista profesional en su juventud. La felicidad parecía completa cuando supo que estaba embarazada de Matt, otro varón. Y entonces, a los pocos días de la noticia, tuvo una fuerte convulsión que cambió rápidamente su existencia.

El diagnóstico fue epilepsia y su cotidianeidad se arruinó en forma drástica: las crisis de la enfermedad se repitieron cada vez con mayor frecuencia y al cabo de unos años llegó a sufrir entre tres y cinco episodios por semana, que los medicamentos usuales no lograban atemperar.

Cualquier actividad banal se convirtió –además de compleja y peligrosa– en algo que requería planificación: “Cuidar a mis tres chicos, manejar el auto, darme un baño de inmersión, andar a caballo... todo podía complicarse mucho, y mal si tenía un episodio convulsivo en un momento clave”, le contó a PERFIL vía correo electrónico, pocos días antes de su llegada a la Argentina (ver recuadro).

Así, casi por casualidad, descubrió un particular antídoto personal que le servía para frenar la llegada de las convulsiones: salir a correr por horas. “Siempre fui muy deportista; jugué tenis profesionalmente y entrenaba con constancia desde la adolescencia. Cuando las convulsiones comenzaron a darse con mayor frecuencia, descubrí que si salía a trotar rápidamente cuando estaba por tener una crisis ¡podía evitarla! Y, casi mágicamente, el miedo a tener un episodio me hizo aprender a disfrutar de correr a campo traviesa, por senderos naturales, donde además encontraba paz y belleza. Era una manera de sentirme segura y reconfortada en medio de las crisis”, cuenta Van Deren, hoy de 52 años.

El correr para evadir la enfermedad y la sensación de bienestar que esto le aportaba se volvería, con el tiempo, parte central de su vida futura.

—¿Entonces tomaba medicamentos anticonvulsivos?

—Los tomé durante diez años. Y debo haber probado todos, pero ninguno funcionaba correctamente; o me generaban efectos secundarios insoportables, como un cansancio extremo, pérdida de apetito, mala visión y problemas cognitivos.

 

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