Mucho más que vivir con miedo a sentir pánico | 25 ABR 11

Agorafobia

Es una de las "fobias más discapacitantes que existen.

Patricia Matey | Madrid

¿Se imagina vivir con miedo constante a tener miedo? ¿Comprende el significado de sentir pavor a ir a determinados lugares o a sufrir un ataque de pánico y estar solo? En este mundo desconocido para demasiadas personas vive Begoña Ochandiano, de 42 años y madre de dos hijos pequeños.

Es agorafóbica, un tipo de fobia que afecta al 3% de la población y que se inscribe dentro de los trastornos de ansiedad. Es altamente incapacitante, limitante.

"Me sucede desde que tengo uso de razón. Recuerdo ir de viaje con mis padres y mis hermanos y pasarlo realmente mal, no poder separarme de ellos... Pero todo estalló un día que estaba en el instituto, cuando me sobrevino mi primer ataque de pánico", rememora Begoña.

Cerca del 90% de los agorafóbicos sufre este tipo de crisis. Tras ese primer ataque, que puede producirse en determinadas situaciones (en un puente, en el metro, en el trabajo...), el afectado trata de evitar que vuelva a repetirse, por lo que deja de frecuentar el lugar donde se produjo. Con el tiempo, puede que generalice su miedo a otras situaciones.

Pero, como explica Jerónimo Saiz Ruiz, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, la agorafobia es mucho más que el miedo a los espacios abiertos, tal y como piensa buena parte de la población. "En realidad tienen pánico a sufrir una crisis de angustia y que nadie les pueda ayudar. En ocasiones se confunde con la fobia social, también una de las más frecuentes. Pero mientras que en esta última el afectado tiene miedo a ser evaluado negativamente en sociedad, a ser humillado, a hablar en público... los agorafóbicos temen constantemente que les suceda algo y estén solos". Un miedo que se mezcla con otros síntomas como los mareos, las palpitaciones, la dificultad para respirar, las náuseas o la sudoración, entre otros.

Siempre pensaba que me iba a suceder algo

Por eso Begoña recuerda: "Siempre pensaba que me iba a suceder algo malo. Llevaba una bolsa de plástico en el bolso por si vomitaba y toda clase de documentación por si me volvía loca en plena la calle. Nunca he sido independiente. Primero fui dependiente de mi madre y luego de mi marido. No salía a ningún sitio sin ir pegada a él". Tan desconcertante como el pánico "era no saber lo que me sucedía. Fui de médico en médico y nada. Hasta que un día vi un programa por la televisión y me sentí completamente identificada con lo que allí se contaba y pude pedir ayuda", relata. Se refiere a una entrevista que concedió Rubén Carmona, psicólogo, a una cadena autónoma. Él también la ha sufrido en propias carnes. "Por eso fundé hace 11 años la Asociación Madrileña de Agorafobia (AMADAG)", aclara, y por eso se dedica ayudar a otros afectados. Begoña acudió a él en busca de consejo. Ahora trabaja como secretaria de esta formación. "Mírame, aquí estoy. Vengo todas las tardes yo sola desde Ciempozuelos (la sede está en el centro de la capital). Recuerdo cuando el reto estaba en llegar sin compañía al puesto de correos que hay enfrente de mi casa y nunca podía pasar de allí", aclara.

 

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