El trastorno afecta a uno de cada 10 adultos | 01 NOV 10

Terapia y entrenamiento, las claves para vencer la timidez

En la adolescencia lo sufren el 40% de los chicos. Si sigue en la adultez, hay riesgo de que se vuelva crónico. Pero tiene cura: el tratamiento enseña a manejarse en público y da resultados en 12 semanas.

Por Pablo Perantuono

Si me invitaban a una reunión, desde el mismo día de la invitación ya me ponía a pensar en esa noche . Desde quiénes irían y qué dirían de mí, hasta en qué momento llegar y cuándo irme. Lo que para mucha gente era irrelevante, a mí me desvelaba.

Era una lucha insoportable ”. Valeria F. es actriz, tiene 29 años y una larga lista de sábados de avestruz, como los llama ella: de agachar la mirada y quedarse en un rincón de la reunión. De llegar en puntas de pie y de irse sin saludar, rogando no coincidir con alguien en el ascensor o en la puerta. Todos creían que era un freak, pero no: era tímida, una alteración que afecta al 10% de los adultos, según la Organización Mundial de la Salud, y que si no se supera puede ser patológica.

“En algún momento todos experimentamos incertidumbre o inseguridad al conocer a alguien, pero luego generalmente nos habituamos y nos sentimos cómodos. Eso es la timidez, una inhibición natura l, pero que no interfiere en nuestra cotidianeidad”, explica el doctor Gustavo Bustamante, director del Fobia Club, una institución que trabaja con diferentes tipos de trastornos. “Sin embargo, cuando la alteración continúa y la persona tiene dificultades para desarrollar su vida social es cuando hay que tratarla”, completa.

La licenciada en Psicología Lidia Bequer, directora del Centro del Bienestar, apunta que “un gran porcentaje de la población sufre cuando se relaciona con los demás. Las raíces se encuentran en los pensamientos negativos que se tiene de sí.

"De los problemas emocionales es el más habitual y el que menos se atiende”.

Pero la timidez crónica tiene cura. En las instituciones dedicadas al tema, los pacientes son tratados con una terapia cognitiva comportamental . “Se practica un entrenamiento en habilidades en público”, agrega Bustamante. Se trabaja sobre el lenguaje corporal, concretamente sobre la manera de usar las manos y los gestos. Se educa para que se utilicen de manera asertiva, para que acompañen también lo que se quiere decir. También se apunta al contacto físico, para erradicar la vergüenza en el tacto simple. De igual modo, se solicita que los pacientes preparen un discurso y lo lean adelante del público. El lapso de recuperación, asegura el médico, es breve: “En 12 semanas ya hay resultados positivos”.

Ahora bien, ¿dónde se origina la timidez? El lugar de eclosión es esa patria en la que se cocinan los complejos y las dudas: la adolescencia . Allí el porcentaje es mayor: el 40% de los chicos es tímido . Cuando los granos se van y el cuerpo estirado deja de ser informe, la timidez también hace las valijas. Pero permanece en el 10% de la población. En el resto vuelve en situaciones puntuales, esporádicas. Ese 10% también lo puede superar. “Tarda, pero finalmente el tímido, tratándose, logra hablar con su jefe para pedir aumento. O consigue hablar en público”, afirma el licenciado Manuel Tomé, de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad. “Cuando no lo hace, cuando su comportamiento comienza a verse condicionado negativamente –no va a reuniones, no pregunta en la calle, no consigue pareja–, ya se transforma en otra cosa.

Es ahí cuando hablamos de un Trastorno de Ansiedad Social (TAS)”, agrega.

Según los especialistas, si bien la timidez puede tener un componente genético, se macera mayormente en la psiquis . Allí es dónde anidan los fantasmas, un cóctel en el que se mezclan el temor a la observación y la baja autoestima . Todo batido en una mente –la del tímido– que cavila, “que no para de funcionar. Son personas con temor a no cumplir las expectativas sociales”, agrega Tomé.

Pero detrás de todo tímido parpadea el espíritu de una persona sensible y perspicaz. Así lo demuestra un estudio de la Stony Brook University de Nueva York. Científicos de esa universidad escrutaron la actividad cerebral de individuos tímidos y hallaron que tenían un funcionamiento más intenso ante ciertos estímulos. El estudio, en definitiva, demostró que aquello que registramos de los tímidos –introspección, retraimiento, silencios– es un impulso vital de una altísima autoconciencia. “Los tímidos –aporta Alfredo Cía, psiquiatra– son incapaces de manejar los síntomas : el rubor, la transpiración o los temblores”.

 

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