La perspectiva evolucionista | 15 SEP 10

¿Para qué sirven las abuelas?

Quizá sólo para contarnos cuentos y malcriarnos.

Uno de los misterios de la evolución es porqué el hombre vive tanto tiempo. La mayoría de animales tiene una esperanza de vida muy relacionada con su capacidad de reproducirse y es poco habitual que los cachorros lleguen a conocer a sus abuelos. En los humanos no es así. Aún cuando tenemos en cuenta que la esperanza de vida era la mitad de la actual hasta bien entrado el siglo XX, en nuestra especie no ha sido nunca raro que convivieran tres generaciones.

Desde un punto de vista utilitarista, esto es poco práctico. Hay que pensar en el bien comunitario: tener individuos que consumen recursos pero no producen nada es un contratiempo que la evolución tendría que haberse encargado de eliminar para favorecer nuestra supervivencia. Pero la evolución no es tonta: si no lo ha hecho es que para algo importante sirven los viejos.

¿Cómo encajan pues en el gran esquema de la Humanidad?

Antes de seguir filosofando sobre de dónde venimos y a dónde vamos convendría hacer un repaso rápido al concepto de selección natural, gracias a la cual somos lo que somos. Simplificándolo en una sola frase: cualquier característica que nos ha permitido reproducirnos más y mejor se ha quedado en nuestro genoma y pasado a la siguiente generación. No hay (casi) nada fortuito: todos los seres vivos en este planeta somos simplemente máquinas de sobrevivir (a nivel individual y de especie) exquisitamente perfeccionadas por el paso de los milenios. A la Naturaleza no le importa mucho qué nos pasa una vez ya no somos capaces de tener hijos, por eso la vejez es un gasto innecesario que se evita a toda costa. Excepto en nuestro caso.

Ya en los años sesenta se propuso la llamada “hipótesis de la abuela” para resolver este enigma, según la cual las abuelas han sido necesarias porqué han contribuido de forma importante a la supervivencia de sus nietos. Las abuelas prehistóricas se habrían ocupado de las crías de la tribu, dejando así tiempo a las madres para hacer cosas más útiles (si lo pensamos un poco no difiere tanto del modelo actual, guarderías aparte). De esta manera, la selección natural habría favorecido los genes de las mujeres que duraban más allá de la menopausia, ya que éstas hubieran tenido más descendientes y más sanos. (El caso de los abuelos no es tan complicado de explicar: los hombres podemos engendrar durante muchas más décadas, por eso no se cuestiona tanto nuestra utilidad.) Esta hipótesis se popularizó a lo largo de las últimas décadas del siglo XX, apoyada por algunas observaciones de campo en animales y tribus primitivas, y estaba en general bastante aceptada.

 

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