Epidemia / Afecta a 6 de cada 10 chicos argentinos | 08 AGO 10

Mitos y verdades de la pediculosis

Un reciente informe de la Academia Americana de Pediatría derriba falsas creencia y da consejos útiles

Sebastián A. Ríos

Puede parecer una lucha perdida, pero eso no significa que no haya que seguir dando batalla a esas diminutas alimañas que pueblan las cabezas de seis de cada diez chicos argentinos. Es que como reconoce la Academia Americana de Pediatría, de los Estados Unidos, que acaba de publicar en la revista Pediatrics un extenso informe sobre el tema, "probablemente sea imposible prevenir todos los contagios de piojos".

Y es por ese motivo que esa institución no duda en ser tajante al decir que "a ningún niño se le debe restringir el asistir a clases por tener piojos, ya que es bajo el contagio dentro de las aulas".

"El piojo no salta -recuerda la doctora Patricia Troielli, de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD)-, y el contagio se da a través del contacto cabeza a cabeza, como el que tienen los chicos en algunos juegos o cuando comparten un mismo sillón o una cama. Es por eso que si se detecta en el colegio que un chico tiene piojos no hay que sacarlo del aula, sino avisar a la familia para que le haga el tratamiento antes de que vuelva al día siguiente."

Tampoco habrá que esperar que al día siguiente el chico tenga su cabeza completamente libre de liendres, ya que los pediculicidas son altamente letales para los piojos, pero ante las liendres el efecto es menor.

"Es por eso que un tratamiento bien hecho es aquel que se hace en dos ciclos -señala Troielli-, y en el cual el segundo ciclo tiene por objetivo matar las liendres que hayan quedado del primer tratamiento y que puedan haber dado lugar a ninfas", que son los piojos "adolescentes".

"Debido a que ninguno de los pediculicidas tiene un 100% de efectividad para matar liendres, su remoción manual después de aplicar el tratamiento es recomendada por algunos especialistas", agrega el informe de la academia, que recuerda que la remoción de liendres (con peine fino o sin él) es más sencilla si el pelo está húmedo.

¿Cuál es el tratamiento de elección para quien se enfrenta a la triste (pero común) noticia de que su hijo tiene piojos? "El tratamiento debe ser iniciado con una permetrina al 1% o con piretrinas, si es que no hay sospechas de resistencia [del piojo al pediculicida]", recomienda el informe de la academia.

"Las piretrinas pueden causar irritación, en especial en quienes tienen alergias a las plantas, por lo que se recomienda generalmente comenzar con permetrina -advierte Troielli-. Hay que evitar masajear demasiado el pelo, porque se puede irritar la piel."

La academia incluso recomienda que luego de ser aplicado el pediculicida, el pelo sea enjuagado colocando la cabeza del chico sobre el lavatorio o sobre una pileta, y no en la ducha o en la bañadera, para minimizar el contacto del producto con la piel del cuerpo. Además, el agua debe estar tibia, no caliente, ya que las altas temperaturas potencian la absorción cutánea.

Rebeldes y resistentes

"Una de las consultas más frecuentes que recibimos de los padres es que el pediculicidad no hace nada -asegura Troielli-. Y si bien hay casos de resistencia, muchas veces la razón es que el tratamiento está mal hecho: no se hace el segundo ciclo de tratamiento según está indicado en cada producto [lo que suele variar de 7 a 10 días de la primera aplicación] o no se sacan las liendres cercanas al cuero cabelludo, que son las viables."

Las liendres viables, de las que tras 8 a 9 días de incubación emergerán los piojos, son aquellas que se encuentran aproximadamente a unos 4 milímetros del cuero cabelludo, ya que necesitan del calor corporal para sobrevivir. Suelen también ser del color del cabello, a tal punto que en estudios realizados en geriátricos han sido halladas liendres blancas a tono con las canas de sus huéspedes.

"Es por eso que hallar liendres que se encuentran más allá de un centímetro del cuero cabelludo no es síntoma de infestación, sino muchas veces de que el chico ha tenido piojos -comenta Troielli-. Si en una revisión para entrar a la pileta se encuentran liendres, eso no significa que la persona tenga pediculosis. Lo que permite el diagnóstico es la presencia del piojo, y lo que debe motivar la sospecha es que la persona se rasque la cabeza."

Y si de piletas se trata, vale aclarar que así como el piojo no salta ni vuela, tampoco nada... "Si bien el piojo puede sobrevivir prolongados períodos en agua clorada, es poco probable que haya un riesgo significativo de transmisión en las piletas", afirma el informe de la academia, y exhibe prueba de ello: "Un estudio reveló que los piojos sumergidos se volvieron inmóviles y permanecieron en su lugar sobre [las cabezas de] cuatro personas infestadas con piojos durante 30 minutos de natación."

No al peluquero

Otro mito enraizado en la lucha contra el piojo, y que innecesariamente ha conducido a multitudes a la peluquería, es que el pelo corto evita el contagio. Es de sentido común, pero a veces el sentido común falla: "La infestación con piojos no está influenciada en forma significativa por el largo del pelo ni por la frecuencia del cepillado o el lavado", sentencia la citada academia.

En donde sí puede colaborar el sentido común es ante la detección de piojos en un integrante de la familia; en ese caso, bien vale la pena revisar la cabeza del resto. "Cuando se detecta un chico con piojos hay revisar a los amiguitos y sus familiares", aconseja la doctora Troielli.

Aun así, advierte la academia, "nunca hay que iniciar un tratamiento si no hay un claro diagnóstico de pediculosis", ya que el resultado del uso indiscriminado de pediculicidas no es otro que la aparición de piojos resistentes. En todo caso, sí "es prudente tratar a los miembros de la familia que comparten la cama con la persona infestada, aun si no se encuentran piojos vivos".

Y como el piojo no sobrevive más de 24 a 48 fuera de la cabeza, "sólo los elementos que han estado en contacto con la cabeza de la persona las 24 a 48 previas al tratamiento deben ser limpiados". Eso incluye cepillos, peines, fundas de almohadas, gorros u otras ropas que hayan estado en contacto con el pelo.

 

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