Con fondos locales y extranjeros | 26 JUL 10

Investigan en Orán cómo combatir y tratar enfermedades “olvidadas”

El infectólogo Alejandro Krolewiecki dirige en Salta un equipo de científicos que trabaja sobre formas eficaces de atacar a los parásitos que afectan a esa zona.

Krolewiecki pasa allí una semana al mes. La gente le abre la puerta y agradece la ayuda.

Por M.D.A.

Hace diez años que Alejandro Krolewiecki viaja una semana cada mes a Orán y otras áreas de la Salta fronteriza con Bolivia. Allí, este médico infectólogo, que también trabaja en la Fundación Huésped, se dedica a investigar sobre métodos efectivos para diagnosticar a personas afectadas por diversos tipos de parásitos que se ensañan con la pobreza. “Es un proyecto que busca intervenir en salud y, a la vez, desarrollar conocimiento para el manejo de enfermedades que padece mucha gente, que tienen medicamentos baratos que las resolverían pero que son desatendidas porque afectan a poblaciones económicamente poco importantes”, señaló Krolewiecki en diálogo con PERFIL.

Esfuerzo. El trabajo del experto y su equipo en verdad no es más que la continuidad de uno que por años llevó a cabo el parasitólogo y bioquímico local Néstor Taranto y que ahora forma parte de la Red Global para Enfermedades Tropicales Olvidadas del Instituto Sabin de EE.UU., asociada a la Fundación Mundo Sano y el Instituto de Investigaciones en Enfermedades Tropicales dependiente de la Universidad Nacional de Salta. La idea es desarrollar una iniciativa contra el strongyloides stercolaris y otras parasitosis transmitidas a través del contacto con el suelo.

“La estrongiloidiasis es la enfermedad olvidada entre las olvidadas. Es difícil de detectar y el parásito tiene un ciclo de vida muy peligroso porque se mantiene en las personas hasta 60 años y, ante una baja de las defensas, se activa y genera una enfermedad severa y potencialmente fatal”, explicó Krolewiecki y destacó la colaboración del Sistema de Atención Primaria de la Salud provincial.

Casos. Allí, en Orán y otras localidades argentinas, pero a las que se llega atravesando Bolivia, la gente tiene tan incorporada la presencia del parásito en su medio ambiente que existe una actitud muy positiva hacia los especialistas que les dan una mano para mejorar su salud. “Están muy bien predispuestos porque tenemos una base de investigadores locales y ven que nos ocupamos de ellos. Pero muchas veces sucede lo opuesto con estas poblaciones: se hace ciencia con un fin que no se traduce en impacto local ni en beneficios directos o recursos académicos y sanitarios. Nosotros hacemos diagnóstico pero también tratamiento; no hacer la segunda parte implicaría un conflicto ético”, dijo Krolewiecki.

Alto impacto. Un relevamiento de 2009 mostró una incidencia del 30% del strongyloides en niños; ese número llegaba hasta el 50% si se sumaban otros parásitos. “Son las más altas tasas jamás reportadas”, se lamentó el experto. La solución pasaría por cuatro componentes, dos de los cuales tienen que ver con el trabajo del grupo de Krolewiecki; los otros no.

Uno de ellos es el desaparasitado, que se logra con un medicamento muy barato, pero el problema es que falta conseguir personal adecuado para realizar el trabajo. El segundo, tiene que ver con la educación para la salud, es decir, enseñarles a los habitantes que los parásitos viven en la tierra y en el agua y que no hay que andar descalzo, entre otros tips de conductas. Las otras acciones tienen que ver con la provisión de agua potable y cloacas para unas cien mil personas. Claro que eso está bastante lejos del área de influencia de un conjunto de médicos, por más voluntariosos que sean.

 

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