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¡Catástrofe humanitaria en Haití!

Un drama que convoca la solidaridad del mundo entero. El operativo donde miles de voluntarios de todo el mundo tejen redes solidarias para intentar atenuar el horror de la tragedia. Los equipos sanitarios y de rescate trabajando sin descanso.
Fuente: IntraMed 
Haití 7.0

Por Gonzalo Casino
 

 

Las revistas médicas de esta semana no comentan todavía los efectos del terremoto de Haití del pasado 12 de enero, pero sin duda pronto dejarán oír su voz, como lo han hecho en otras recientes catástrofes. Eran las 16:53 (22:53 en España) cuando la tierra tembló a sólo 25 kilómetros de la capital del país más pobre de América y de todo el hemisferio Norte, con una energía de magnitud 7.0, según datos del United States Geological Survey. La onda informativa del seísmo en forma de imágenes, testimonios y vídeos se expandió enseguida por todo el mundo a través de las redes sociales, los blogs, YouTube y otros canales que han dejado patente una vez más que el llamado “periodismo ciudadano” existe y que su tiempo de reacción es incluso menor que el de los medios de comunicación, cuyas primeras crónicas tardaron un tiempo en llegar. Apenas tres días después de la tragedia hasta la Wikipedia está actualizada y hay suficientes imágenes y palabras para conocer el dolor, el miedo, la resignación y otros sentimientos y emociones que se expanden desde el mismo epicentro del seísmo. Tenemos postales del caos, imágenes de la muerte y el sufrimiento, crónicas que nos cuentan la reacción internacional y el retraso en llegar la ayuda humanitaria, gritos de desesperación. Tenemos nombres y apellidos, rostros de gente concreta. Sin embargo, todavía nos faltan los datos reales de la tragedia. Puerto Príncipe, la capital haitiana y núcleo urbano más afectado, tiene un millón de habitantes, la décima parte de la población del país. Podría haber 50.000 muertos y cientos de miles de afectados, pero las estimaciones son confusas y no hay datos ciertos.
 
¿Qué pueden añadir, cuando lleguen, los datos exactos? “Un muerto es una tragedia; un millón de muertos, pura estadística”, se dice que dijo Stalin. La frase del dictador soviético tiene un punto de verdad pero también otro de falsedad. ¿Acaso no son una tragedia los millones de muertos por ejecuciones, trabajos forzosos y otras formas de represión de su régimen dictatorial? En la imagen mental que nos hacemos de la devastación es imposible ponerle cara a todas y cada una de las víctimas porque somos incapaces de visualizar siquiera unas decenas de muertos. La imagen de la tragedia se dibuja con un solo rostro desencajado, todo lo más unos cuantos, con una pila de cadáveres como las que aparecen en las fotos de los campos de concentración o las que ahora vemos en las aceras de las calles de Puerto Príncipe tras el terremoto. La estampa de la tragedia se puede condensar también en un grito o en una crónica, pero nunca en un número o en una estadística. El cerebro tiene una enorme capacidad para la abstracción, y de hecho toda el edificio de la ciencia es una obra abstracta, pero las emociones se enraízan en cosas concretas: una fotografía, una mueca, un gemido o cualquier objeto que, como una magdalena proustiana, dé alas a la memoria emocional. La tragedia de Haití ha entrado de este modo en el palimpsesto de la memoria global y personal del sufrimiento humano.

 

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