Consejos para médicos de cabecera | 26 ENE 10

Carcinoma hepatocelular

Es la tercera causa más común de mortalidad relacionada con el cáncer en todo el mundo. La cirrosis hepática es el principal factor predisponente - 80-90% de los casos derivan de una hepatopatíá crónica. Una revisión a la medida de las necesidades del médico práctico.
Autor/a: Dres. T Kumagi,1 Y Hiasa, G M Hirschfield BMJ 2009;339:b5039

El carcinoma hepatocelular (CH) es la tercera causa más común de mortalidad relacionada con el cáncer en todo el mundo y también en el Reino Unido. Los datos de población muestran que la incidencia estandarizada de la edad aumentó de 1,4 a 3,9/100.000 personas entre 1975 y 2006. La cirrosis hepática es el principal factor predisponente - 80-90% de los casos derivan de una hepatopatíá crónica. Por otra parte, en los estudios de cohorte de pacientes con cirrosis, el CH es la causa principal de muertes relacionadas con el hígado.

¿Qué predispone a las personas al carcinoma hepatocelular?

En todo el mundo, las tasas de CH se correlacionan con la infección generalizada de hepatitis B en Asia y África y de hepatitis C en los países occidentales y Japón. Estas infecciones virales son las causas más comunes de enfermedad hepática que predisponen al CH.

Factores de riesgo de carcinoma hepatocelular importantes

• Cirrosis (de cualquier causa)
• Hepatitis B crónica e infección por el virus de la hepatitis B
• Consumo excesivo de alcohol crónico
• Esteatohepatitis no alcohólica 
• Diabetes
• Exposición a la aflatoxina
• Edad avanzada
• Sexo masculino
• Antecedentes familiares de carcinoma hepatocelular

Los portadores de la hepatitis B crónica (seropositivos para el antígeno de superficie de la hepatitis B) tienen un riesgo 100 veces mayor de desarrollar CH que las personas sanas. En aquellos que también tienen cirrosis, la incidencia anual de CH es superior al 2%; el riesgo se relaciona con la carga viral. La aflatoxina B1 es una micotoxina producida por Aspergillus que contamina los granos, en particular en África occidental y China. Cuando se ingiere, actúa como un factor de riesgo aditivo, como lo demuestran los estudios caso-control usando marcadores bioquímicos de exposición. Un estudio comprobó que el riesgo relativo de desarrollar CH en portadores del antígeno de superficie de la hepatitis B con aumento las concentraciones de metabolitos urinarios de la aflatoxina B1 era de 5,13 en comparación con aquellos sin esas concentraciones aumentadas.

En los países occidentales y Japón, la infección por hepatitis C es el factor de riesgo más común: el 20-30% de las personas con hepatitis C crónica desarrollará cirrosis, con una incidencia anual de CH de 3-5%. El consumo excesivo de alcohol en personas con infección crónica por el virus de la hepatitis C aumenta 2 a 4 veces la posibilidad de cáncer.

Las co-infecciones virales (como la hepatitis B y D, o la hepatitis B y C) aumentan más el riesgo; en los pacientes infectados por el VIH, en quienes la hepatitis C es la responsable de la mayoría de las enfermedades hepáticas,  el CH causa el 25% de las muertes relacionadas con enfermedades del hígado.

No se han hecho estimaciones exactas del riesgo para otras causas de cirrosis, pero la enfermedad hepática alcohólica, la hemocromatosis y el hígado graso no alcohólico son las más importantes. Los factores de riesgo independientes de cáncer de hígado incluyen la edad, el sexo masculino, y el síndrome metabólico, en particular en obesos y diabéticos. En los estudios poblacionales, la diabetes se asocia con un riesgo 2 a 3 veces mayor de desarrollar CH. Un gran estudio prospectivo de cohorte realizado en EE.UU. comprobó que el cáncer de hígado es uno de los cánceres cuya mortalidad es mayor en las personas obesas.
 
¿Cómo se presenta y cuál es el pronóstico?

Los pacientes pueden permanecer asintomáticos hasta que el cáncer es avanzado y los síntomas de la enfermedad hepática (dolor en el hipocondrio derecho, ictericia, ascitis, várices esofágicas, hemorragia digestiva, trombosis de la vena porta o encefalopatía) se hacen evidentes. Se debe sospechar el CH en los pacientes con enfermedad hepática crónica y descompensación inesperada. 

Los resultados varían, pero son escasos. Un estudio de 28 pacientes asintomáticos (tumor ≤ 5 cm.) identificados por un programa de pesquisa comprobó que el tamaño del tumor se duplicó al cabo de 1 mes a 1 año (mediana, 117 días). Un estudio de observación halló una supervivencia media de 17 meses en 102 pacientes con cirrosis y carcinoma no resecable manejado con tratamiento sintomático. Dentro de este grupo, los mejores predictores pronósticos fueron  la presencia de síntomas relacionados con el cáncer y la invasión vascular o la diseminación extrahepática. Para los pacientes asintomáticos sin un fenotipo invasivo del cáncer, la supervivencia a 1, 2 y 3 años fue del 80%, 65% y 50%, respectivamente.

En general, los datos hallados en la literatura apoyan las siguientes declaraciones:

• El mejor resultado en pacientes con enfermedad hepática clase Child-Pugh A no tratados y cáncer solo es un 20% de supervivencia a los 5 años.

• El pronóstico de los pacientes con CH no resecable es malo. En una revisión sistemática, la supervivencia a los 1 y 2 años de los pacientes no tratados asignados al grupo control en 25 ensayos controlados y aleatorizados varió del 10% al 72% y del 8% al 0%, respectivamente.

• Las personas con tumores asintomáticos multinodulares sin invasión vascular o diseminación extrahepática tienen una supervivencia media de alrededor de 16 meses.

• Los pacientes con enfermedad en fase terminal y una elevada carga tumoral tienen una supervivencia media de 3 meses.

Los sistemas de estadificación varían. La mayoría se basa en las características del tumor, el estado de salud del paciente y la función hepática y se utilizan para brindar una orientación en el manejo de la enfermedad. El sistema Okuda tiene en cuenta los factores tumorales (tamaño) y de la función hepática (ascitis, albúminemia, bilirrubinemia) y se utiliza en la enfermedad avanzada. En cambio, la clasificación por puntaje utilizando el Cancer of the Liver Italian Program considera 5 variables de pronóstico independientes:

1) la cirrosis de clase Child-Pugh

2) el tamaño del tumor

3) el número de lesiones

4) la presencia o ausencia de trombosis de la vena porta

5) las concentraciones séricas de la α-fetoproteína.

El sistema de estadificación clínica del cáncer usado en Barcelona reconoce que la enfermedad en estadio temprano la supervivencia se correlacionan negativamente con la hipertensión portal y con concentraciones de bilirrubina >27 mmol /l; para las etapas intermedias, la variable significativa es la presencia de un tumor nodular grande mientras que para la enfermedad avanzada, son importantes el deterioro del estado funcional (síntomas y funciones con respecto al estado ambulatorio y la necesidad de atención) y la presencia de infiltración vascular.

¿Son necesarios los programas de pesquisa?

La Asociación Americana para el Estudio de las Enfermedades Hepáticas y la Sociedad Japonesa de Hepatología recomiendan la vigilancia ecográfica cada 6 meses de pacientes con cirrosis y -otros grupos de alto riesgo
 

Grupos de riesgo recomendados para la vigilancia

Los siguientes pacientes con infección por hepatitis B(antígeno de superficie positivo *):

Hombres asiáticos y del Pacífico > 40 años
Mujeres asiáticas y del Pacífico > 50 años
Personas con cirrosis Personas con antecedentes familiares de carcinoma hepatocelularAfricanos > 20 años

Pacientes con cirrosis causada por:

Infección por hepatitis C
Enfermedad hepática alcohólica
Hemocromatosis genética
Cirrosis biliar primaria

Beneficios del cribado en pacientes con cirrosis, aunque no está claro el riesgo de CH

Personas con deficiencia de antitripsina-α 1.
Pacientes con esteatohepatitis no alcohólica.
Pacientes con hepatitis autoinmune
Para los portadores de  hepatitis B sin otros factores de riesgo, el riesgo varía en función de la gravedad de la enfermedad hepática subyacente, la inflamación hepática tanto actual como pasada y, cuadno sea apropiado, la edad de la seroconversión

Los especialistas en CH del Reino Unido están a favor de los estudios de pesquisa, con el objetivo de reducir la mortalidad relacionada con el cáncer, a pesar de la posibilidad de generar ansiedad y de las imperfecciones de la radiología, sobre todo para los tumores pequeños.

¿Qué evidencia apoya la detección?

En China, un ensayo controlado asignó al azar a 18.816 pacientes con positividad para la hepatitis B, de 35 a 59 años, a un examen (α-fetoproteína y ecografía cada 6 meses) o la atención habitual. La muerte por CH fue menor en el grupo sometido a pesquisa (83,2 vs. 131,5 por 100.000). Sin embargo, el cumplimiento fue inferior al 60%, el estudio carecía de un análisis por intención de tratar, el resultado fue cegado y la generalización del estudio es cuestionable. El modelo también ha sido utilizado para identificar a los pacientes que podrían beneficiarse de la vigilancia. En el Reino Unido, la vigilancia cada 6 meses de las personas con cirrosis, mediante la ecografía y las determinaciones de α-fetoproteína, fueron rentables con un modelo de análisis de decisión. Los datos del modelo muestran un riesgo individual anual de alrededor del 1,5% para el desarrollo del CH, la vigilancia es efectiva en términos de años de vida salvados y es rentable si los costos son inferiores a 50.000 dólares por año de vida salvada.

Los datos descriptivos apoyan la idea de que el cribado mejora la supervivencia en los pacientes con riesgo de CH, que el cáncer se diagnostica temprano y que el acceso al tratamiento es mejor en estos pacientes. En una cohorte japonesa de vigilancia ambulatoria, sólo el 1,4% de los 243 CH detectados por los estudios de 1.431 pacientes con hepatitis C crónica tenía más de 3 cm.

¿Qué evidencia apoya las modalidades de detección?

Una revisión sistemática halló 6 estudios que evalúan la exactitud de la ecografía para el CH en cualquier etapa y 13 estudios específicos sobre el inicio de la enfermedad. La vigilancia ecográfica detecta a la mayoría de los tumores con una sensibilidad combinada del 94%, pero con una sensibilidad inferior al 63% al comienzo de la enfermedad. Cuando se tienen fácil acceso a la ecografía, la α-fetoproteína no es una determinación rutinaria, ya que no identifica casos adicionales y la hepatitis crónica puede afectar sus concentraciones. El puno de corte informado es de 20 mg/l, aunque un gran estudio de casos control constató que en este valor, la sensibilidad fue del 60% y la especificidad del 90,6%.

Confirmación del diagnóstico 

Para confirmar la malignidad en un hígado cirrótico es necesario reunir la información dada por las imágenes radiológicas, la tomografía computarizada con contraste, la  resonancia magnética y la ecografía. A menudo, este proceso es coordinado por equipos multidisciplinarios, un enfoque validado por los datos de la observación. La Asociación Americana para el Estudio de las Enfermedades Hepáticas aconseja que la confirmación por medio de imágenes esté basada basa en el tamaño del nódulo.

Nódulos mayores de 2 cm.

Las imágenes pueden establecer en forma segura el diagnóstico sin necesidad de una biopsia. Es suficiente identificar los signos característicos mediante al menos 2 técnicas—la ecografía, la tomografía computarizada o la resonancia magnética.  Alternativamente, si la α-fetoproteína es >200 mg /l, tampoco es necesaria la biopsia, siempre que el aspecto radiológico del tumor sea sugestivo de CH, como puede ser un nódulo grande o una enfermedad multifocal hepática con hipervascularidad arterial.

Nódulos de 1-2 cm.
 
Si el aspecto del nódulo es típico de CH—hipervascularidad con lavado de la fase venosa portal—utilizando 2 técnicas dinámicas, la lesión debe ser tratada como tal. Si los resultados no son característicos o las diferentes evaluaciones radiológicas de la irrigación sanguínea de la lesión focal no son convincentes, puede ser necesaria la biopsia.

Los riesgos de la biopsia del tumor son la hemorragia y la diseminación por el trayecto de la aguja—un meta-análisis comprobó  que la siembra tumoral ocurrió después de las biopsias, en un 2,7%. Un estudio evaluó prospectivamente la precisión de la ecografía con contraste y de la resonancia magnética dinámica para el diagnóstico de los nódulos <2 cm. detectados durante la vigilancia ecográfica. Se informó que el diagnóstico puede quedar establecido sin una biopsia siempre que  ambas pruebas fueran concluyentes, pero que la sensibilidad de estos criterios no invasivos fue sólo del 33%.

Nódulos menores de 1 cm.

Estos nódulos tienen que ser vigilados mediante ecografía, cada 3 a 6 meses. Si pasados 2 años de vigilancia ecográfica no se han producido cambios, se aconseja retornar la vigilancia de rutina.

¿Cuáles son las opciones terapéuticas?

El tratamiento con intención de curar comprende la cirugía o la ablación del tumor local. La quimioembolización y la quimioterapia oral tienen como objetivo prolongar la supervivencia, pero no la curación. Son importantes la etapa de diagnóstico, la gravedad de la enfermedad hepática subyacente y el riesgo de desarrollar un CH en el futuro.

 

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