Riesgos del castigo físico | 15 SEP 09

Un 'azote a tiempo' tiene malas consecuencias

La disciplina física en la infancia eleva los problemas de comportamiento. Los padres y los profesionales proponen evitar los castigos corporales.

Foto: Un niño iraquí se asoma a la puerta de su casa llorando. (Foto: Ahmad Al-Rubaye | AFP)

PATRICIA MATEY

MADRID.- Se mire por donde se mire una 'torta a tiempo' no es la fórmula sancionadora más efectiva para educar a un menor. Bloquea al pequeño, daña su autoestima, le enseña a ser víctima, rompe la comunicación padre e hijo y les hace sentir rabia y tristeza.

Si, pese a estos datos, usted todavía es de los defensores de la educación 'a la antigua usanza' tome buena nota de los resultados de dos nuevos trabajos. Al parecer, aquéllos que padecen castigos físicos a lo largo de la infancia tienen más riesgo de sufrir problemas de comportamiento durante la adolescencia.

"El uso de disciplina severa y castigo físico ha sido objeto de análisis en los últimos años. Algunos trabajos ya han apuntado que su empleo causa más problemas que beneficios en los menores, como el desarrollo de actitudes antisociales... Aún así, el 90% de los padres estadounidenses reconoce haberla aplicado en alguna ocasión con sus hijos, aunque las creencias sobre su utilidad varían considerablemente de unos progenitores a otros... No obstante, la literatura científica sugiere también que los efectos de la sanción física están muy determinados por el contexto en el que se administra", insisten los autores de sendos estudios, publicados en el último 'Child Development'.

Científicos de las Universidades de Duke, Oklahoma, Pittsburgh, Aurbun e Indiana (todas en EEUU) escogieron a los participantes de dos grandes investigaciones: El Proyecto de Desarrollo Infantil [CDP, de sus siglas en inglés] y el Proyecto Pitt Madre-Hijo [PMCP] para llevar a cabo sendos estudios.

Así, en el primero de ellos, los investigadores contaron con los datos de 499 familias (involucradas en el CDP), con hijos de cinco años que recibieron un seguimiento hasta los 16, y que fueron comparados con menores de otras 86 que no participaban en el PDP. En el segundo, se comparó a los descendientes de 258 familias del PMCP, estudiados desde los cinco a los 15 años, y que fueron comparados con los de otras 52 familias.

Los autores intentaron establecer tanto los cambios producidos en los castigos físicos de grado medio a severo (desde un azote a golpear con la mano o con un objeto al menor) a lo largo de la infancia y de la adolescencia, así como su impacto en el comportamiento posterior, cuando el niño se convierte en un adolescente.

Para ello se llevaron a cabo entrevistas a las madres en las que se les requirió que puntuaran de cero (nunca) a cuatro (a diario) la frecuencia con la que sus hijos recibieron azotes por mal comportamiento a los seis, siete y ocho años y, más tarde, a los 15 y si este tortazo era con la mano extendida o con un objeto. Asimismo, los autores indagaron sobre el temperamento del menor tanto en la infancia como en la adolescencia.

 

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