Importantes funciones en la inmunidad | 06 AGO 09

El bazo, un órgano "de segunda" que adquiere nueva importancia

El rol de los monocitos.

Natalie Angier, The New York Times

NUEVA YORK.- El bazo, considerado hace mucho tiempo como un órgano abdominal "de segunda", tiene en realidad un papel muy importante en la defensa del organismo.

Un equipo de investigadores del Hospital General de Massachussets y de la Escuela de Medicina de Harvard describe en Science estudios que demuestran que el bazo es un depósito de gran cantidad de células inmunológicas llamadas monocitos. Cuando se produce una lesión grave, como un infarto, una herida grande o una invasión de microbios, el bazo los expulsa hacia el torrente sanguíneo para dar batalla.

"Es lo que los militares conocen como ejército regular -explica Matthias Nahrendorf, uno de los autores-. Uno no quiere tener que reclutar todas las reservas cada vez que lo necesita." Junto con Filip K. Swirski, Mikael J. Pittet y una docena de colegas, Nahrendorf realizó los estudios iniciales en ratones, pero los científicos creen que los resultados pueden aplicarse a los seres humanos. De hecho, el inmunólogo Ulrich H. von Andrian, de la Escuela de Medicina de Harvard y que no participó en la investigación, estuvo de acuerdo con que los hallazgos eran "sorprendentes".

En un segundo estudio, Ting Jia y Eric G. Pamer, del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, explicaron que "al bazo no se lo suele tomar tan en serio como a sus vecinos [el hígado o el estómago] porque podemos sobrevivir sin él". Pero el bazo puede romperse durante la práctica de deportes de contacto o en accidentes y, en ese caso, los cirujanos no tienen opción. "Es un órgano tan vascularizado que el riesgo de hemorragia es muy grande: si el bazo se rompe, es una emergencia quirúrgica -dice James N. George, hematólogo del Centro de las Ciencias de la Salud de la Universidad de Oklahoma-. Hay que extirparlo."

Los autores aseguran que los descubrimientos no se oponen a la necesidad de extirpar el bazo dañado, pero sugieren que la pérdida de ese órgano sería algo más que un mero "inconveniente". Además, ayudan a explicar estudios previos que habían demostrado que las personas a las que se les extirpa el bazo tienen más riesgo de morir tempranamente.

Una historia poética

En un trabajo publicado en 1977 en The Lancet , por ejemplo, compararon a de 740 veteranos estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial que habían perdido su bazo por heridas de guerra con otro grupo de veteranos que había logrado conservar ese órgano. El primer grupo tenía el doble de probabilidad de morir por enfermedad cardiovascular que el grupo control.

 

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