La opinión del Dr. Luis Chiozza | 21 JUL 09

¿Alguien puede decirnos qué es "AMAR"?

El destacado psicoanalista Luis Chiozza responde a nuestras preguntas. Un artículo que anticipa el próximo encuentro IntraMed del Jueves 20 de Agosto: "Amar". Lo invitamos a compartir su definición en el foro abierto con ese fin. ¿Usted ya reservó su lugar?
INDICE:  1. Luis Chiozza | 2. Helen Fisher
Luis Chiozza

 

 

Con motivo de nuestro próximo encuentro del Jueves 20 de Agosto: "AMAR", en IntraMed hemos convocado a destacadas personalidades para que nos den sus opiniones sobre el tema.

Agradecemos al Dr. Luis Chiozza la generosidad de compartir sus ideas con nuestros lectores.

 Lo invitamos a dejar sus propias opiniones en nuestro FORO abierto con ese propósito. 
 


Acerca del amor

¿Cuál es la definición del verbo amar?

Si alguien que jamás haya tenido siquiera un contacto remoto con un perro decidiera, intentando saber lo que es un perro, recurrir a un diccionario, obtendría, obviamente, un conocimiento muy pobre. Lo mismo sucede con el significado de la palabra “amor”. No estoy desestimando los conocimientos que el diccionario nos ofrece. Me importa subrayar que una palabra carece de la posibilidad de evocar una experiencia que nunca hemos tenido. Los conocimientos que las palabras nos trasmiten sólo pueden alcanzar su mejor forma en la medida en que marchamos a su encuentro “en la mitad del camino”, cuando esas palabras nos evocan las experiencias previas que nos deparó la vida. Agreguemos a esto que tenemos miles de palabras para designar a los objetos, muchas, aunque no tantas, para categorizar a las acciones, y unas pocas, muy pocas, para nombrar los sentimientos. Sabemos que los sentimientos no dependen de las palabras para acceder a la conciencia, pero además sucede que hemos progresado mucho en “cosas” como la utilización del rayo laser o el conocimiento de los anticuerpos monoclonales, pero nos conmueven todavía los conflictos afectivos que nos describen obras literarias que han sido escritas en una pequeña aldea del año 1600  o en la Grecia antigua.

El Diccionario Encarta lo mismo que el Diccionario de la Real Academia Española, señala que la palabra “amar”, en su primera acepción significa “tener amor a alguien o algo”, y en su segunda acepción, en desuso en nuestro idioma, “desear”. Despierta curiosidad el ver que el verbo “amar”, consignado en el diccionario como un verbo transitivo, lo cual supone una acción que se ejerce sobre algo o sobre alguien, sea definido únicamente como un sentimiento  que un sujeto “tiene”. En cuanto a la palabra “amor” se la define, en lo esencial, y en diversas acepciones, como tendencia, atracción y sentimiento, que conducen hacia la entrega y el encuentro.  Quedémonos entonces, sin el ánimo de ser completos o exhaustivos en los pormenores de la definición, con la idea de que el amor es un sentimiento que nos inclina hacia la cercanía y la unión con lo que amamos, pero no omitamos señalar que ese sentimiento incluye los deseos y los actos que procuran el cuidado, la conservación y “el bienestar” de lo que amamos. El odio es en cambio definido (en el Diccionario Encarta) como “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. Dado que se lo considera como el antónimo por excelencia del amor, corroboramos entonces que dentro del amor se incluye también la simpatía, y el reciente descubrimiento de las neuronas “espejo” nos revela que esos sentimientos se arraigan fuertemente en la estructura misma de nuestros sistemas orgánicos.

Hace poco, en el libro "Las cosas de la vida", decíamos:

"Hablamos de la amistad y del cariño que se construyen con los  años y con los recuerdos compartidos. Hablamos de la familiaridad y de la confianza que genera la convivencia estrecha. Hablamos del compañerismo que surge cuando se tienen las mismas necesidades, intenciones y proyectos. Hablamos de los deseos de una unión genital, y también del deseo de estar cerca, o de ser consolado, acariciado y confortado. Hablamos de los dos grandes afrodisíacos que conducen al orgasmo: el ángel de la ternura y el demonio de las fantasías perversas. Hablamos de la simpatía que nace en un instante dado en la ocasión de una mirada, un gesto, una actitud, y de la excitación que se experimenta frente a la desenvoltura de una conducta erótica. Hablamos de la aceptación de nuestra persona, tal cual es, implícita en la sonrisa con la cual nos estiman. ¡Y a toda esa diversidad la llamamos “amor”, con una misma palabra! Digamos, sin ánimo de definición, que el amor adquiere en muchos casos la apariencia de una figura esquiva, inalcanzable, y que en otros se nos presenta como una cierta forma de “iluminación”, momentánea y transitoria, que forma parte del misterio de la vida. Produce entonces una sensación de curiosidad, respeto y maravilla, que nos lleva a ubicarlo en el lugar de lo sublime.  […] Podría decirse […] que el hombre enamorado se vuelve capaz de conmoverse ante la luz de la luna o ante la magnitud del cielo estrellado […] pero existe también una capacidad de enamorarse, y es la misma que nos hace sensibles a la belleza de un crepúsculo.[…]. Es cierto que el adolescente se enamora desde sus impulsos juveniles, pero son los mismos impulsos que alimentan las diferentes formas de su entusiasmo entero. […] Cuando el adulto, o el anciano, pierden la curiosidad del niño y la pasión del joven, su mirada no se apaga porque se han tornado añosos, sino porque en el transcurrir de su vida su vitalidad se ha arruinado".


¿Qué se ama cuando se ama? ¿Existen formas “normales” y “patológicas” de amar?

El diccionario, como hemos visto, consigna que, como la experiencia muestra, sentimos amor hacia algo o hacia alguien, pero no es menos cierto que cuando profundizamos en las circunstancias que acompañan nuestro amor, o si queremos dar razón a sus motivos, descubrimos que si amamos a quien amamos es “por algo” que solemos denominar sus cualidades. No siempre esas cualidades serán las que nuestro pensamiento alega, porque aunque una parte importante de nuestro sentimiento de amor nos conduce a identificar las cualidades que amamos y llevarlas a nuestra conciencia en el afán de deleitarnos, entusiasmarnos o extasiarnos con ellas, no es menos cierto que nuestro amor, y con él la inclinación de nuestro ánimo, nace muy frecuentemente mucho antes de que nuestra conciencia pueda atribuirlo a las cualidades que aducimos. El elenco de cualidades que solemos amar en cosas y personas puede ser muy amplio pero, más importante que entrar en su detalle, me parece subrayar dos circunstancias generales que lo caracterizan. La primera de ellas es que se trata de cualidades hacia las cuales deseamos acercarnos porque nos “hacen falta”, y la segunda, corolario de la primera, es que nos hacen falta “para algo”, se trate de construir el nido que llamamos familia, de tener hijos que puedan ser amados, o de “poner en obra” nuestra vida, en nuestro entorno, en la plenitud de su forma.

Mientras que la palabra “patológico” se refiere sin lugar a dudas a la enfermedad, la palabra “normal” posee dos acepciones diferentes. Es cierto que normal es lo que coincide con la norma, pero la norma puede ser trazada con el criterio “ideal” que procura elegir aquello que funciona mejor, o con el criterio estadístico que la diseña a partir de lo que predomina. Desde este último punto de vista, tal como lo ha señalado Weizsaecker, la enfermedad es normal. Limitémonos entonces al hecho escueto de que hay amores que funcionan bien y otros que funcionan mal, y agreguemos enseguida que los primeros nos “hacen bien” porque enriquecen placenteramente nuestra vida y la conducen hacia su plenitud, y que los segundos nos “hacen mal” porque entorpecen gravemente su trayectoria y nos llenan de sufrimientos.

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024