Entrevista a Diana Resnicoff | 31 AGO 08

"A veces, la infidelidad logra que una pareja se vuelva a elegir"

La baja autoestima, la atracción por lo prohibido y la necesidad de llamar la atención, explican la aparición de un tercero. Al destaparse la situación, la crisis puede permitir un aprendizaje.

Daniel Ulanosvksy Sack

Las sexólogas también son abuelas, aunque una y otra condición no vayan de la mano en el imaginario de la gente. Eso, a Diana Resnicoff parece no importarle demasiado. Invita a pasar a su ámbito de trabajo y sobre la mesa hay fotos –muchas– de Lara, su nieta de ocho meses. Sola, mirando a la cámara, en brazos de su papá, haciendo alguna mueca. Ella las muestra y las cuenta hasta que recuerda que existe un mundo más allá de esa pequeña conquistadora y retoma su rol de experta. Aunque en este caso, lo personal y lo profesional quizá tengan algunos nexos, como la necesidad de saberse querido, algo imprescindible para que cualquier relación humana funcione.

Con una voz potente y un ritmo algo atolondrado, esta mujer que ya tiene veinte años de especialización en sexología y varios más como psicóloga, asegura que saber perdonar es una necesidad y devela historias en las que el sexo se conjuga con el impulso, la trampa y la atracción pero también con la soledad y el desinterés. Vicepresidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana y autora, junto a Laura Caldiz, del libro "Sexo, Mujer y Fin de Siglo. La intimidad redescubierta", Resnicoff interpreta las lógicas en las que se mueven las parejas actuales.

¿Ha cambiado el significado de la monogamia en las últimas décadas?

Sin dudas: antes la monogamia era un compromiso para toda la vida. Ahora se habla de monogamia seriada o sucesiva, dura mientras continúe la relación. Luego, se pasa a otra y así. Ya no se piensa en compromisos que se enraicen en el largo plazo sino en el aquí y ahora. Dicho esto, hay que diferenciar la monogamia de la fidelidad, que no es lo mismo.

¿No?

No. Hay un marco cultural en nuestra sociedad -no así en otras- que define a la pareja como una relación monógama. Pero después está el individuo concreto que actúa según su historia, sus creencias, sus necesidades. Es algo más personal. La parejas que se dicen monógamas son la casi totalidad, en cambio las que respetan la fidelidad son bastante menos. Por estudios realizados en nuestro país y en otras sociedades occidentales, sabemos que cuatro de cada diez hombres y tres de cada diez mujeres no han sido o no son fieles.

Imaginemos que llega a su consultorio una de estas parejas "monógama pero infiel". ¿Qué hace usted?

De la infidelidad no se debe hablar en el momento "caliente" y, de hecho, es un pedido concreto que hago: "¿Pueden comprometerse por cuatro o cinco días a no conversar del tema?" Si no, no es posible trabajar conmigo. Primero, porque creo en la necesidad del perdón; si uno quiere pasar factura todo el tiempo no tiene sentido estar juntos. Y darle vuelta a lo que él o ella "me hizo" no ayuda a pensar el problema de fondo. Intento en cambio, en un clima algo más calmo, que ayude a entender por qué se produjo la infidelidad. Le aseguro que de vez en cuando una tiene ganas de enviarle una tarjeta de agradecimiento al tercero en discordia, porque permitió repensar esa relación. Es paradójico, pero a veces, la infidelidad logra que una pareja se vuelva a elegir.

¿Se necesita un shock tan grande para reencontrarse?

Sería insensato generalizar, pero muchas veces esa conmoción abre la puerta para ver la crisis que antes no se lograba o no se quería percibir. Y crisis es aprendizaje. A veces las parejas se reencuentran. Otras, se produce la separación, pero sin que la persona infiel se vaya con el tercero, al que le queda un rol de detonante. Algo así como una ayuda para decir "hasta acá llegamos y ya no vale la pena seguir juntos", decisión que no podían enfrentar en un marco corriente. Fíjese que cuando la infidelidad no sale a la luz -eso sucede en la mayoría de los casos-, todo queda en el "no quiero saber". Y se sigue con la vida.

¿De a tres?

A veces de a tres, sí. Hay parejas que tienen una especie de acuerdo silencioso y pueden ser más de dos mientras no se lo explicite. Esto en una situación de terapia no funciona. Por eso pido como condición que vuelvan a ser una pareja, que la persona infiel deje de ver a su otro u otra. No trabajo de a tres, aunque en verdad, de una manera indirecta, siempre hay un tercero imaginario y es en esa construcción donde se puede ver qué se ha buscado y qué le falta o de qué se está olvidando esa pareja.

¿De qué se suelen olvidar?

Causas hay muchas; le cuento algunas. Una habitual se centra en el desinterés por el otro, casi como una situación de abandono, aunque no haya un maltrato clásico. Ahora estoy atendiendo a una pareja que necesita pensar este tema. El tiene 45, segundo matrimonio; ella, 25. Hace ya varios años que están juntos, pero en ella hay aún algo de una adolescente que quiere experimentar. Hasta que un día se le ocurre lanzarse a una historia con un compañero de la facultad. Confiesa luego lo que pasó pero él la "tranquiliza": no importa si es muy de vez en cuando, le dijo.

¿Pareja abierta?

No tanto porque en verdad ella no buscó esa libertad sino que el amante funcionaba como una luz de advertencia que le daba a su marido. Ella le argumentaba: "Vos no me deseás, yo me paseo con ropita escotada y te quedás con la computadora o leyendo". Y hay algo tan sintomático en esa relación. ¿Sabe cuál es el nombre del jueguito de computadora al que él le dedica más tiempo? "Buscaminas". Ella quiso seguir llamándole la atención y empezó a salir con una mujer. Esto hace que vengan a verme. Pero mi impresión es que no se trata de un deseo irrefrenable de ella de estar con alguien del mismo sexo sino de una nueva estrategia para decirle: "Acá estoy, mirame, mimame".

 

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