Sexualidad: un abismo entre padres e hijos | 04 JUL 08

¿Alguien logra hablar de sexo con sus hijos?

Una generación muy informada y unos padres que pretenden ser cercanos siguen topándose con el mismo tabú - La idea de que hablar de relaciones implica autorizarlas dificulta el diálogo.


CARMEN PÉREZ-LANZAC 
 
EL PAÍS 

Se llama Alberto y tiene 15 años: "¿Que si mis padres me han hablado de sexo? Lo han intentado, pero les cuesta. Se ponen raros. Me hablan de la semillita y del pito, como si fuera un niño de cinco años. Conozco los gestos faciales de mi madre y, cuando dice vagina, le cambia la cara. Las pocas veces que han sacado el tema ha sido para lo típico de que tome precauciones, que no vaya a echar mi vida a perder por un calentón... No tengo muy claro que sean las personas idóneas para hablarme de sexo en condiciones. Son cincuentones y en este tema siguen en su época. No me lo imagino, me daría la risa. En realidad, no sé si quiero. Prefiero hacerlo con mi hermano mayor".

Cuando se habla de adolescentes y sexo, una tesis parece estar clara: ahora, los chavales se inician antes, pero arrastran las lagunas de siempre. Entonces, como parte de la solución al problema, suele repetirse la frase: "Hay que hablar de sexo con los hijos". Y nunca fue más cierto aquello de qué fácil es decirlo y qué difícil hacerlo. De un lado, tenemos al adolescente, muerto de corte, hermético, con el pudor a flor de piel y con una tendencia a escabullirse ante situaciones incómodas (¿hay algo más incómodo que el que tu padre te hable de sexo?). Del otro, a unos padres a menudo incapaces de ver a sus hijos como personas con pulsiones sexuales y que tienen que hacer un auténtico esfuerzo para sacar el tema, como esta madre de dos adolescentes: "Ha sido una conversación que me he impuesto porque creía que era necesaria. Cuando lo hablo, trato de no darle importancia, pero cuando acabo pienso: '¡Uf, por fin!'. Es como si te hubieras quitado un peso de encima".

La realidad es que el pudor hace que un gran número de padres opten por dejar el tema en manos de los profesores, de Internet, del mundo ahí fuera, lo que a muchos adolescentes, desde luego, les parece fenomenal y contestarían lo mismo que Diego, de 14 años: "¿De sexo? Buf, he tenido la suerte de que mis padres nunca me han hablado de eso".

Pues mal hecho, opinan los sexólogos. Los padres, aunque les cueste, deben hacer un esfuerzo y romper el hielo. Y superar sus temores, como ese muy extendido según el cual hablar del tema con los hijos viene a ser como darles luz verde para mantener relaciones. Hablar no significa autorizar, como se repite varias veces en el libro ¿Hablas de sexo con tu hijo?, de la pedagoga argentina Nora Rodríguez, y del que se ha extraído el siguiente párrafo: "Para muchos padres, hablar de sexo con sus hijos implica darles permiso para tener actividad sexual. Sin embargo, hablar no significa autorizar. (...) La información combinada con el respeto y la tolerancia permitirá que no se enfrenten a prácticas de riesgo. Por absurdo que parezca, ésta es la única vía realmente efectiva. Diversos estudios han comprobado que cuando los padres son excesivamente rígidos o temen hablar del tema, empujan a los hijos a averiguar por sus propios medios lo que desconocen. Igualmente, los padres muy liberales, que impiden en los hijos un desarrollo tranquilo de la sexualidad, los impulsan a probar experiencias sexuales sin que estén preparados para ello".

"Los padres son la mejor voz para transmitir educación sexual", insiste Rodríguez, ya al teléfono. "Pero es un error esperar a que sea adolescente. Hay que empezar desde que es pequeño. Llamando pene al pene y vulva a la vulva, y no de mil maneras estúpidas. Hay que ayudarle a que entienda su cuerpo, que hay órganos que, aunque ahora no lo siente, de mayor le darán placer, que todo eso tiene que ver con la procreación... Eso ayudará a que, cuando sea adolescente, se pueda seguir hablando. Porque hoy en día, los chicos están sobreinformados, pero no formados. Muchos padres piensan: 'Yo qué voy a hablar con éste, si sabe más que yo'. Y no es cierto. Se ha demostrado que por más que los adolescentes quieran cortar el cordón, lo que dicen los padres lo toman muy en serio y les hacen más caso del que parece. Pero muchos padres han dejado todo este asunto en manos de los colegios, que suelen llegar tarde. Las primeras clases de educación sexual las reciben a los 14 o 15 años, una edad a la que algunos tienen ya experiencia".

El sexólogo Iván Rotella, de Ourense, imparte cursos entre adultos para explicarles cómo enfrentarse a este tema. "Por lo que veo, los padres están desbordados. Lo primero que me dicen es que les da vergüenza hablar del tema. Es normal, en este país ha habido generaciones y generaciones que han crecido con 'el apáñate tú mismo'. Trato mucho con adolescentes y enseguida me doy cuenta de cuándo a uno le han hablado del tema en casa, porque lo aborda con mucha más tranquilidad".

Como explica Rotella en sus clases a padres y como repiten todos los sexólogos consultados, la educación sexual empieza desde que el niño habla y te entiende. "Cuando a tu hijo lo abrazas, lo mimas, ya le estás dando autoestima. Y todo eso ya es placer sexual. Más adelante, cuando empiece a preguntar de dónde vienen los niños, hay que responder de forma sincera. Aunque no se haga de forma perfecta, no se trata de que seamos todos sexólogos; lo importante es que tu hijo sepa que te puede preguntar lo que sea para que así acabes siendo su fuente de información. Pero si tratamos de empezar a hacerlo cuando ya ha cumplido 14 años, llegamos tarde. Los referentes de los niños son primero la familia y después los maestros. Los de los adolescentes son sus iguales y después los medios de comunicación. Hay que trabajárselo antes".

La sexóloga Pilar Cristóbal atina aún más en el tema de la edad: "Una época maravillosa y perfecta para la educación sexual es de los 7 a los 11 años. A esa edad comprenden todo y pueden visualizar las cosas aun sin emociones y cuando los padres todavía son una autoridad moral para ellos. Más tarde, olvídate. ¿Qué vas a contarle a un adolescente de 14 años y enamorado?".

Ha quedado claro. Hay que hablar de sexo desde el principio, y poco a poco, nada de brusquedades, no vaya a ser que a alguien le suceda lo que a Marta, de 35 años. Cuando tenía 10 años, en el mercado oyó a una mujer gritar "¡cojones!". Ya en casa, durante la comida, preguntó por el significado de aquella palabra nueva. Y su padre, ni corto ni perezoso, se levantó y ahí mismo se bajó los pantalones. Pura información anatómica. Pero la susodicha sufrió un shock y 25 años más tarde no lo ha olvidado. Nada que la haya traumatizado. Es un chascarrillo divertido en las cenas de amigos.

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024