¡Lo invitamos a participar! | 02 JUL 08

¿Cómo hablamos los médicos?

IntraMed se ha propuesto hacer una recopilación de la "jerga" médica en los países de habla hispana.

¿Y usted cómo le llama a...?

En IntraMed queremos conocer las palabras de la jerga médica. Planeamos ordenarlas como ladrillos sonoros y hacerlas visibles para todos. ¿Cómo llaman a un resfriado en Medellín, a un demente en Guadalajara, a la fiebre en Andalucía o a la vejez en Valparaíso? ¿Cuáles son los múltiples nombres de la muerte, del parto, del miedo en los infinitos rincones por donde circula nuestro “idioma” como un agua que nos une o nos separa?

Bien sabemos que uno de los cimientos de la relación médico-paciente es la comunicación y el diálogo. Ese diálogo implica a muchas veces adaptar los términos científicos y técnicos al lenguaje del paciente, o darles un matiz más sutil, un color más tenue según la situación.

La terminología científica es propiedad del médico. No es fácil desglosar la información, decodificar los términos. Lo interesante de la jerga es su dinamismo y constante actualización. Son cosas que se dicen, no se escriben ni publican; no quedan registradas más que en el diálogo cotidiano entre colegas, por ejemplo, en los pasillos del hospital.

Los invitamos a dejar su huella verbal. La impronta de la lengua que hablamos impresa en los muros de nuestro sitio para que, luego de clasificarla, ordenarla y descifrarla, se la devolvamos para que unos comprendan la jerga de los otros. Eufemismos, siglas, metáforas, metonimias, términos coloquiales, ideolectos, todo lo que toque con palabras el áspero mundo médico en el que nuestras vidas se desenvuelven será bienvenido. Ahora es el turno de ustedes, los convocamos a que escriban en las ávidas paredes de IntraMed los nombres entrañables o espantosos de la lengua que hablamos.

Porque tenemos lenguaje los hombres tenemos mundo

La racionalidad más básica consiste simplemente en extraer datos con significado para nosotros mismos, aislarlos del confuso continuo de lo real, clasificarlos y nombrarlos. La palabra encierra modos de ver el mundo. No sólo designa, en el mismo acto construye los objetos que lo habitan. Con islas de palabras armamos el archipiélago de significados en el que transcurren nuestros días, nuestros sueños, nuestros deseos. En la minúscula caverna de la boca, los nombres de las cosas se saborean, se pesan como si la lengua fuese una mano, se miran como si fuera un ojo, se huelen, se aman o se desprecian. No es posible interactuar con el mundo sino mediante los diversos modos con que lo nombramos. El lenguaje es nuestra perspectiva sobre las cosas. Desde una torre de sonidos y de letras observamos una realidad que ellas mismas proyectan. Fascinados, analizamos la sombra de una llama sobre la pared ignorando que somos la vela que la produce.

Anudados en palabras los conceptos nos permiten sostener la ilusión de poder aprehender lo real que nos excede y nos determina. “Conocer es olvidar diferencias” decía Jorge Luis. Borges y es el lenguaje el que nos permite hacer esa síntesis sin la cual nada nos resultaría comprensible. Los seres humanos “vemos” al mismo tiempo en que “nos vemos” y esa autorreferencialidad nos permite saber quienes somos.

Claudia Tarazona y Daniel Flichtentrei

¡Lo invitamos a dejar sus testimonios en nuestro
FORO
especialmente habilitado para ello!


Artículo publicado en el diario La Nación

Diálogos del alma

Nos queda la palabra
Por Sergio Sinay

Rico y generoso, nuestro idioma tiene, según el Diccionario de la Real Academia, 90 mil palabras. En el Congreso Internacional de la Lengua realizado en Rosario en 2004 se informó que hoy un adulto no usa más de 2 mil. Y Pedro Barcia, presidente de la Academia Argentina de la Lengua, advirtió hace poco que los jóvenes apelan apenas a 200. “Nos espera un cautiverio de la libertad de expresión. El hombre no va a tener libertad para decir lo que quiere, ni matices. Nos espera un empobrecimiento gradual del intelecto porque la persona piensa con palabras, distingue gracias a las palabras una realidad”, dice Barcia. Esta agonía de la palabra, que el lector Hellman describe de un modo puntual y acertado, va aparejada con el desarrollo explosivo de la tecnología de la información y la comunicación, que aunque tenga este nombre conecta mucho más de lo que comunica. Un florecimiento de artefactos, adminículos, técnicas y vías que, antes que medios para comunicar y enlazar pensamientos, presencias y personas reales entre sí, se han convertido en fines en sí mismos. El multitasking (trabajo múltiple) –como se denomina al ejercicio de estar conectado hasta con cinco pantallas, consolas y teclados al mismo tiempo– señala el apogeo de esa tendencia y, al mismo tiempo, la anorexia de la palabra.

Si la palabra nos hace humanos, en tanto expresa el pensamiento y da herramientas a la conciencia, cabe coincidir con el filósofo español Carlos Goñi, quien (al narrar en su libro Cuéntame un mito la historia de la doncella Cidipe, obligada por los dioses a casarse con Acontio porque había dado su palabra) critica el “pensamiento débil”, que nos ha llevado a “la hipocresía, a actuar de una manera y pensar de otra, a prostituir la palabra para salvar el pescuezo, a decir lo que sea con tal de quedar bien, a debilitar las palabras a fuerza de usarlas sin ton ni son”. O, se podría agregar, a fuerza de no usarlas, de reemplazarlas por onomatopeyas, por abreviaturas que mutilan y matan la ortografía (con la colaboración de alguna compañía de “comunicación”, autora de un manual de abreviaturas aberrantes destinado a usuarios de mensajes de texto).

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

CONTENIDOS RELACIONADOS
AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024