"Mujeres misterio" | 07 MAY 08

¿De qué hablan los hombres cuando hablan de mujeres?

¿Existe la mujer? ¿Qué es una mujer? Tres escritores intentan dar respuesta a estos interrogantes.
Hombres hablando de mujeres

Pitluk, Roberto: 2007. "El macho argentino".

Reflexiones sobre masculinidad empobrecida. Buenos Aires: Pausa para la Reflexión (Capital Intelectual), 200 pág. ISBN 978-987-614-040-9.

"El macho argentino", Capital Intelectual

Fragmento del Capítulo 5: Construcción identitaria (páginas 37 y 38)

A mi parecer, el macho argentino es, ante todo, un macho. Esto quiere decir un “macho hecho y derecho”, lo contrario de cualquier cosa que se parezca a mujer, mocoso, vejete o mariquita. Ya que su identidad se constituye sobre todo por contraste con lo que –en su percepción– más lo niega, se lo opone, lo contradice, lo obstaculiza, lo impugna o contraría, lo frustra, lo excluye, lo despoja o lo desnuda, es decir, su identidad se construye sobre todo por contraste con lo femenino, lo infantil, lo senil y lo gay.

Con lo femenino tiene un vínculo particular de atracción y rechazo. La mujer es, por un lado, su presa codiciada, su trofeo, la exaltación de su condición de predador. Por el otro, su freno y su límite, la que le muestra lo que no puede alcanzar. El signo extremo del predador es la violencia y la venganza de la presa es la traición, el manipuleo o el silencio. Por eso, al mismo tiempo que la desea, le teme y la denigra.

En tanto hembra, la quiere conquistar, someter, domar. En tanto madre, la idolatra de manera pueril o, ahora, la critica imbuido de psicologismo. En tanto esposa la respeta a medias y la usa, pero ignora hasta qué punto le esta subordinado. En el extremo patológico, las tiraniza hasta convertirlas en sierva. El macho necesita imperiosamente de la mujer para consumar su identidad y establecer su derrotero, pero ¿es realmente capaz de satisfacerla?

En un sentido objetivo, mal que le pese, el macho ignora todo acerca de la mujer, puesto que no tiene de ella más que una percepción filtrada por su apetito, es decir, una visión en la que él está siempre involucrado. La mira como un objeto ligado a su necesidad y, siendo así, su percepción la deforma. Dicho de manera directa, el interés del macho está más volcado hacia la imagen de sí mismo conquistándola o poseyéndola que hacia ella.
El sentimiento infantil que anida en su inconsciente parece indicar una relación irresuelta con lo materno. ¿Tal vez sea la causa de su impresión de inferioridad y de la frustración de sus anhelos narcisistas? Es que el macho argentino no ha terminado de realizar el “pasaje iniciático” al mundo de lo paterno, propio de culturas más avanzadas como las tribus de África y de Nueva Guinea; no se ha convertido todavía en un hombre. ¿Será esto lo que activa su actitud de constante comparación y competencia, su compensatoria sed de dominio?

"Programa redentor de la verdadera masculinidad argentina", que propone Roberto Pitluk como base y corolario de su libro:

1. Es posible y necesario cuestionar la idea convencional del hombre.

2. El macho es sólo una parte del hombre argentino.

3. Está en todos nosotros.

4. Se constituye en oposición a la mina, el pibe, el viejo y el puto.

5. Tiene diez atributos destacados.

6. Hay tres tipos básicos, diversos subtipos y siete momentos históricos en los últimos cincuenta años.

7. El machito en formación aprende de los que lo rodean (íPobre! No tiene otro remedio).

8. A pesar de todo esto, existe una masculinidad genuina.

9. La verdadera masculinidad argentina se remonta a los Padres de la Patria, pero en la actualidad adopta la forma de una red sumergida.

10. Los ocho atributos del hombre verdadero comienzan con la lucidez, que es la puerta para internarse en la nueva narrativa de la masculinidad.

11. Existe todavía la posibilidad del pasaje y de la iniciación masculina.

12. Para trascender al macho y transmutarlo es necesario descender; el descenso comienza con el reconocimiento de la herida. 

Diario El Litoral
"El macho argentino"

¿Sólo es hombre el macho, esa identidad que se construye en oposición y -se diría- enemistad, sea con lo femenino que con lo infantil, lo sensitivo, lo senil y lo gay? ¿Es una figura vigente o es un mito reforzado en las primeras décadas del siglo XX por la tanguería y por los usos y costumbres del porteño? ¿Son respetables sus códigos de valoración, coraje y firmeza? A reflexionar sobre este fenómeno y sobre la constatación de una masculinidad empobrecida se dedica el antropólogo Roberto Pitluk en su estudio titulado precisamente "El macho argentino".

El macho argentino se modelaría pues a partir de esos vínculos de oposición o contradicción, o frustración. Con la mujer, por ejemplo, establece "un vínculo particular de atracción y rechazo. La mujer es, por un lado, su presa codiciada, su trofeo, la exaltación de su condición de predador. Por el otro, su freno y su límite, la que le muestra lo que no puede alcanzar. El signo extremo del predador es la violencia y la venganza de la presa es la traición, el manipuleo o el silencio. Por eso, al mismo tiempo que la desea, le teme y la denigra".

 

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