'Soy un anoréxico recuperado'

El paciente, en una imagen actual. (Foto cedida por David G. Samuel). ISABEL F. LANTIGUA

MADRID.- En dos meses y medio, David Gwynfor Samuel conseguirá el título de medicina, algo con lo que ha soñado desde niño. Pero nunca imaginó que el camino para llegar fuera tan duro. La anorexia que ha padecido durante cuatro años ha hecho de su paso por la universidad un auténtico calvario que sólo ahora, una vez recuperado, se atreve a contar.

"Siempre fui un niño gordito y también nací con una deformidad congénita en mi pierna derecha. En la adolescencia decidí perder algo de peso y además de verme más delgado, mejoraría mi pierna y llamaría más la atención de las chicas, algo que todos pretendemos a esa edad", dice el estudiante de la Universidad de Cardiff (Gales) en una carta enviada a 'British Medical Journal'.

Así empezó su periplo anoréxico. Con un simple régimen para perder unos kilos. "Pronto, la dieta se convirtió en una auténtica lucha contra la comida y en una batalla contra mi propio cuerpo. Me odiaba a mi mismo y el miedo constante a ganar peso convirtió mi vida en una mera existencia dominada por el ejercicio -que practicaba de manera obsesiva y excesiva-, la cuenta de calorías y el trabajo. Nada más", recuerda.

"Mi vida se convirtió en una existencia dominada por el ejercicio, la cuenta de calorías y el trabajo. Nada más"

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"'Necesito ponerme a dieta' no es la típica frase que se suele escuchar en los vestuarios masculinos de los gimnasios", reconoce a elmundo.es este futuro galeno. Sin embargo, las cifras hablan por sí solas de una realidad que sigue estando algo oculta. Según el doctor Luis Beato, psiquiatra y jefe de trastornos alimentarios del Hospital de Ciudad Real, estas patologías no son sólo cosa de mujeres, pues "una de cada 10 personas que sufre anorexia es varón y la cifra aumenta cuando el trastorno llega en la infancia".

Sin darse cuenta, el joven David cayó en la anorexia nerviosa, pero no quería admitirlo. El perfeccionismo, una característica relacionada muchas veces con este trastorno, hizo que se centrará en su carrera y se aislara cada vez más de sus amigos y su familia. "Durante casi tres años, mi relación con mi padre y con mi hermano ha sido un infierno por culpa de mi enfermedad. Afortunadamente, ahora nos llevamos incluso mejor que antes de caer en la anorexia", declara.

El espejo que le salvó

Su salvación llegaría por casualidad. "Estaba haciendo prácticas de psiquiatría en un hospital local cuando me propusieron ir a ver un centro de trastornos alimentarios. Entré en una habitación llena de chicos que eran la viva imagen de mi cuerpo huesudo. Era como si me estuviese viendo en muchos espejos. Sentí su dolor y me di cuenta de que yo estaba sintiendo lo mismo".