Relaciones tóxicas | 14 ABR 08

Tu amor es malo para mi salud

Cada vez más personas desarrollan formas de relacionarse que pueden llegar a ser dañinas.

JOAN CARLES AMBROJO
 EL PAÍS 

Como los medicamentos, existen relaciones amorosas contraindicadas. Algunas personas se embarcan, muchas veces sin saberlo, con parejas que van a darles más que quebraderos de cabeza. Son los amores tóxicos, estilos afectivos que se establecen con personas con rasgos de personalidad que generan en el otro mucho padecimiento y alteraciones psicológicas. "Las personas con trastornos de la personalidad también se enamoran, se casan y tienen hijos o amantes", dice Walter Riso, psicólogo clínico experto en relaciones amorosas. Nadie lleva un cartel en la frente indicándolo y quien se enreda con ellos se arriesga, sin saberlo, a las consecuencias. Existen muchas personas con rasgos de personalidad marcados sin llegar al extremo de la patología y que suelen dispararse en situaciones críticas o estresantes. "Una personalidad paranoide es desconfiada y cree que todo el mundo le va a hacer daño. Cuando una posible pareja le pregunta en qué trabaja o cuánto gana se le dispara el guión de desconfianza y desaparece", añade Riso.

El calvario amoroso de Lola (prefiere no identificarse), ahora con 47 años, comenzó en plena adolescencia. A los 19 años, con la carrera de Medicina en mente y un buen dominio del francés, la emplearon en una entidad financiera barcelonesa. Un directivo, amigo de sus padres, también hizo de puente. A su novio se le atragantaron tantos éxitos y, celoso, la martirizó hasta que la abandonó. "Fue un respiro", dice Lola. Aún no sabe que en esa oficina iba a protagonizar su propio culebrón venezolano. Al cabo de un tiempo, ese directivo (pongamos Pedro) "me propuso convertirme en su amante". Lola se lo piensa mucho, hasta que un mal día, acepta.

"Era un conquistador y un posesivo, le gustaba coleccionar antigüedades para tenerlas sólo él", cuenta Lola. Aún ignora qué le enamoró. Parecía siempre atento, "pero en el fondo siempre quería ganar en todo y pasaba por encima de los demás para conseguirlo". O daba una imagen de rectitud: "Un día arrambló con un objeto de una ermita", dice Lola. Años más tarde, Pedro se separó de su mujer y Lola pasó a ser la oficial. Su relación empeoró. "Me sentía secuestrada, me hacía el vacío y hasta en las decisiones domésticas pasé a un segundo plano, porque sólo tenía en cuenta las opiniones de una amiga suya que nos invadió la casa. Él también ejercía el poder en la empresa para rodearse de una cohorte de mujeres. Mi autoestima cayó, no sabía cuál era mi papel en la relación y, cuando me quejé de su comportamiento, me trató de loca, me deprimí y empecé a tomar pastillas". Al final, Lola estalló y decidió acabar con la relación. Pero él la reemplazó rápidamente liándose con otra empleada. Para evitar más dolor, Lola decidió pagar un alto precio: perder su seguridad económica y estatus conseguido en la empresa tras 20 años. "Estaba en juego mi salud".

Los psicólogos consideran que cada vez es más frecuente encontrarse dentro de este tipo de relaciones problemáticas, que en algunos casos pueden llegar a ser muy peligrosas. ¿Por qué nos equivocamos tanto al escoger pareja? ¿Por qué nos resignamos a relaciones dolorosas? ¿Por qué nos enganchamos a estas relaciones y no sabemos salir de ellas? ¿Podemos reconocerlas antes de involucrarnos? "El estilo afectivo es una manera de amar específica que depende de cómo te ves a ti mismo y a los otros. En un gran porcentaje, el estilo afectivo se aprende; pero cuando el estilo se asienta durante muchos años se autoalimenta y perpetúa", dice Walter Riso.

Para la psicóloga y psicoterapeuta Montserrat Fornós, las relaciones tóxicas se crean desde unas condiciones vinculares de mutua dependencia y circularidad, llenas de alianzas inconscientes, donde hay un estado mental y emocional de expectativa de un individuo sobre el otro y viceversa y que llega a convertirse en indispensable al mismo tiempo que insoportable.

Algunas personas parecen enredarse continuamente en relaciones difíciles. Lo sabe Mei, de 50 años. El primer novio, a los 15 años, era muy agresivo. "Estuve asfixiada hasta que lo dejé, a los 19, cuando entré al mundo laboral", cuenta. A los seis meses de relación, el padre de su hija la empezó a pegar; ella consiguió dejar la droga; él no. "Era encantador, pero no en casa. Creo que me atrajo su capacidad de maltrato, porque mis padres se maltrataban verbalmente", dice Mei. Lo echó. La siguiente pareja fue muy tranquila y gratificante: "Vi que yo era la que estaba bien y se me fue el sentimiento de culpa". Dice que la terapia le ayudó a ser consciente de su situación y ahora va "con la antena puesta", añade. "Ayudar al sujeto a descubrir cuáles son estas alianzas es el paso primordial en psicoterapia para comenzar a abrir estos circuitos tóxicos y evitar su retroalimentación", sostiene Montserrat Fornós.

Entre los hombres también se encuentran damnificados amorosos. Luis, un autor en la cuarentena, salió por pies de "un intento" de relación que ahora considera extraña. "Creo que ella era una mujer histriónica que también vivía una eterna adolescencia. Era para volverte loco: aunque había echado a su ex porque decía que la maltrataba, no paraba de llorar por él; luego decía que estaba enamorada de otro hombre que todavía no le hacía caso, según ella; y a mí me dijo que sí y luego dudaba. Yo me apartaba, ella montaba un teatro para que volviera". El vaso se colmó cuando al chico del cual estuvo enamorada le buscó piso enfrente de su puerta, "sin tener en cuenta mis sentimientos".

"Si estar con alguien implica la destrucción del yo, entonces mejor estar solo", dice Walter Riso, que publicará próximamente el libro Amores altamente peligrosos (Planeta / Zenith), en el que recoge 10 estilos afectivos de cuyos propietarios es mejor no enamorarse porque pueden ser altamente lesivos y peligrosos para el bienestar emocional. Una relación con un trastorno límite de personalidad tiene el peor de los pronósticos. Estas personas no saben quiénes son, ni lo que quieren, "tienen una sensación de vacío infinito y se pueden presentar de múltiples formas", señala Walter Riso. Los limítrofes son personas caóticas, que lo mismo te aman como al minuto siguiente te odian. Encima, pueden ser atractivas y tienen una energía que puede convertirlos en un imán para incautos.

 

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