"La verdad y otras mentiras" | 02 NOV 13

Desnudos

Acerca de la decadencia de la palabra y el reinado de los estudios complementarios.
Fuente: IntraMed 

“Muchas veces las palabras que tendríamos que haber dicho no se presentan ante nuestro espíritu hasta que ya es demasiado tarde”. André Gide

La formación médica a lo largo de las últimas décadas ha mostrado una progresiva tecnificación de las destrezas  requeridas para el ejercicio profesional.  Sin que esto implique en sí mismo un desmérito parece apropiado señalar que esta transformación implica al mismo tiempo un desplazamiento de las habilidades clínicas centradas en la palabra y en la exploración física.

No sería justo ignorar los impresionantes avances que la tecnología puesta al servicio de la salud ha permitido alcanzar. No se trata pues de responder al pensamiento binario -el que opone tecnología a relación médico paciente- con una argumentación opuesta pero igualmente polar.

No será la disyunción sino la articulación de las habilidades la llave del verdadero progreso médico. La complejidad que reúne, y no el reduccionismo que aísla deberá convertirse en la herramienta que garantice una Medicina cada vez más cerca y no más alejada de la persona enferma.

La instancia del diagnóstico se encuentra hoy fuertemente signada por la necesidad - cuando no por la obsesión- de objetivar mediante la cifra o la imagen la impresión inicial.

La permanente tendencia a conjurar la incertidumbre a través de la objetivación aparece como una estrategia a la vez tranquilizadora e imbuida del estatuto de lo verdaderamente “científico”.

Hay una carrera furiosa en busca de la materialización de las hipótesis mediante la contundencia semiótica de la imagen, de algún estudio complementario, o de la cifra.

Ningún estudio complementario tiene sentido sin una hipótesis previa que se quiera confirmar o refutar. Las imágenes o las determinaciones bioquímicas no tienen contexto, es uno mismo quien tiene que aportarlo para encontrarles un sentido. La ilusión de encontrar allí respuestas a preguntas que no nos hemos formulado antes, es trivial, es utópica e ignorante.

Sin embargo, parece obvio recordar que, tratándose la enfermedad de un fenómeno típicamente humano, su representación debería incorporar -más que ignorar- la cuota de incertidumbre intrínseca a todo proceso biológico o social que afecte al hombre.

En ocasiones la clínica nos ofrece ejemplos en los que esta sustitución del criterio clínico por la cifra o el registro gráfico se convierten en una actitud especialmente peligrosa.

Existe un escenario crítico en el que, aún en plena era de la tecnología diagnóstica, nos encontramos verdaderamente “desnudos” de recursos tecnológicos y la propia realidad nos devuelve con violencia al ámbito del pensamiento, la semiología y la palabra como únicos instrumentos de la clínica.

¿A quién le duele el pecho?

"De la angina inestable al infarto agudo de miocardio los cuadros clínicos se muestran períodos de “silencio” electrocardiográfico o bioquímico mientras “habla” la clínica"

Los enfermos con sindromes coronarios agudos suelen consultar en los servicios de emergencia por cuadros de dolor torácico donde, rápida y acertadamente, son sometidos a estudios complementarios. En este caso: electrocardiogramas y determinaciones bioquímicas que investigan la presencia de una eventual isquemia o necrosis celular miocárdica (Enzimas, Troponinas).

Las características cronobiológicas de estos exámenes hacen que en un porcentaje variable, pero significativo, de los casos, ambos resulten normales o no específicos en el momento de la consulta y, sin embargo, el paciente esté padeciendo un verdadero episodio coronario agudo.

De la angina inestable al infarto agudo de miocardio los cuadros clínicos muestran períodos de “silencio” electrocardiográfico o bioquímico mientras “habla” la clínica.

En tanto dura esta situación, (que suele verse modificada con el curso de las horas), existe el riesgo de caer en la tentación de descartar el cuadro en base a la ausencia de datos “objetivados” y pasar por alto un momento particularmente riesgoso para la vida del paciente privándolo de un ambiente de observación protegida y de eventuales intervenciones terapéuticas tanto más eficaces cuanto precoces en su indicación.

Abandonados al escenario de la palabra y de la semiología física en un momento histórico que secundariza estas herramientas, no resulta sorprendente que la cantidad de pacientes devueltos a su domicilio con un síndrome coronario agudo en curso sea alarmantemente alta.

El que sabe menos habla con los pacientes, el que sabe más interpreta los estudios...

Podríamos ensayar algunas observaciones acerca del por qué de esta realidad.

La estructura piramidal de los servicios de Emergencias hace que recaiga en el personal con menos entrenamiento la tarea de entrevistar al paciente y recabar los datos provenientes de su narrativa.

El análisis de los estudios complementarios, por el contrario, queda reservado generalmente a quienes tienen mayor experiencia o son especialistas en la materia. De este modo el más inexperto dialoga con el paciente -el procedimiento más complejo- mientras que el experto interpreta los estudios complementarios -el procedimiento más técnico y estandarizado-.

 

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