Según un estudio, ese hábito es heredado | 17 OCT 07

Cómo revertir la aversión de los chicos a probar nuevos alimentos

Mensaje a los padres: no es su forma de cocinar, son sus genes.
Fuente: La Nación 

NUEVA YORK (The New York Times).– Una semana de cenas de la pequeña Fiona Jacobson es así: fideos, fideos, fideos, fideos, papas fritas, fideos. El séptimo día la niña, de cinco años, podría llegar a pedir una pizza pero sin salsa ni queso.

En Nueva Jersey, la familia Baker cambió el destino de sus vacaciones de noviembre para adaptarse a Sasha, de once años, que siente tanta aversión por las frutas y vegetales que una vez el olor del jugo de naranja lo desmayó. En lugar de volar a Praga, los padres de Sasha decidieron ir a Barcelona, donde esperan que la comida sea más de su agrado.

En el hogar de los Useloff, las preferencias del joven Ethan son tan pocas que su casa de Westfield funciona como algo parecido a una cafetería. "Yo hago algo terrible para una madre, preparo cenas separadas para cada uno", confesó Jennifer Usefold.

Las tres familias comparten un mismo problema. Sus niños no sólo son quisquillosos a la hora de comer –es decir, inclinados a rechazar las comidas que alguna vez parecían gustarles–, sino también neofóbicos, lo que significa que le temen a los alimentos nuevos.

Pero para los padres que se preocupan porque sus hijos puedan llegar a comer sólo leche chocolatada y vitaminas de por vida, un nuevo estudio ofrece algo de alivio. Los investigadores examinaron los hábitos alimentarios de 5390 pares de mellizos de entre 8 y 11 años y encontraron que las aversiones de los niños a probar nuevos alimentos son mayormente hereditarias.

Mensaje a los padres: no es su forma de cocinar, son sus genes. El estudio liderado por la doctora Lucy Cooke del departamento de epidemiología y salud pública del University College de Londres, fue publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition.

Según el informe, el 78% es genético y el otro 22% ambiental. "La gente en realidad ha rechazado esta idea porque han estado observando las relaciones sociales entre padres e hijos –dijo la doctora Cooke–. Yo provengo de una posición en la que no se quiere culpar a los padres."

Una nueva mirada

Nutricionistas, pediatras e investigadores académicos recientemente han puesto su atención en los niños que comen demasiado en lugar de ocuparse de los que comen demasiado poco. Pero los casos de obesidad son menos frecuentes que los ataques de selectividad a la hora de elegir los alimentos.

En algunas familias, las comidas compartidas se han convertido en una campo de batalla, o se han abandonado por completo. Quienes cocinan se quiebran bajo el peso de preparar miles de variaciones de fideos con queso. Las idas a los mercados de frutas y vegetales han sido reemplazadas por caminatas a través de las góndolas de congelados.

Para los padres que saben que compartir los frutos de la cocina familiar es uno de los placeres más grandes de cocinar, tener un hijo que rechaza la mayor parte de la comida representa una gran tristeza.

Hugh Garvey, editor de la revista Bon Appétit, conoce ese sentimiento por experiencia propia. Y lo comparte en www.gastrokid.com , un blog que creó con un amigo británico en el que detallan la vida gastronómica de las familias. Su hija, de 6 años, es una soñada niña omnívora. Pero su hijo de 3 años sólo ingiere alimentos integrales.

"La manera en que me consuelo es la misma que la de cualquier otro padre –aseguró Garvey–. Es igual que el entrenamiento para dejar los pañales. Finalmente llega el día que lo logran. Finalmente comerá algo verde".

La mayoría de los niños comen una amplia variedad de alimentos hasta alrededor de los 2 años, momento en que de pronto, dejan de hacerlo. La etapa puede durar hasta que el niño tenga 4 o 5 años. Es una respuesta que corresponde a una etapa evolutiva, según creen los investigadores. Los gustos de los niños pequeños cambian cuando comienzan a caminar, lo que les da más control sobre lo que comen.

"Si hubiéramos salido corriendo de la cueva como pequeños cavernícolas y hubiéramos metido cualquier cosa en nuestra boca, hubiera sido potencialmente muy peligroso" afirmó la doctora Cooke. Una desconfianza natural ante los nuevos alimentos es parte del desarrollo saludable de un niño, afirmó Ellyn Satter, experta en nutrición infantil cuyos libros, entre ellos Niño mio: alimentación con amor y buen sentido, han desarrollado una especie de culto entre los padres de niños quisquillosos a la hora de comer.

 

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