¿Podremos hacerlo mejor? | 12 SEP 07

Diez formas de fracasar en prevención cardiovascular

La prevención cardiovascular es más de lo que se suele creer.
Autor/a: Dr. Daniel Flichtentrei 
INDICE:  1. Referencias | 2. Referencias
Referencias

“Es imposible aprender sobre lo que se cree saber” 
Epicteto

No resulta extraño que la historia de la ciencia nos muestre hechos que hoy nos parecen absurdos. Lo verdaderamente sorprendente es que  hechos que son claramente absurdos aún hoy no lo parezcan. Las transformaciones de la realidad o los desarrollos de las ciencias requieren de una adecuación de la racionalidad vigente para que el nuevo conocimiento esté en condiciones de operar sobre el mundo convertido en prácticas concretas. ¿Estaremos aplicando hoy en prevención cardiovascular una racionalidad a la medida de la magnitud del problema?  ¿Son nuestras prácticas asistenciales el reflejo de lo que los conocimientos científicos han puesto de manifiesto?

 

Diversos tratamientos empleados para tratar la Insuficiencia Cardíaca



Diversos procedimientos empleados en reanimación cardiopulmonar

Es clásico –y hasta reiterativo- comenzar un artículo sobre enfermedades cardiovasculares recordando que se trata de la primera causa de muerte en el mundo occidental. Podríamos hacer el intento de hacerlo esta vez afirmando que resulta alarmante la tasa de fracaso y falta de adherencia a los tratamientos farmacológicos y a las modificaciones del estilo de vida que la medicina obtiene en el control a largo plazo de este grupo de patologías. Más inquietante aún es la escasa atención que esta situación genera y la insistencia en reiterar esquemas asistenciales que, a todas luces, resultan inapropiados para el perfil epidemiológico que hoy enfrentamos.

¿Cuáles podrán ser las razones de esta inercia clínica?

Las causas de situaciones tan complejas como las enfermedades cardiovasculares son múltiples. No nos es posible analizarlas en este breve espacio por lo que proponeos detenernos en aquellas que tienen que ver con la “racionalidad médica” vigente. Sobre ellas -y no siempre sobre los otros determinantes- los médicos podemos proponer y concretar alguna transformación efectiva. La propuesta es, entonces, analizar brevemente diez ideas que obstaculizan el abordaje de la enfermedad cardiovascular en la medida en que generan representaciones erróneas y prácticas desafortunadas.


1. Considere enfermo sólo a quien padece síntomas.

“No vemos las cosas tal como ellas son, las vemos tal como nosotros somos”  Anais Nin

Parece redundante insistir en que durante años los pacientes que padecen enfermedades vasculares permanecen en un período silente. Muchos de ellos sólo presentan manifestaciones clínicas en períodos muy avanzados del trastorno como los pacientes diabéticos. Equiparar síntomas a enfermedad expone a los enfermos a inadmisibles demoras diagnósticas y a intervenciones tardías. Vale la pena explorar la propuesta de lógicas no binarias o borrosas que admiten fronteras menos rígidas entre una cosa y otra. De este modo queda al descubierto la naturaleza artificial de las definiciones y las confusiones que de ellas se derivan. Asumir que quien no padece un síntoma o no presentó un evento mayor no está enfermo es caer en las redes de nuestras propias definiciones y, ahogarnos enredados en ellas.


2. Considere que dar órdenes es una estrategia comunicativa apropiada.

 "Al oír tu discurso han dicho: ¡qué bien habla! Al oír el mío han corrido a empuñar las armas" Demóstenes

El cambio de hábitos es una necesidad básica en la prevención y el tratamiento de las enfermedades CV. Existen evidencias que demuestran claramente que el estilo imperativo o la mera transmisión de datos no garantiza modificaciones de la conducta. La educación es un proceso que requiere del uso de acciones pedagógicas especificas. La creencia reduccionista que confunde información con educación o que imparte órdenes y luego considera paradójicos los pobres resultados obtenidos constituye un obstáculo muy grave para implementar programas preventivos eficaces. No se trata únicamente de estimular hábitos saludables, también es imperioso establecer una comunicación eficaz para que las acciones farmacológicas tengan los resultados esperados. Una parte trascendente del efecto medicamentoso proviene de la forma en que la necesidad del tratamiento sea comunicada a un paciente. La comunicación no está en la periferia, sino en el centro neurálgico de todo acto médico.


3. Considere a sus pacientes responsables de sus hábitos de vida.

“Nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño”  Dicho popular europeo.

La perspectiva “culpabilizadora” deposita sobre el individuo la responsabilidad total sobre sus hábitos. Las investigaciones provenientes de las ciencias sociales y del comportamiento indican –desde hace décadas- que la conducta de las personas es una construcción social y, por lo tanto, el producto de una historia, una pertenencia cultural y de los numerosos determinantes que operan en esta esfera. La administración de culpas, la moralización del comportamiento, imponen a las personas una carga a menudo imposible de llevar. El estímulo, el soporte social en redes de pares, las acciones educativas sostenidas, la participación de los grupos de pertenencia o las estrategias cognitivas son algunas de las metodologías posibles. El cambio de hábitos no es menos complejo que su conformación originaria. Resulta ingenuo pretender que el voluntarismo o las actitudes autoritarias podrían producir los resultados que todos esperamos.


4. Considere al modelo asistencial clásico apropiado para enfermedades crónicas.

"Todos los sistemas están preparados para obtener exactamente los resultados que obtienen”

Las modalidades de asistencia dependientes de la demanda son el producto de una época con otro perfil epidemiológico (infeccioso o traumático). La nueva situación con alto predominio de enfermedades crónicas produce necesidades diferentes. Para ejemplificar esto de modo sintético podemos plantear un cuadro de diferencias entre las enfermedades agudas y crónicas.

Enfermedades Agudas 

Enfermedades Crónicas 

Episódica

Paciente inexperto

Paciente pasivo

Médico que ordena

Habitualmente se cura

Retorna a la normalidad

Parámetros simples y numéricos
Continua

Paciente experto

Paciente activo

Médico que educa

Habitualmente NO se cura

No retorna a la normalidad

Parámetros complejos y cualitativos

Todo parece indicar que el contacto sostenido con el paciente y los vínculos ampliados hacia grupos de enfermos que comparten problemas semejantes y sus familias produce resultados notablemente superiores a los que hasta hoy tenemos. Son muchos los estudios que demuestran que los programas sistemáticos, y no el contacto episódico, constituye la herramienta apropiada al tipo de patologías que debemos enfrentar. Recientemente el estudio EUROACTIVE ha obtenido resultados altamente favorables empleando equipos coordinados por  enfermeras, no sólo sobre los propios pacientes, sino sobre sus grupos familiares que también mostraron importantes cambios en sus hábitos y en la prevalencia de factores de riesgo como el tabaquismo, sedentarismo u obesidad. La inadecuación de los modelos de práctica profesional orientados hacia los cuadros agudos y una realidad sanitaria que nos enfrenta dramáticamente a la incontrolada expansión de enfermedades crónicas podría ser un elemento a tener en cuenta a la hora de analizar algunas de las razones de nuestros reiterados fracasos.


5. Considere que Ud. sabe todo lo necesario para resolver el problema.

“Llega un momento en que el espíritu prefiere lo que confirma su saber a lo que lo contradice, o prefiere las respuestas a las preguntas”   Gastón Bachelard

Las enfermedades cardiovasculares son producto del entrecruzamiento de múltiples factores dependientes de la biología y del ambiente, del ambioma y del genoma. La formación tradicional del médico no podría abarcar la totalidad de los saberes requeridos para modificar su expansión epidémica. Hay cuatro cegueras básicas que entorpecen la transformación de la mentalidad profesional que la actualidad reclama:

Ceguera a los límites de su conocimiento específico
Ceguera a los saberes ajenos
Ceguera a todo cuanto no pueda reducir a sus esquemas de causalidad
Ceguera a las críticas extradisciplinarias

El reconocimiento de lo inacabado e incompleto de los saberes, su carácter provisorio y su replanteo crítico permanente son hoy un imperativo ético metodológico irrenunciable. Disciplinas como la enfermería, la asistencia social, la nutrición, la antropología, la sociología o la psicología no pueden quedar marginadas de las iniciativas de prevención cardiovascular. Ignorarlas no sólo empobrece nuestros resultados sobre los pacientes, nos degrada como profesionales capturados en una ingenua ilusión omnipotente.

 

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