Vínculos | 23 JUL 07

Advierten sobre el riesgo de la "amistad" entre madres e hijas

Los problmeas de la falta de jerarquías con los hijos adolescentes.

Este tipo de relación se da cada vez más, alentado por la idealización de la juventud. Los especialistas dicen que la mamá no debe actuar como par: esa pérdida de autoridad genera confusión y dificulta poner límites.

Georgina Elustondo

Mamá se compra la ropa en el mismo lugar que yo". "A ella le encanta hacerse la moderna y la compinche delante de mis amigos". "Mi vieja se pone contenta cuando todos le dicen que parece mi hermana". "Siento que le histeriquea hasta a mi novio". "Yo uso jeans talle 40 y ella, 38. Y usa los pantalones más ajustados que yo". "Mamá me dijo que cuando quiera tener relaciones lo haga en casa, que no hay problema".

Frases, confesiones de adolescentes que psicólogos y terapeutas empiezan a escuchar con alarmante frecuencia. Palabras de chicas desorientadas ante madres que -con o sin intención- abandonan su condición de tales para "jugarla" de amigas, dejando a sus hijas "huérfanas" de un vínculo fundamental para su desarrollo e instalando, a la vez, en el propio hogar un "rival" que no habilita para la hija otra cosa que la derrota.

Es uno de los temas obligados entre los profesionales de la salud mental que atienden a chicas adolescentes, un problema que la mayoría vincula a una cultura que idealiza la juventud y asocia la madurez al deterioro, la decadencia y el desuso.

"Lo que arrojan nuestros estudios en las grandes ciudades es una marcada adolescentización del adulto. Encontramos que hay mayor rivalidad y competencia entre madres e hijas, pero sobre todo por parte de las mamás, que se obsesionan por estar jóvenes, vestirse a la moda y demás. Yo tengo 62 años y cuando era adolescente quería ser como mi mamá y ponerme su ropa: hoy, las madres quieren ser como las hijas y usar lo mismo que ellas. Esta horizontalización de la relación es negativa, porque una buena relación madre/hija debe ser asimétrica", señala la psicóloga Martina Casullo, investigadora de la UBA.

Sus estudios también alumbran un alto nivel de influencia de las mamás sobre la imagen corporal de sus hijas. "Compran los modelos estéticos que promueven los medios y trasladan a sus hijas mucho más de lo que creen la exigencia de estar delgadas", asegura Casullo.

En el Centro Dos, donde atienden a cientos de adolescentes, encuentran problemas similares. "Observamos en los consultorios un culto a la juventud eterna que se transmite a las hijas, y esto confunde", asegura la psicoanalista Stella Maris Gulián. "La madre no debe ponerse a la par de la hija porque no es su par. Pueden ir juntas a la ginecóloga para que ella encuentre, con la médica, el mejor modo de cuidarse: esto es acompañarla. Pero muy distinto es comprarle pastillas anticonceptivas o entregarle un preservativo porque ya tiene 14 años, como ocurre a veces, cuando las mamás terminan adelantándose a sus tiempos e invadiendo su intimidad".

Hablan de madres que, en muchos casos, "viven el crecimiento de la hija mujer como una herida narcisista" y se desplazan inconscientemente hacia los lugares (físicos, sociales, vinculares o emocionales) de ella, desertando de su verdadera función y privando a su "heredera" de la experimentación y el disfrute de algún espacio propio y exclusivo.

Las especialistas explican que el problema es más frecuente entre las madres sin pareja, porque la ausencia de un varón hace que la mujer vuelque en la hija (y espere de ella) más de lo saludable para el vínculo, y porque hoy en día la mujer siente que para estar en carrera hay que ser joven, bella y demás, como la hija.

"La mirada de la madre atraviesa y condiciona la mirada de la hija sobre sí, sobre la vida, sobre su propia mamá. Ambas son espejos, una de la otra. Es una relación que no excluye la rivalidad, los celos, los ataques envidiosos", dice la psicóloga Liliana Mizrahi, para quien la "pérdida de límites claros entre el rol y el lugar de la madre y el de la hija" es un problema creciente. "La madre se aniña, se apendeja, y quiere/necesita recuperar su propia adolescente a través de la hija. Se alimenta de ella, se empareja, perdiendo entre otras cosas autoridad y firmeza en los límites".

La confusión de roles y la pérdida de la figura materna tiene costos para las hijas: inseguridad, baja autoestima, desórdenes alimentarios, adicciones.

Generaciones enteras han aprendido a leer y a escribir con la misma frase: "Mi mamá me ama, mi mamá me mima". Una verdad que se sostiene, perpetua. Pero las formas que a veces asume ese amor, o las "neurosis" individuales y sociales que ese vínculo padece o despierta por estos días, están complicando las cosas. "Los beneficios de una sana jerarquía son para ambas", coinciden las especialistas: si cada cual atiende su juego, la hija recupera a su mamá y, la madre, puede afirmar su identidad más allá de la maternidad, aunque ese rol sea -para siempre- uno de los pilares de su vida.

 

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