Fallas en el sistema | 03 SEP 06

Errores de medicación, un peligro que nadie atiende

Las equivocaciones de médicos, enfermeras, farmacéuticos y pacientes causan graves daños y hasta muertes. En Argentina el Estado no los mide ni previene, aunque en dos hospitales calcularon que dos de cada diez prescripciones son erróneas. A Estados Unidos le cuestan 3.500 millones de dólares al año.

Claudio Savoia

Fueron creados para curar y salvar vidas, pero también pueden perjudicarlas, y en casos extremos hasta llevárselas. Por una equivocación con el nombre o la dosis recomendada, una mala lectura de la receta por parte de la enfermera o el farmacéutico, el olvido de tomar una pastilla o el que lleva a tomar dos veces la misma, los remedios pueden convertirse en peligrosos enemigos agazapados en la inocente oscuridad de un botiquín.

Los errores de medicación son estudiados en el mundo como fallas en la prescripción, transcripción, despacho y administración de cualquier remedio, y varios países están dedicando muchos esfuerzos y dinero para identificarlos y prevenirlos. En Estados Unidos, por ejemplo, un flamante informe dice que cada año ocurren cerca de un millón y medio de errores, con un costo de 3.500 millones de dólares (ver página 35). En Argentina no hay ningún programa oficial para reportarlos ni plan para evitarlos. Pero dos estudios realizados en hospitales públicos estiman que en dos de cada diez indicaciones farmacológicas hay errores.

Aunque suene extraño, en lo que parece un simple trámite —recibir la orden de usar un remedio, comprarlo y tomarlo— hay decenas de pequeñas acciones que pueden atentar contra el éxito del tratamiento. Los errores de medicación pueden ocurrir porque el médico equivocó el remedio, la dosis o la vía de administración; porque su orden fue correcta pero una enfermera o farmacéutico la malinterpretó o la incumplió; porque fue mal aplicado; porque se tomó por más o menos tiempo que el debido; y muchas otras fallas posibles que reducen lo que la medicina llama "seguridad del paciente".

Zulma Ortiz integra el Centro de Investigaciones Epidemiológicas de la Academia Nacional de Medicina y es considerada una pionera en el estudio de los errores médicos y de medicación. "Comenzamos a trabajar en este tema en el 2001, y en el 2003 lanzamos un programa de cinco años de duración, desde un enfoque educativo y organizado en cuatro áreas: cultura organizacional, sistemas de información y vigilancia para el error, prácticas para la seguridad y capacitación", explica. El programa comenzó aplicándose en el Instituto Lanari, el Hospital Garrahan, el Hospital de Niños de Córdoba y el Hospital de la Asociación Médica de Bahía Blanca, y ahora se sumaron en Capital el Hospital de Clínicas, el Italiano, el Posadas y el Cemic.

"Tenemos 1.060 encuestas y entrevistas, con la misma metodología que usaron en Harvard para estudiar el problema en Estados Unidos", explica Ortiz. "Tratamos de revisar y cuantificar los errores más groseros, tanto de práctica como de medicación. En Bahía Blanca evaluamos al azar 580 historias clínicas, y encontramos 85 eventos adversos. Es un 14,6 por ciento, una proporción muy alta". Con respecto a los errores de medicación, en el servicio de pediatría del Hospital Italiano se analizó hace tres años toda la medicación que tomaban 95 pacientes, y se detectó un 23 por ciento de errores. El 17 por ciento habían sido problemas de prescipción y el 6 por ciento en la administración de los remedios. "Pero esto no indica que allí tengan más errores que en otros sitios. Diría que es al revés: como los analizaron, seguro que se equivocan menos".

Un análisis de los reportes de error del Hospital Garrahan, elaborado por la investigadora Graciela Calle, también ofrece algunas pistas. Por ejemplo, que hubo un 21 por ciento de errores de prescripción sobre el total de las indicaciones, que entre ellos el 41 por ciento correspondió a equivocaciones con el nombre comercial o las abreviaturas de los remedios, y que seis de cada diez errores fueron detectados por los farmacéuticos. "Pero lo más importante es estudiar la cultura organizacional de cada institución, saber qué piensan cuando cometen un error. Por desgracia, el supuesto básico es 'si digo que me equivoqué me van a castigar'. Esto es terrible, porque las fallas son del sistema. Por eso preguntamos qué y no quién causó el error ", insiste Ortiz.

El médico Ezequiel García Elorrio, director del área de Calidad de Atención en Salud del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), coincide con ella: "Hay una palabra japonesa, kaizen, según la cual 'todo defecto es un tesoro', porque la equivocación es una oportunidad para mejorar. Pero hoy los médicos son reacios a reportar sus errores por miedo a las recriminaciones personales". García Elorrio ilustra sus palabras: "Hace tres años, los alumnos de una maestría que dicta el IECS tuvieron que organizar un sistema de reporte voluntario de errores en un centro de salud. Era un simple cuaderno donde los médicos y enfermeras tenían que anotar sus errores o aquellos de los cuales se enteraban. ¿El resultado? A los tres días el cuaderno desapareció."

Pero semejante recelo, que termina cancelando la posibilidad de encontrar y corregir las fallas en el sistema de medicación que cuestan vidas y mucho dinero, tiene sus motivos. Según el completo estudio de la Fundación ISalud "Impacto económico de la mala praxis médica", editado a fines de 2001, los juicios por supuesto mal desempeño médico en Argentina aumentaron unas mil veces en la década pasada, y cada día se inician dos nuevas demandas. El trabajo calcula que el costo anual de la mala praxis —en concepto de seguros, conciliaciones y juicios perdidos— es de unos 152 millones de pesos.

Aunque no existen estadísticas oficiales sobre los errores de medicación en Argentina, la Asociación de Farmacéuticos de Hospital creó hace dos años una "Red argentina de monitoreo y seguridad en el uso de medicamentos", que hasta ahora es la única en el país. "Al ser quienes más manipulamos remedios, los farmacéuticos estamos muy expuestos a estos errores", explica Marcela Rousseau, una de las fundadoras de la red. "Tomamos las fichas de reporte de error que usan en España y Estados Unidos, y diseñamos la nuestra. La idea es que los colegas reporten los errores que cometieron o de los que supieron, en forma voluntaria y anónima. Pero recién estamos en una etapa de concientización. Esta semana lanzamos el primer curso online para farmacéuticos sobre errores de medicación".

Hasta ahora, a la Red se sumaron unas 40 personas de Capital, Santa Fe, Córdoba, Neuquén y Corrientes, que reportaron 50 errores. Para hacerlo llenaron la ficha que está en el sitio web de la Asociación (www.aafhospitalaria.org.ar). Esos datos alimentan una incipiente base de datos, gracias a un software específico conocido como Proyecto Angel, creado por la empresa argentina CONMED. Su titular, Andrés Papeschi, lo presenta: "Es un programa que permite armar un sistema electrónico de historias clínicas. Lo desarrollamos durante diez años y lo ofrecemos por Internet en forma gratuita. Permite a cualquier hospital almacenar y procesar datos clínicos, farmacéuticos y hasta socioeconómicos de los pacientes".

Además de analizar los errores reportados y elaborar respuestas para evitar que vuelvan a ocurrir, los informes voluntarios que recoge la red creada por la doctora Rousseau son enviados a la ANMAT, la dependencia oficial que comanda el Sistema Nacional de Farmacovigilancia. Este sistema se encarga de evaluar y controlar la calidad y eficacia de los medicamentos que se venden en Argentina, y recoger información sobre los efectos adversos que se detecten. Pero este control se ejerce sobre los remedios que, se supone, fueron prescriptos y administrados en forma correcta.

En Santa Fe, la farmacéutica Laura Bugna dirige el Programa Provincial de Farmacovigilancia y trató de crear otro programa más específico sobre errores de medicación, "aunque todavía no tuvimos cabida", dice. Pero la burocracia no la detuvo: hace cinco meses, su oficina lanzó un curso a distancia y gratuito sobre "prevención de errores de medicación". "La idea es que se conteste en grupo, y que así se vayan formando comités de seguridad en los hospitales y centros de salud", explica la funcionaria.

En el curso se estudian diez errores reales que ocurrieron en hospitales santafesinos. Los alumnos deben clasificarlos, analizarlos y diseñar medidas para prevenir que se reiteren. ¿Algunos ejemplos? A un joven le aplicaron diez dosis de la vacuna doble (contra el tétanos y la difteria), aunque por suerte no hubo reacciones adversas. En otro lugar, a un paciente hipertenso se le prescribió un antihipertensivo muy famoso, llamado Lotrial. Pero días después terminó internado por una caída crítica del nivel de azúcar en su sangre. Revisando la medicación se advirtió que estaba tomando Glitral, un remedio para diabéticos.

Para el vicepresidente de la Fundación ISalud, Rubén Puppo, los errores de medicación representan "un fenómeno de una magnitud insospechada, que se da muchísimo en pediatría, menos entre pacientes internados y tiene una dimensión casi dantesca en geriatría". El médico asegura que "muchas veces la gente no entiende cómo tiene que tomar el remedio que le recetan, pero por un respeto mal entendido no le preguntan al médico", y afirma que la madre de todas las soluciones pasa por educar al paciente: "Tiene que conocer su enfermedad, qué necesita tomar, por qué y cuándo".

Suena fácil, pero no lo es. Y Puppo lo ilustra con una anécdota: "Hace unos meses llamó por teléfono don Mario González, presidente de la Fundación y padre del ministro de Salud, Ginés González. Estaba de viaje en Paragua

 

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