Ejercer la profesión en ámbitos conflictivos | 24 MAY 06

Bioética y Salud penitenciaria

Una reflexión con opinión y fundamentos del Dr. Alejando Bevaqua sobre la medicina en las cárceles.
Autor/a: Dr. Alejandro A. Bevaqua  
INDICE: 

Dr. Alejandro A. Bevaqua M.P.: 220167 Médico Especialista en Medicina Legal , Pueyrredón 5 – 7º “C”, 8000 Bahía Blanca – Buenos Aires. Argentina. e-mail: bevaquaalejandro@hotmail.com

El Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires (S.P.B.), al igual que en el ámbito federal, presenta -entre sus múltiples mecanismos tendientes a la (re) educación y (re) socialización de la persona detenida-  un aspecto dedicado a la atención de la salud     de estos sujetos que, supuestamente,  han delinquido, han violentado la norma social.
Esta atención de la salud comprende o, mejor expresado, debiera comprender todas las facetas de la misma en sus perspectivas tanto biológicas cuanto psicológicas y sociales; puede, incluso, considerarse el aspecto moral en atención a los diversos cultos a los que tienen accesos los detenidos.

Haciendo abstracción en forma relativa -única y exclusivamente por razones prácticas- de los aspectos psico-sociales y morales, cabe cuestionarse si es útil, necesario, casi podríamos decir lícito, plantearse una posición bioética en la atención de la salud de los detenidos por diversas causas e independientemente de la carátula del proceso; mas aún, no deviene ajeno cuestionarse acerca de la validez de la asociación de estos conceptos -bioética y sanidad penitenciaria- atendiendo a ciertas posiciones en principio contrarias, no sólo a la ética en general, sino al más elemental sentido común.

Posiciones sostenidas no mucho tiempo ha por determinadas Instituciones Médicas (referidas a la atención médica que (no) debieran recibir  las personas que han delinquido), avaladas por corrientes de pensamiento no del todo transparentes, han puesto en duda esta factibilidad.

Nosotros nos hemos opuesto con total firmeza a este posicionamiento, entendiendo que el mismo no sólo no resulta legal sino que, incluso, contraviene toda normativa bioética.  De allí nuestra creencia que no sólo es posible sino que es absolutamente imprescindible pararse en una situación que nos permita no perder nunca de vista la condición de persona del sujeto recluso y la inherente dignidad humana, construyendo desde allí una verdadera atención integral de la persona del detenido basada en los principios bioéticos que rigen nuestro métier.

Constituye esta entonces nuestra hipótesis inicial de trabajo y la que trataremos de desarrollar -y por ende contrastar contra la base empírica- a lo largo de las páginas siguientes. Los fundamentos para nuestra toma de posición serán multivariados, provenientes de distintas áreas en apariencia -y sólo desde este supuesto de apariencia- ajenas al estricto campo bioético (medicina y sus diversas ramas, por ejemplo la medicina legal -nuestro real campo de especialización de la mano del Profesor Dr. Miguel A. Maldonado y el Profesor Dr. Humberto Lucero, Titular y Adjunto respectivamente de la Cátedra de Medicina Legal y Deontología Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata-,  sociología, psicología, etc.), pues nos parece una limitante innecesaria, incluso contraproducente, abrevar en una sola fuente de conocimiento.

En igual sentido, podemos citar prestigiosos profesores de la Escuela Americana que han señalado: “La medicina no es una ciencia sino una profesión erudita con profundas raíces en diversas ciencias, y la obligación de aplicarlas para beneficio del hombre.” 
Conocimiento y no mera información que, a su vez, debe ser tamizado por la propia y profunda reflexión sobre el tema que nos ocupa, que centraliza nuestro esfuerzo -la sanidad penitenciaria, la relación médico-paciente en este medio ambiente tan particular- y que debe ser llevada a cabo en un marco de silencio y de introspección  para, luego, ser volcada en el ámbito interpersonal, generando una discusión en el seno de los Comités de Bioética.

Estos, los Comités de Bioética, no pueden ni deben estar ausentes en el ámbito penológico   pues en ellos se ponen en juego (permítasenos la expresión tal vez no del todo feliz aunque sí muy gráfica) valores y decisiones que afectan no sólo la salud de las personas sino también su honra y su patrimonio.

Desde el marco teórico hasta aquí desarrollado deben ponderarse, ineludiblemente, dos conceptos que afectan el posicionamiento del observador y que son:

1- La carga teórica previa: Entendemos por tal el cúmulo de conocimientos o instrucción, experiencias o educación  tanto positivas cuanto negativas, entorno en el cual se desempeña el sujeto, nivel de satisfacción alcanzado con su tarea, etc., todo lo cual viene -aún en el plano de lo inconsciente- a modificar nuestras decisiones, opiniones y posicionamiento respecto a terceros.
El peso de este condicionante es insoslayable, no puede evitarse; de allí que resulte fundamental reconocer su existencia para minimizar su impacto frente a nuestra labor. Labor que, además, está imbuída de un grado de poder que resulta sorprendente  y que merece y debe ser atenuado por un posicionamiento bioético.

2- La vertiginosidad del tiempo post-moderno: Este elemento a considerar, en apariencia ajeno a nuestro cometido, reviste capital importancia por cuanto minimiza la posibilidad de pensamiento propio y debidamente sustentado. Ello se denota en el rápido e instantáneo vertido de la mera opinión que, como hemos sostenido insistente y permanentemente, resulta ser el escalón más bajo del conocimiento y, por tanto, al alcance de todo el mundo.  Un claro ejemplo de nuestros dichos se advierte en la óptica de Gustavo Silva.
En igual sentido, Arnoldo Kraus nos recuerda -con fina y delicada pluma- que “sobran lápices, faltan gomas”. El mismo autor nos recuerda las palabras de Mark Twain cuando señala que “borrar implica reflexionar; borrar requiere autocrítica; borrar es reconsiderar. Reflexionar, humildad, reconsiderar y ser autocrítico son conceptos lejanos cuando el poder omnímodo  decide sin preguntar. La información prevalece sobre el conocimiento y el conocimiento sobre la sabiduría”.   Nuestros Profesores, los Dres. Miguel A. Maldonado y Humberto Lucero, quienes han alcanzado -sin duda alguna- la categoría de verdaderos Maestros como nos gusta designarlos nos han enseñado, precisamente, el camino de la reflexión, de la expresión a través de la palabra meditada como atenuante de esta vertiginosidad post-moderna y como verdadera oposición al poder por el poder mismo.<

 

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