Notas de un cirujano | 04 AGO 04

El lavado de manos para la prevención de las infecciones

Hay que tener en cuenta que muchas de las infecciones de nuestros pacientes pueden ser transmitidas por nosotros mismos.
Autor/a: Dr. Gawande A. Fuente: Department of Surgery, Brigham and Women's Hospital, Boston, USA N Engl J Med. 2004 Mar 25;350(13):1283-6.
INDICE:  1. Desarrollo | 2. Hábitos
Desarrollo

Una tarde de diciembre pasado paseé por el hospital con Deborah Yokoe, una especialista en infectología y con Susan Marino, una médica en formación técnica. Ellas trabajan en la unidad de control de infecciones y su trabajo es evitar la diseminación de infecciones en el hospital. Tuvieron que lidiar con epidemias de influenza, la enfermedad de los Legionarios, una meningitis bacteriana fatal y una vez el año pasado con un caso que, según la biopsia de cerebro del paciente, pudo haber sido una enfermedad de Creutzfeld-Jacob, una pesadilla porque los procedimientos de rutina de esterilización del instrumental de neurocirugía utilizado no hubieran evitado la transmisión de la infección a otros pacientes. Yokoe y Marino vieron sarampión, la fiebre del Nilo y la tularemia (que es muy contagiosa en los laboratorios de los hospitales). Una vez rastrearon un brote de hepatitis A y encontraron el foco en unos helados. Recientemente hubo en el hospital un rotavirus, una klebsiella multirresistente y, como es habitual en los hospitales, un Staphylococcus aureus meticilino-resistente y un enterococo resistente a la vancomicina.

Sin embargo, me contaban que lo más difícil de su trabajo no era la variedad de gérmenes contagiosos o los miedos del personal a infectarse, ni siquiera la prensa que puede causar pánico en la población. Lo más difícil es conseguir que los médicos hagan lo único que puede limitar la dispersión de una infección: lavarse las manos.
Probaron de todas las maneras: pusieron carteles, reubicaron las canillas, colocaron nuevas canillas e incluso algunas las hicieron automáticas.

Sin embargo, las estadísticas de Yokoe y Marino muestran lo mismo que todos los trabajos: nos lavamos las manos entre un tercio a la mitad de lo que debiéramos. Luego de un apretón de manos con un paciente con secreciones o de sacar un clavo de una herida sucia o de colocar el estetoscopio en un pecho transpirado, la mayoría no nos lavamos las manos. Seguimos y vemos al próximo paciente o escribimos la historia clínica o nos comemos un sándwich.

Esto no es nada nuevo. El último libro de She

 

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