Entrevista (parte 2) | 13 MAR 22

Dra. Patricia Aguirre: “La publicidad cumple las funciones de una falsa educación alimentaria”

En su libro “Devorando el planeta”, la antropóloga llama a cambiar los actuales modelos de la industria y el consumo para que no lo paguemos con la salud y el medio ambiente. Aquí, sus principales conceptos en un diálogo en dos entregas.
Autor/a: Entrevista por Celina Abud. Fuente: IntraMed / Devorando el planeta 

“La publicidad cumple las funciones de una falsa educación alimentaria con la única finalidad de vender un producto”. Ese es uno de los postulados que la plantea la doctora en Antropología Patricia Aguirre, en su nuevo libro Devorando el planeta (Ed. Capital Intelectual), que muestra las consecuencias para la salud de un sistema alimentario guiado por la lógica de mercado y cómo a la vez, daña al único hábitat que tenemos.

En su nuevo texto, la experta en antropología alimentaria reflexiona sobre la ´ilusión´ de autonomía a la hora de elegir qué es lo que comemos y cómo nos guían los anuncios a la hora de promocionar un determinado comestible. “No hay un mejor alimento que otro para un omnívoro”, postula y enfatiza en la idea de que hay que “comer de todo, muy diverso, pero poquito”.

Durante una entrevista con IntraMed, presentada en dos módulos,  Aguirre enfatiza en cómo “la mayor parte de los problemas actuales hoy no vienen por no comer, sino por comer demasiado”. Aquí, algunos de sus conceptos, en sus propias palabras.

¿Cuál es el precio que pagamos en nuestra salud por los modos de producción y consumo de productos comestibles? La enfermedad, sin ninguna duda (y esperemos que no sea la extinción). La mayor parte de las enfermedades que sufren las poblaciones de las sociedades occidentales actuales (de mercado, urbanas, industriales) tiene que ver con su alimentación ya sea:

Por la extensión de la frontera productiva sobre hábitats vírgenes, lo que produce extinción de especies y reacomodamiento de otras (que se trasladan con sus enfermedades y sus virus como el caso del murciélago y el pangolín en la COVID-19) o simplemente son desplazamientos de mosquitos, ratas, ardillas. Días atrás leíamos sobre los coipos y los carpinchos que se readaptan en las ciudades al destruirse sus ambientes naturales. Estos animales se trasladan con sus enfermedades y sus virus, que pueden evolucionar al saltar la barrera de las especies (como ha pasado cientos de veces) e infectarnos. En el pasado las vacas nos dieron la tuberculosis, viruela; los patos, la gripe; los chanchos, la tos ferina. El avance de la frontera productiva es una ocasión de enfermedad.

La contaminación que produce la forma como producimos nuestros alimentos es mortal y hace a esta producción insostenible en el tiempo. Estamos envenenando tierra, agua y aire con esta forma de producir granos y carnes. El uso de agrotóxicos es monstruoso en Argentina: representa una carga de exposición de 11 litros por persona por año. ¿Alguien piensa que estos venenos que eliminan insectos acaso son inocuos para otros animales o para nosotros mismos? Los médicos de pueblos fumigados tienen 30 años de experiencia luchando por combatir la carga de enfermedad que conlleva esta forma de producción. Genotoxicidad, esterilidad y cánceres de todo tipo son moneda corriente en los campos: donde hace años los habitantes de las ciudades se retiraban a respirar aire puro, hoy son los lugares más insalubres del planeta.

Los feedlots y criaderos industriales de pollos son fuentes de enfermedades y plagas en el lugar y a larga distancia: las carnes que se producen por la aplicación masiva de antibióticos en los animales provocaron una evolución artificial de bacterias antibiótico-resistentes para las que ya no tenemos tratamiento.

 

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