Nuevas tecnologías de comunicación y bioética | 10 ABR 17

Sobre la posibilidad de un conflicto bioético en la relación entre los medios y la audiencia

Autor/a: Ximena C. Abrevaya 
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“Usted, yo, nuestros hijos, las cosas que queremos, su futuro, su triunfo, su frustración o su muerte están a merced de lo que pase en y con los medios de difusión.Si esto le parece exagerado, su sensación no sería otra cosa que una prueba más de hasta qué punto los propios medios nos han alejado del conocimiento de las claves de nuestra existencia en beneficio de intereses terribles.Hoy, menospreciar la tremenda importancia, el impresionante poder de los medios de difusión,es una ignorancia que cuesta fortunas en vidas humanas”.  Carlos Abrevaya, “Medios Locos” (1989)

Por Ximena Abrevaya (*).  (*) Dra. en Ciencias Biológicas-UBA. Investigadora CONICET

El siglo XXI muchas veces ha sido anunciado como el siglo de la biología. Ciertamente el prefijo “bio” se ha expandido en el vocabulario en los dos últimos siglos. Dejando de lado su uso más efímero definido por el marketing que impulsa el consumo de productos para una calidad de vida supuestamente más saludable, aquél “bio” que involucra a la “vida” como una entidad u organismo en su sentido más estricto, muestra la real y creciente expansión de las “biociencias” en general.

Así también, a la par de estos avances científicos y tecnológicos que se fueron sucediendo, asistimos a una época en donde el desarrollo técnico ha permitido otra expansión en lo que respecta a las tecnologías de la comunicación y de la información.

Así como en el caso de las biociencias y toda ciencia que expande sus límites, resulta necesaria y obligada una reflexión sobre cuestiones de carácter ético que puedan desencadenarse como consecuencia de los nuevos desarrollos científicos, sobre el desarrollo técnico respecto de las nuevas tecnologías de comunicación también sopesa un necesario análisis, que es habitualmente escaso.

Las nuevas tecnologías de comunicación nos permiten entrar en un contacto interpersonal de una forma más ágil, y el acceso a la información se ve en gran medida facilitado. La tecnología nos ha provisto de medios eficientes y veloces, igual da si nuestro interlocutor se encuentra a diez cuadras o en Berlín. Así nos zambullimos en las redes, casi sin pensar en que detrás de esas redes se teje una compleja trama, y muchas veces en esas mismas redes quedamos atrapados, en medio de la vorágine de los textos y los mensajes.

Quizás esto también nos deje poco espacio para reflexionar sobre el mundo que nos rodea, sobre el éthos, vocablo griego que por un lado nos habla de la “morada”, del lugar donde se vive, pero así también sobre lo que en otras acepciones este éthos significa: el “comportamiento” o “el hábito”. Precisamente es también en ese mismo éthos donde encontramos la raíz de la palabra ética, que nos remite a nuestro deber de evaluar las consecuencias de nuestro accionar o el de otros.

En particular la bioética se ocupa de las cuestiones éticas vinculadas al accionar de los seres humanos sobre la vida como objeto en general, no sólo involucrando aquellos aspectos relacionados con la vida de otros seres humanos sino también a la de otros seres vivos.

De hecho, el término bioética fue acuñado inicialmente a principios del siglo XX con la idea de propugnar una relación ética de los humanos hacia los animales y las plantas y que luego se redefinió como las obligaciones morales hacia una totalidad que abarca tanto formas de vida no humanas como humanas (1).

El concepto actualmente tiene implicancias muy amplias debido al incremento de la tecnología, en donde también sopesan las consecuencias directas o indirectas de las modificaciones que el hombre no sólo realiza sobre los seres vivos, sean humanos o no, sino también sobre el medio ambiente.

El primer antecedente de una acción organizada que constituyó el documento fundacional de la bioética fue el que involucró a los procesos judiciales que condujeron al Juicio de Nüremberg y la posterior elaboración del Código de Nüremberg.

Esté código fue engendrado en el seno de una serie de deliberaciones generadas por los crímenes de guerra y experimentos científicos realizados sobre seres humanos por parte de médicos nazis a mediados del siglo XX durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos de los acusados argumentaron en su defensa que sus experimentos habían sido realizados ante un marco legal inexistente y que experimentos similares habían sido llevados a cabo mucho antes de la guerra.

Fue precisamente el debate generado durante estos enjuiciamientos el que permitió trazar los primeros lineamientos para el establecimiento de un marco legal.

Existen innumerables evidencias a lo largo de la historia que documentan el poder de los medios sobre la masificación de conductas

Es esperable que todo lineamiento ético y bioético surja a partir de un ámbito de debate y deliberación de manera colectiva, tal como planteara el filósofo Freddy Alvarez, “la ética es un producto de la comunicación” y “sólo puede ser una exigencia cuando es compartida” (2).

No sólo debemos citar la importancia de la comunicación como un vehículo reducido a grupos particulares de personas sino entendiendo la comunicación a escala masiva y considerando el poder y la influencia de los medios masivos de difusión (mal llamados de comunicación) (3)  sobre la sociedad.

Existen innumerables evidencias a lo largo de la historia que documentan el poder de los medios sobre la masificación de conductas. Un ejemplo precisamente proviene de aquello que precedió al Juicio de Nüremberg: en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda nazi de mano de Joseph Goebbels, jefe del Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, dejó en claro el poder de la televisión y el cine para influir en la población y ganar adeptos para la causa nazi, que resultó clave para la expansión de dicho régimen en la Alemania de mediados del siglo XX.

En otra guerra desarrollada en el terreno de la fantasía, lejos de las trincheras y de los intencionados actos, cabe recordar la ola de pánico generalizado que provocó “La Guerra de los Mundos” una obra de H.G. Wells, convertida en radioteatro e interpretada por Orson Welles, que fue transmitida por la emisora radial CBS en 1938, un confuso episodio que terminó provocando suicidios y caos.

Tanto sea que se trate de un acto deliberadamente criminal como de aquello que pueda considerarse como un inocente juego para captar la atención de las masas, en estos ejemplos se encierra una profunda reflexión sobre el poder que se encuentra en manos de los medios masivos.

Las consecuencias para la población pueden ser muchas veces nefastas, pero aún dejando de lado los extremos catastróficos, la falta de responsabilidad en el manejo de la información, puede tener consecuencias perjudiciales, y no necesariamente fácilmente perceptibles a corto plazo. 

Uno de estos riesgos se ve principalmente reflejado en lo que refiere a noticias de carácter médico. Temas como la vacunación, el aborto, o nuevos tratamientos para enfermedades crónicas o mortales resultan especialmente críticos cuando son indebidamente abordados por los medios debido a las consecuencias que pueden implicar para la toma de decisiones de los individuos o la población.

Precisamente debido a esto, en el año 2016, integrantes del Programa de Medicina Basada en Pruebas del Servicio de Clínica Médica del Hospital Alemán en Buenos Aires, realizaron un estudio para evaluar la fiabilidad de la información médica proporcionada por los medios de comunicación en Argentina. Los resultados de dicho estudio evidenciaron que la información médica transmitida a través de los medios en nuestro país resulta inapropiada y poco confiable, lo que puede derivar en consecuencias negativas para el sistema de salud a escala global y también impactar negativamente en la relación médico-paciente (4).

En este sentido, quizás de las cuestiones bioéticas más renombradas y de más circulación en los medios es aquella relacionada a la problemática del aborto. En el año 2006 se publicó en The New York Times Magazine un artículo con una clara postura pro-abortista (“Who will do the abortions here?”). A modo de argumentación, el artículo contiene el testimonio de una mujer salvadoreña supuestamente condenada a 30 años de prisión por haber interrumpido un embarazo de 18 semanas. Luego de su publicación, Byron Calame, editor público de la misma revista, realizó una investigación sobre el caso publicado y encontró que el fallo judicial que dictaminaba la condena al que el artículo hacía referencia, implicaba a otra situación: la mujer había estrangulado a su bebé recién nacido. La denuncia de Calame fue publicada en la sección “The public editor”, en la misma revista, bajo el título “Truth, Justice, abortion and The Times magazine” (“Verdad, justicia, aborto, y la revista The Times”) (5). Sin embargo, el artículo original al que éste artículo hacía referencia nunca fue retirado de circulación.

Pocas veces es considerado que el tema medioambiental también implica cuestiones bioéticas que resulta necesario abordar. Organismos genéticamente modificados, incluyendo su más reciente vertiente en la biología sintética, la problemática del uso de los agroquímicos y su impacto ambiental y sobre la población, así como el impacto de nuevas tecnologías, suelen tratarse escasamente o suelen ser superficialmente planteados por los medios.

El sensacionalismo suele apoderarse de las noticias que involucran este tipo de temáticas

Además del escaso tratamiento de los temas bioéticos en los medios, el sensacionalismo suele apoderarse de las noticias que involucran este tipo de temáticas y muchas veces predomina por sobre la profundidad del tratamiento de estos temas. Es habitual leer titulares que tergiversan el contenido original de los artículos científicos. Por ejemplo, un artículo de la revista Nature que habla de una “reducción en la tasa de calcificación de los arrecifes”, terminó convirtiéndose en noticia periodística de tono apocalíptico que afirmaba en su titular: “Gran Barrera de Coral se derrumbará en 50 años” (6).

 

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