Un disco histórico a prueba del tiempo | 29 JUN 15

Roger Waters: “The Wall’ es todavía una acción de protesta”

El exlíder de Pink Floyd recupera en una película su montaje en torno al mítico disco. El músico dice que su obra trata “sobre cualquier persona que sufre en cualquier conflicto”.

El exlíder de Pink Floyd recupera en una película su montaje en torno al mítico disco. El músico dice que su obra trata “sobre cualquier persona que sufre en cualquier conflicto”.
Pablo Guimón
  
Pocos discos en la historia del rock and roll han tenido una vida tan larga e intensa como The Wall, la ópera rock publicada por Pink Floyd en 1979, a través de la que Roger Waters exorcizaba sus demonios personales de joven ídolo de masas desencantado con el vacío de la fama. Sus miedos, con la argamasa de las drogas, levantaban un muro entre él y el mundo que al final del disco se derribaba humanizándolo de nuevo.

The Wall salió a la carretera por primera vez en 1980 y revolucionó la escala y la idea de lo que podía ser un espectáculo de rock. En 1982 se convirtió en una película de culto de la mano de Alan Parker y Bob Geldof, que clavaba el papel del joven y atormentado Pink.
   
Waters abandonó Pink Floyd en 1985 y peleó en los tribunales con David Gilmour y Nick Mason sobre los derechos de la marca y el material. Perdió los derechos sobre Pink Floyd, pero retuvo los de The Wall. El 21 de julio de 1990, ocho meses después de la caída del telón de acero, el álbum se reencarnó en un concierto de magnitudes épicas, celebrado en Berlín, con el que el Olimpo del rock quiso demoler el muro cultural que separaba los dos bloques. The Wall trascendió aquella noche los muros de la música.

En 2010, un Waters sexagenario se embarcó en una estratosférica gira mundial de tres años con The Wall, que terminó documentada en una nueva encarnación fílmica. Titulada Roger Waters The Wall y codirigida por el músico y Sean Evans, se estrenó el año pasado en el festival de Toronto y llega a cines de todo el mundo en septiembre. Las entradas acaban de salir a la venta.

A lo largo de toda esta historia, curiosamente, el propio sentido del disco ha ido mutando. En un hotel de Londres, Roger Waters (Surrey, Reino Unido, 1943) explica a EL PAÍS cómo una confesión íntima ha acabado convertida en un grito contra cualquier abuso del poder.

Pregunta. ¿Ha pensado en la ironía de que The Wall, que partió de su frustración ante los grandes públicos y las giras, se haya convertido 35 años después en uno de los mayores espectáculos en vivo de todos los tiempos?

Respuesta. Mi relación con el público cambió un día de 1999. Después de dejar Pink Floyd hice un par de giras solo. Eran tiempos muy duros. Estaba luchando con mis antiguos compañeros por el nombre de la banda, fue una época de esas que forman el carácter. Decidí parar un momento. Entonces Don Henley [de The Eagles] me propuso participar en un concierto benéfico con él, Neil Young y John Fogerty. Acepté y fue maravilloso. El público escuchaba. No era como antes, que todos se gritaban unos a otros, bebían cerveza, pedían otra ronda a gritos mientras tú tratabas de tocar. Lo odiaba. Pero en ese concierto viví de nuevo ese gran sentimiento de amor, y pensé que podría volver a la carretera. Años más tarde me lancé a hacer The Wall.

    Tengo un buen recuerdo, de Berlín pero también está la angustia y la responsabilidad de dar con la forma de que aquello funcionara. 

 

P. ¿Cómo se monta un espectáculo así?

R. Lo primero que hice fue llamar a Mark Fisher, que murió hace dos años repentina y lamentablemente. Había trabajado con él en 1977 en el espectáculo de Animals y después en todas las grandes giras. Con él empecé a hacer inflables, aviones y Dios sabe qué. Le dije que quería volver a la carretera con The Wall. Se partía de risa. "¿Te parece una locura?", le pregunté. Me dijo que no. Le sugerí hacer algo con pantallas, pero me respondió que, si iba a hacerlo, tenía que ser como entonces. Había que construir una pared y derribarla. Inmediatamente supe que era verdad.

P. ¿Qué queda en usted del personaje de Pink?

R. Estoy en un lugar muy diferente al del miserable y jodido Roger de hace tantos años. Ahora estoy mucho más feliz con el público y conmigo mismo, aunque menos contento con lo que está sucediendo en el mundo.

P. ¿En qué sentido?

R. The Wall aún es una acción de protesta. Es mucho menos sobre la historia del chaval y su pérdida que sobre la preocupación de todos los que perdemos a gente en guerras. Al final del día todos podemos ser daños colaterales, que es un eufemismo para decir gente inocente muerta. The Wall es hoy una pieza sobre cualquier persona que sufre en cualquier conflicto.

 

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