Una mente brillante | 26 MAY 15

La mente maravillosa del matemático John Nash se queda en la carretera

Comprender el trabajo y relevancia de Nash es un desafío, hasta el punto de que este matemático es conocido más por su vida personal, marcada por la esquizofrenia y por el amor de su mujer, Alicia.

FUENTE | El Confidencial

La noticia nos sorprendía recientemente: el famoso matemático John Nash, ganador de un Premio Nobel de Economía y conocido popularmente por haber sido interpretado por Russel Crowe en la gran pantalla, fallecía junto a su mujer, Alicia Nash, en un accidente de coche. El taxi en el que viajaba se estrelló contra un guardarraíl al intentar adelantar a otro vehículo. Se trataba de un triste final para una mente brillante que vivió una dramática enfermedad mental durante décadas contra la que luchó para poder seguir adelante con su vida y con su trabajo.

Cuenta Sylvia Nasar, autora del libro Una mente maravillosa en que está basada la película con el mismo título, que en 1994, unas semanas antes de que se anunciase a los galardonados con el Premio Nobel de Economía de ese año, los matemáticos Harold W. Kuhn y John Forbes Nash Jr. visitaron a su profesor Albert W. Tucker en una residencia de ancianos cercana a Princeton, Nueva Jersey.

Nash llevaba bastantes años sin hablar con su viejo mentor y la conversación giró sobre todo en torno a la teoría de los números y los últimos descubrimientos en su campo. En un momento en el que Nash salió de la habitación en la que se encontraban, Kuhn aprovechó para contarle a Tucker un secreto: la Real Academia Sueca pensaba concederle a Nash un Premio Nobel por un trabajo realizado en 1949, cuando era su alumno. El aludido aún no tenía ni idea.

"El premio era un milagro. No solo porque Nash, uno de los genios matemáticos de la época de la posguerra, fuese a recibir por fin el reconocimiento que merecía, ni porque se lo fuesen a dar por una tesis doctoral de apenas 27 páginas escrita medio siglo antes, cuando sólo tenía 21 años. El verdadero milagro era que Nash estuviese vivo y en condiciones de recibirlo", cuenta Nasar.

Si Nash estaba efectivamente en situación de recibir un permio Nobel en 1994, después de haber padecido esquizofrenia paranoide durante más de tres décadas, era sin duda en parte gracias a una mujer. Alicia López-Harrison de Lardé, de origen Salvadoreño, conoció a Nash mientras estudiaba Física en el MIT. Nash fue primero su profesor y después su marido, con el que tuvo un hijo, John Martin Charles Nash.

Se casaron en 1957, cuando la carrera de Nash apuntaba a lo más alto. Su tesis, publicada en 1950 había revolucionado el campo de la teoría de juegos, llevando sus aplicaciones a campos más allá de la economía de mercados, como la estrategia militar, la biología evolutiva o la inteligencia artificial. Fue contratado por un laboratorio del ejército para aplicar sus conocimientos y teorías a la inteligencia estadounidense durante la Guerra Fría, y también daba clases en el MIT. Era un matemático respetado entre sus colegas. Pero a la vez, su vida personal se iba deshilachando. La esquizofrenia hizo aparición, haciendo que oyese voces que le daban instrucciones para buscar códigos matemáticos por todas partes. En 1959 perdió su puesto de profesor en el MIT y volvió a Princeton, donde era común verle vagando por los pasillos del campus sin rumbo. Los alumnos le llamaban el Fantasma del Fine Hall, una figura silenciosa que escribía extrañas ecuaciones en las pizarras del edificio de Matemáticas y que buscaba frenéticamente códigos en los números.

UNA VUELTA DESDE LA OSCURIDAD

Se sometió a electroterapia, y a otros tratamientos que le dejaban casi inconsciente durante días. Viajó a Europa, huyendo de la persecución de supuestos criptocomunistas que le perseguían, para buscar asilo, y desde allí enviaba largas e ininteligibles cartas a familiares y amigos. Sus conocidos aguantaban sus largas llamadas con paciencia. Muchos de sus antiguos compañeros creían que se había sometido a una lobotomía o incluso que había muerto. Cuando en 1963 la enfermedad mental de Nash obligaba a internarlo en centros hospitalarios contra su voluntad de forma intermitente, Alicia se divorció de él. Aun así, siguió apoyándole y cuidando de él: le acogió en su casa cuando salió de una de esas estancias y no tenía dónde ir.

A mediados de los 80, muy poco a poco, Nash comenzó a mejorar y a salir de su aislamiento. "Empezó a hablar de nuevo con otros matemáticos, a trabajar en problemas que tenían sentido, a aprender cosas nuevas", cuenta Nasar. Fue un progreso lento, basado en parte en la capacidad intelectual del matemático, que aprendió a descartar las alucinaciones cuando sabía que no podían ser reales. Aunque divorciados, Alicia no llegó a dejarle nunca, y de hecho cuando por fin recibió la llamada de la Real Academia Sueca, vivían en la misma casa. Él le dio las gracias ante el mundo entero en su discurso de agradecimiento del Nobel y, quizá gracias a ese momento, o quizá no, volvieron a casarse en 2001, precisamente el año en que se estrenó la película que contaba sus vidas. Cuando Nash perdía la vida en un accidente de tráfico en Nueva Jersey, Alicia iba sentada a su lado y fallecía también.

UNA OBRA BREVE Y REVOLUCIONARIA

Comprender el trabajo y relevancia de John Nash es un desafío, hasta el punto de que a este matemático se le conoce más por la película inspirada en su biografía que por sus aportaciones científicas. Curiosamente su tesis doctoral, que le valdría posteriormente un Nobel, tenía tan sólo 27 páginas que escribió a los 21 años. La obra de este matemático es breve debido a su enfermedad, pero también adelantada a su tiempo. Es imposible hablar de Nash sin mencionar la teoría de juegos. Se trata de un área de las matemáticas que utiliza modelos en los que hay que tomar una decisión motivada por una serie de incentivos. El más famoso de ellos es, sin duda, el dilema del prisionero.

A grandes rasgos, en este problema dos presos son interrogados. Si ninguno de ellos confiesa la pena de cárcel será irrisoria. Si ambos confiesan ambos tendrán un castigo moderado. Pero si uno confiesa y el otro no, el silencioso se enfrentará a la máxima pena mientras que el otro sale libre. La lógica indica que colaborar y no confesar es la mejor opción. Pero los detenidos ignoran qué decisión tomará su compañero, y de ahí el dilema: dos personas pueden no cooperar aunque les perjudique.

En esta situación, el equilibrio de Nash (aquel movimiento en el que cada jugador escoge la mejor opción teniendo en cuenta las elecciones de los demás) consistiría en chivarse. De esta forma se minimiza la pérdida personal (el enorme castigo al que se enfrentaría si él no habla pero su compañero sí) pero a la vez se obtiene el menor beneficio común. Las aplicaciones de este modelo son variadas porque existen muchas situaciones en las que los implicados preferirán no cooperar ante el riesgo de salir perdiendo si alguien no lo hace. La economía es un buen ejemplo, y por eso se ha utilizado con frecuencia en negociaciones, alianzas, marketing y guerras comerciales.

PREMIO ABEL JUNTO A LUIS NIRENBERG

Recientemente, Nash fue premiado junto a Louis Nirenberg con el premio Abel, equiparable al inexistente Nobel de Matemáticas, por su trabajo para resolver la ecuación 19 de Hilbert, que un gran número de mentes ha tratado de resolver sin éxito. El carácter de Nash le motivaba a trabajar en cualquier problema que pudiera ser resuelto de forma revolucionaria y hasta obsesiva. Desgraciadamente, esto jugó en su contra tras enfrentarse al Santo Grial de las matemáticas: la hipótesis de Riemann.

"Yo no diría que exista una relación entre las matemáticas y la esquizofrenia", escribía el genio en 1996. Pero lo cierto es que muchos han sugerido una relación entre la aparición de su enfermedad y su trabajo con este enigma de los números: Nash había sido derrotado por una conjetura para la que el Instituto Clay de Matemáticas ofrece una recompensa de un millón de dólares a quien la solucione. Hasta las mentes más maravillosas tienen sus límites.

 

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