Por Daniel Flichtentrei | 14 ABR 14

La razón y el diagnóstico

Clasificar las enfermedades no es fácil. Pero peor es ni siquiera intentarlo.
Autor/a: Dr. Daniel Flichtentrei Fuente: IntraMed 

El diagnóstico médico no es un acto librado al azar, a la interpretación exasperada, a las metodologías esotéricas, ni un privilegio de iluminados. Formular un diagnóstico es una operación cognitiva sustentada en el razonamiento lógico argumentativo y basada en pruebas científicas.

Cada enfermo, en su singularidad, expresa las manifestaciones de su dolencia, que el médico analiza y clasifica de acuerdo al conocimiento disponible. A diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos, en medicina, el procedimiento va de los efectos a las causas, de los síntomas a la patología. Es lo que se llama un problema inverso. Por ello resulta tan complejo.

Un médico es un observador atento que busca señales y regularidades que lo orienten. A la observación le sigue el planteo de una conjetura capaz de explicar lo que un paciente siente o muestra en su examen. Estas impresiones se someten sucesivamente a prueba en busca de indicadores objetivos que las respalden o refuten. La confianza ciega en las interpretaciones personales y el desprecio por las pruebas son ajenas a la buena práctica médica y contradicen su base científica racional.

Las enfermedades conocidas resultan de la agrupación de sus manifestaciones, indicadores objetivos y mecanismos de producción. Cada una de ellas se encuentra clasificada e identificada mediante una denominación y una descripción detallada. Este ordenamiento resulta fundamental y se obtiene a partir de grandes estudios epidemiológicos y del consenso de grupos de expertos.

Clasificar cada cuadro clínico no sólo permite que los médicos de cualquier parte del mundo se entiendan entre sí, sino que también es un reaseguro para los pacientes que los protege de los excesos interpretativos y de las explicaciones infundadas. La medicina se basa en el conocimiento científico: lo que sabe es público y compartido por una comunidad mundial de profesionales. Nunca es un saber oculto ni reservado a unos pocos elegidos.

Las clasificaciones, a su vez, son modificables a medida que aparecen nuevos datos de la investigación. No son estáticas ni definitivas, no se fundan en dogmas ni en creencias, sino en pruebas. Su permanente transformación es su mayor virtud, y no un defecto. Al contrario de lo que suele creerse, la primera condición de la ciencia es reconocer la incertidumbre y no negarla. La ciencia no se construye con verdades reveladas, no admite propuestas no demostrables ni intuiciones espontáneas. Y no alcanza con usar datos objetivos: es necesario combinarlos mediante reglas racionales y no de acuerdo a una manipulación intuitiva o caprichosa.

 

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